?Con cabeza, co?o!
¡®El 47¡ä es estupenda, sobre todo por su humildad un poco destartalada y su inconfundible perfume fordiano
Yo no quer¨ªa ver El 47, la pel¨ªcula de Marcel Barrena. No quer¨ªa verla por motivos biogr¨¢ficos: soy uno de los miles y miles de extreme?os y andaluces que, como los protagonistas de El 47, llegaron en los a?os cincuenta y sesenta a Catalu?a en busca de un futuro imposible en su tierra natal, y me daba p¨¢nico que la pel¨ªcula incurriera en cualquiera de las trampas incontables con que la demagogia sentimental, la nostalgia embustera o la autocomplacencia pol¨ªtica han sembrado ese terreno escabroso (un terreno sin el cual resulta imposible entender la Catalu?a y la Espa?a recientes).
Mi p¨¢nico no ten¨ªa sentido. La pel¨ªcula es estupenda, sobre todo por su humildad un poco destartalada, su limpia falta de pretensiones y su inconfundible perfume fordiano. Ambientada en plena Transici¨®n, El 47 narra la historia de Manolo Vital, conductor de autobuses de Transportes Metropolitanos de Barcelona y extreme?o afincado en Torre Bar¨®, un barrio abrupto de chabolas levantadas con sus propias manos por emigrantes pobr¨ªsimos en los a?os sesenta; en 1978, cuando transcurre lo esencial de la acci¨®n, Torre Bar¨® sigue siendo un paraje dejado de la mano de Dios, igual que si Barcelona hubiera decidido que no existe: all¨ª no ha llegado ni el agua corriente, ni la electricidad, ni por supuesto el transporte p¨²blico. Como algunas pel¨ªculas de John Ford, El 47 es una f¨¢bula sobre la conquista de la ciudadan¨ªa. Quiz¨¢ nadie la personifica mejor que la hija del protagonista, Joana, una adolescente interpretada por Zoe Bonafonte que desea a toda costa ser admitida en la sociedad catalana, mimetizarse con ella, una charnega que se averg¨¹enza de su padre extreme?o, de su barrio miserable y de sus or¨ªgenes familiares, y que secretamente (o no tan secretamente) aspira a escapar de ellos; hasta que poco a poco intuye que no tiene nada de qu¨¦ avergonzarse, que, lo quiera o no, ella es tambi¨¦n sus or¨ªgenes, que nadie tiene derecho a obligarla a elegir entre ellos y el lugar donde vive, que ser fiel a su estirpe de desarraigados es su forma de ser catalana, y que su padre, que simboliza cuanto ella quer¨ªa repudiar, es la pura encarnaci¨®n del coraje y la decencia. La intuici¨®n de Joana es exacta. Por lo dem¨¢s, Manolo Vital es la gran creaci¨®n de la pel¨ªcula: un personaje inolvidable, inolvidablemente interpretado por Eduard Fern¨¢ndez. Como todos los h¨¦roes aut¨¦nticos, Vital no tiene ni la m¨¢s m¨ªnima vocaci¨®n de h¨¦roe. Hijo de un padre fusilado por los falangistas al empezar la guerra, expulsado de su terru?o por la inclemencia del franquismo y la desgracia familiar (su primera mujer falleci¨® dej¨¢ndole un beb¨¦), enamorado hasta las cachas de una monja catalana que ha decidido correr la misma suerte de aquellos emigrantes mis¨¦rrimos y que cuelga los h¨¢bitos por ¨¦l, Vital exuda liderazgo natural y carisma obrero por cada poro; tambi¨¦n, prudencia: consciente de que en 1978 Espa?a puede ser formalmente una democracia, pero el franquismo sigue vivito y coleando -y no solo en la polic¨ªa-, el autobusero no para de reclamar a su gente una contenci¨®n que algunos confunden con docilidad o sometimiento (¡°?Con cabeza, co?o!¡±, se desga?ita Manolo, se?al¨¢ndose, furioso, la frente. ¡°?Con cabeza!¡±), obra siempre con respeto a la ley y las autoridades y por todos los medios previstos por la nueva democracia intenta obtener para Torre Bar¨® una peque?a y just¨ªsima mejora pr¨¢ctica que entra?a una descomunal revoluci¨®n simb¨®lica: que su barrio olvidado se integre en Barcelona, y que ¨¦l y sus convecinos abandonen su condici¨®n de parias y se conviertan de una vez por todas en ciudadanos¡ Hasta que un d¨ªa se le inflan las pelotas y, harto de que la burocracia municipal se lo quite de encima, en un ataque de locura que en realidad es un ataque de lucidez monta un foll¨®n de mil demonios y acaba donde acaban siempre los h¨¦roes: en el cielo de los diamantes.
All¨ª sigue, con su cara de malas pulgas, su barrig¨®n sedentario, su mostacho de granadero y su catal¨¢n macarr¨®nico de Valencia de Alc¨¢ntara. Y all¨ª seguir¨¢ mucho tiempo (¡°?Con cabeza, co?o! ?Con cabeza!¡±), gracias a esta peque?a gran pel¨ªcula. No se la pierdan.
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