Si hoy es domingo, este es el aparcamiento (vac¨ªo) del Carrefour
El fot¨®grafo Txema Salvans ha dedicado todas las ma?anas de domingo que ha podido en los ¨²ltimos 15 a?os a la misma misi¨®n: retratar el aparcamiento del hipermercado de El Prat de Llobregat, en Barcelona. Un lugar aparentemente vac¨ªo y, sin embargo, lleno de vida.
¡°Me interesa el concepto Umwelt¡±, dice Txema Salvans (Barcelona, 52 a?os) con la c¨¢mara entre las manos. Umwelt es una palabra que el zo¨®logo balticogermano Jakob von Uexk¨¹ll populariz¨® en 1909: se refiere a la percepci¨®n sensorial que cada animal tiene del mundo. Diferentes criaturas pueden ocupar el mismo espacio y tener Umwelten diferentes: el calor corporal es el n¨²cleo del Umwelt de las garrapatas, el olfato el de los perros, la electricidad el de los peces elefante. El Umwelt de una cig¨¹e?a no es el mismo que el de Salvans aunque ambos observen la vida desde arriba.
Desde hace 15 a?os, Salvans toma fotos cada ma?ana de domingo en el parking del Carrefour de El Prat de Llobregat cuando hace sol. Si uno va entre semana, encontrar¨¢ familias llenando carros de comida, pero los domingos, cuando el supermercado est¨¢ cerrado (abre de lunes a s¨¢bado), el estacionamiento se transforma en un espacio liminar donde reverbera un ajetreo inexistente. Raro. ?Es, entonces, un aparcamiento sin carros, sin familias, sin coches, un aparcamiento? ?Puede un aparcamiento convertirse en otra cosa? ?Puede un aparcamiento ser un parque, una playa, una sala de espera?
El supermercado est¨¢ situado cerca del aeropuerto de El Prat, pasado uno de los centros log¨ªsticos de Amazon m¨¢s grandes de Espa?a y el parque agrario del Bajo Llobregat, ¡°el huerto de Barcelona¡±. Una extensi¨®n al borde de la ciudad donde la vida suele pasar inadvertida. Los anteriores proyectos de Salvans, Perfect Day y The Waiting Game (I, II y III), son tambi¨¦n un semillero de cotidianeidades en espacios posindustriales: prostitutas en la carretera, familias tomando el sol junto a una f¨¢brica, perros esperando en naves abandonadas. ¡°Como no tenemos forma de saber si es posible otro para¨ªso, nos contentamos con estos momentos de tranquilidad e incluso de felicidad entre el cemento y las f¨¢bricas¡±, escribe el fot¨®grafo Joan Fontcuberta sobre Perfect Day. Salvans lleva a?os recorriendo en su furgoneta la costa mediterr¨¢nea, fotografiando la Espa?a que existe m¨¢s all¨¢ de la noticia y de los momentos extraordinarios.
¡°Las personas dentro de estos escenarios le dan dimensi¨®n tr¨¢gica al asunto¡±, comenta Salvans. ¡°?Qu¨¦ hace que demos por bueno venir a pasar un domingo al parking a comernos un bocadillo con la familia o a que nuestro hijo aprenda a ir en bicicleta? Ese es mi tema: el c¨®mo nos hemos distanciado de lo que somos. Es lo que dice un amigo m¨ªo: ¡®Hace m¨¢s tiempo que somos del que hace que pensamos¡¯. Ah¨ª es donde se produce la gran fricci¨®n. La brecha¡±.
Una pareja de unos 60 a?os extrae del maletero dos sillas plegables y las coloca junto a su Opel Mokka de color gris plata. Ella, con pelo corto, rubio te?ido, bien cardado, los p¨¢rpados de un verde lagarto y peque?os toques de purpurina, los labios rosa fucsia. ?l, n¨¢uticos marrones de suela gruesa, dos sudokus en la mano y las gafas de ver que saca del bolsillo para dejarlas boca abajo en el cemento. ¡°Siempre boca abajo¡±, subraya Salvans. La pareja rellena cada domingo el pasatiempo hasta la hora del verm¨².
¡ªHe hablado con ellos ¡ªle digo a Salvans¡ª. ?Quieres saber qui¨¦nes son?
El fot¨®grafo, que estudi¨® Biolog¨ªa y que ahora captura la vida como un et¨®logo de la improductividad humana, evita conversar con sus sujetos. No sabe c¨®mo se llaman, a qu¨¦ se dedican, por qu¨¦ deciden pasar, como ¨¦l, las ma?anas de domingo en el aparcamiento del Carrefour de El Prat. ?l es solitario y contemplativo. Mantiene la distancia con respecto a lo que le interesa para resguardarse de la incomodidad que le produce el mundo. Un d¨ªa, hace tiempo, despu¨¦s de volver de uno de sus viajes fotogr¨¢ficos, su hijo Jan, de cinco a?os entonces, se lanz¨® para abrazarlo y r¨¢pidamente dijo: ¡°Pare, quina holor a fotos que fas!¡± (?Pap¨¢! ?Qu¨¦ olor a fotos que tienes!). ¡°Utilizo la fotograf¨ªa como terapia, como forma de protegerme la herida y mi nudo emocional. Aqu¨ª no hay glamur¡±, cuenta.
Se fue de viaje el mi¨¦rcoles. Toc¨® Torrevieja. Volvi¨® el s¨¢bado. El parking del Carrefour de El Prat de Llobregat le espera como un hogar. La ma?ana transcurre como tantas otras: con su c¨¢mara anal¨®gica Cambo Wide, con el tr¨ªpode, desde lo alto de su furgoneta azul. En ella lleva una luz rotativa ¨¢mbar y varios chalecos reflectantes que usa para transformarse en top¨®grafo, en t¨¦cnico, en obrero, en persona invisible. Nunca se desplaza andando y toda la coreograf¨ªa tiende ligeramente al absurdo, lo dice ¨¦l: ¡°Este es un proyecto aburrid¨ªsimo, un absurdo total¡±. Cuando encuentra la escena que quiere capturar, detiene la furgoneta a una distancia prudencial, agarra con una mano el tr¨ªpode y trepa hasta el techo del veh¨ªculo colocando la zapatilla en la intersecci¨®n entre la luna y el chasis. Coloca la c¨¢mara en el tr¨ªpode y el horizonte se desplaza hacia arriba haciendo que las l¨ªneas del suelo cobren protagonismo. Salvans se mueve como un ni?o que juega a kung-fu mientras intenta que los adultos no le vean. Lleva las gafas encima de la cabeza. ¡°Siempre evito el contacto visual. Observo con una mirada perif¨¦rica¡±. Salvans desengancha el visor, pone la pel¨ªcula, se hace el despistado, dispara la foto. La coreograf¨ªa termina y sonr¨ªe. ¡°Es verdad que hay un enga?o. Pero yo no lo vivo como un enga?o¡±.
Los camioneros le saludan. Algunos son conocidos. Son ya 15 a?os de domingos coincidiendo con ¨¦l. Una pareja de hermanos b¨²lgaros pela verduras en la parte frontal del cami¨®n. En el motor est¨¢ enganchada una cesta de pl¨¢stico verde que funciona a modo de balda. Con gestos, invitan a Salvans a comer. ¡°Nunca me hab¨ªan invitado a comer¡±, dice. Los camioneros pasar¨¢n el d¨ªa bebiendo whisky, comiendo, charlando. Una hora despu¨¦s, uno de los hermanos le regalar¨¢ al fot¨®grafo unos patucos granates de lana de oveja hechos por su t¨ªa en Bulgaria. Salvans dir¨¢: ¡°Muchas gracias, se los llevar¨¦ a Bruna¡±. Su hija. Los camioneros har¨¢n noche en el parking y a la ma?ana siguiente partir¨¢n hacia Par¨ªs. Salvans volver¨¢ tambi¨¦n a salir de ruta fotogr¨¢fica y coger¨¢ la autopista direcci¨®n Valencia. Pasar¨¢ primero por el Carrefour y ver¨¢ a la mujer y a su hija que hoy, y desde hace ocho a?os, viven y duermen en un monovolumen negro. La madre llevar¨¢ una gorra de esas que solo tienen visera y barrer¨¢ con esmero alrededor del coche, esquivando las garrafas de agua, mientras su hija lee en el asiento del copiloto. ¡°Las conocemos¡±, dice uno de los camioneros. ¡°El padre muri¨® hace unos a?os, ahora solo est¨¢n ellas¡±. Salvans tambi¨¦n sabe qui¨¦nes son, pero nunca ha querido fotografiarlas.
A las 12.30, el fot¨®grafo deja de dar vueltas con la furgoneta y entra en el Burger King ¡ªque s¨ª est¨¢ abierto¡ª a tomar caf¨¦. Saluda al camarero y le pregunta si ya ha dejado su adicci¨®n al tabaco y a las bebidas energ¨¦ticas. Le dejo la grabadora: ¡°Yo creo que el problema no es no hacer nada, sino qu¨¦ hacer cuando dejas de no hacer nada. Ese es el problema real. El gran problema de la contemporaneidad es que no estamos realmente haciendo nada productivo, no estamos conectados, siempre estamos elaborando cosas abstractas. ?C¨®mo nos vamos a realizar si ya hay alguien que lo hace por nosotros? Y ahora no solo hay alguien que lo hace por nosotros, sino que piensa por nosotros y que toma decisiones por nosotros¡±. Salvans aprovecha la pausa para subir unas fotos a Instagram, que instal¨® en el m¨®vil porque su amigo, el aclamado fot¨®grafo Martin Parr, le dijo: ¡°Debes tener Instagram¡±. La relaci¨®n entre ambos se remonta a hace m¨¢s de 15 a?os. Una vez, Parr le pidi¨® a Salvans que le consiguiera una mesa en el restaurante elBulli, templo de la gastronom¨ªa, ahora ya cerrado. A cambio, Parr, le regalar¨ªa una foto suya, la que quisiera. Salvans movi¨® hilos, pregunt¨® a algunos contactos, consigui¨® esa mesa y eligi¨®, como recompensa, una de las fotos m¨¢s famosas de Parr, una en la que aparecen dos ni?os rubios vestidos de azul, comi¨¦ndose un cucurucho de helado que se derrite por los brazos y les mancha toda la cara. Salvans colg¨® la copia original en una de las paredes de madera del cuarto de sus hijos y les dijo que era una foto que les hab¨ªa hecho Parr en otro tiempo. Pasaron los a?os, los ni?os se hicieron mayores y Bruna tap¨® la foto de Martin Parr con un planisferio mudo.
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