Carolyn Steel: ¡°Elegir ser consumidor por encima de persona es la muerte en vida¡±
Hace d¨¦cadas que esta arquitecta advierte de la relaci¨®n entre lo que comemos y el lugar que habitamos. Autora de ¡®Ciudades hambrientas¡¯, afirma que estamos pagando un precio demasiado alto por tener comida y entretenimiento baratos

La arquitecta Carolyn Steel (Londres, 1965) cuestiona el modelo de prosperidad basado en la explotaci¨®n de la naturaleza. Ha explicado en el libro Ciudades hambrientas (Capit¨¢n Swing) c¨®mo la forma de las urbes depende de la manera en que nos alimentamos, y en su nuevo ensayo, Sitopia, c¨®mo la comida puede salvar al mundo. La entrevistamos en el congreso sobre cambio clim¨¢tico Carta de Santiago que acogi¨® en noviembre la capital gallega.
?Por qu¨¦ pagamos m¨¢s por la plata si necesitamos m¨¢s el trigo?
La gente que paga por la plata ya tiene el trigo. Hace 10 a?os me pregunt¨¦ qu¨¦ es una buena vida. Me obsesionaba averiguar qu¨¦ nos hace felices y por qu¨¦ nuestra econom¨ªa se dirige en la direcci¨®n opuesta.
?Qu¨¦ encontr¨®?
Nuestra idea de una buena vida es un concepto del siglo XIX. La vida de cualquier agricultor era dura. De modo que si alguien le dec¨ªa: ¡°Ya no tendr¨¢s que trabajar a la intemperie, lo har¨¢s bajo el techo de una f¨¢brica¡±. ?C¨®mo rechazar esa promesa de futuro?
?Qu¨¦ hemos perdido tratando de alcanzar la buena vida?
Antes la manera de resolver los problemas de la vida determinaba la existencia. Y comer es una de las grandes cuestiones porque, si no lo solucionas, mueres. Por eso los pol¨ªticos hablan tanto de comida. Ernst Schumacher lo explica en Lo peque?o es hermoso: ¡°El crecimiento econ¨®mico no mejora la vida del hombre. La mejora poner la econom¨ªa al servicio del hombre¡±. Es eso: la buena vida no puede existir mientras la de los otros est¨¢ en peligro.
La historia parece empe?ada en demostrar lo contrario.
Pero no hemos encontrado la buena vida.
?Los problemas de la humanidad comenzaron cuando dejamos de compartir el bosque o cuando dejamos de cultivar lo que comemos?
Algunas sociedades de cazadores n¨®madas ten¨ªan una aspiraci¨®n material tan baja que consegu¨ªan lo que se propon¨ªan y la gente se sent¨ªa rica.
?C¨®mo lo sabe?
Leyendo a historiadores como Marshall Sahlins [autor de Econom¨ªa de la Edad de Piedra] entiendes c¨®mo les cost¨® cambiar porque estaban felices viviendo en la naturaleza. Trabajaban para sobrevivir. Entend¨ªan la naturaleza como un lugar de abundancia, no como un medio del que protegerse. No tem¨ªan las malas cosechas: cuando no hab¨ªa, se trasladaban. Desde que nos convertimos en sedentarios vivimos con sensaci¨®n de escasez.
El sedentarismo nos hizo perder¡
Comida, forma f¨ªsica, dientes¡ La vida de los recolectores era dura, pero completa: los manten¨ªa alerta y en forma. La idea del trabajo no exist¨ªa: recolectaban y cazaban para comer. Muchas sociedades fueron igualitarias y esas fueron lo m¨¢s cercano a una democracia que hemos tenido jam¨¢s: compart¨ªan el trabajo, se ayudaban y se cuidaban entre ellos. Ten¨ªan una ¨®ptima alimentaci¨®n porque com¨ªan de todo. Ahora redescubrimos que la diversidad alimentaria es la base de la salud.
?La rentabilidad ha matado la diversidad?
Exacto. El 95% de todas las semillas que hay en el mundo est¨¢n en manos de una ¨²nica compa?¨ªa: Monsanto.
?C¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª?
Controlar el alimento es poder. Muchos problemas hist¨®ricos explotaron cuando los responsables de alimentar al pueblo no consegu¨ªan hacerlo. Los pol¨ªticos de hoy no quieren ese problema, dedican su energ¨ªa a ser reelegidos. Y el poder de alimentar queda en manos de otros.
De cada vez menos: los supermercados est¨¢n en manos de pocos grupos.
Vivimos la ilusi¨®n de la diversidad. Los supermercados tienen miles de productos. Pero, en realidad, muchos son repeticiones de distintas formas realizados por la misma marca. Parece que podamos elegir, pero lo realmente distinto es mucho m¨¢s caro porque cuesta m¨¢s producirlo. La alimentaci¨®n del planeta est¨¢ en manos de apenas cinco marcas. Los colmados y las fruter¨ªas de barrio no pueden competir con eso. Comemos lo que quieren que comamos. Amazon ha empezado a servir comida a domicilio. No tienen bastante con una parte del pastel, lo quieren todo. Y nosotros se lo permitimos a cambio de una cierta comodidad y una peque?a rebaja en el precio.
?Qu¨¦ hace posible que los aguacates de otro continente sean m¨¢s baratos que los que crecen cerca, en el denominado kil¨®metro cero?
Los subsidios para combustible que reciben las compa?¨ªas a¨¦reas. Los pol¨ªticos trabajan con la industria alimentaria, pero no asumen responsabilidades. A cambio, hacen lo que las empresas de alimentaci¨®n les piden: subsidios, tipos de fiscalidad¡ A los gobiernos les aterra lidiar con la comida.
?Por qu¨¦?
Porque a la gente no le gusta que le digan lo que debe comer. O beber. Forma parte de la idea de libertad que ha arropado el capitalismo neoliberal: hacer lo que a uno le da la gana sin pensar en las consecuencias. Desde ese punto de vista, comer cerezas en diciembre es libertad. Desde el punto de vista biol¨®gico, comer algo fuera de estaci¨®n es un sinsentido con un alto coste de contaminaci¨®n. No hay un concepto m¨¢s desvirtuado. Si libertad es hacer lo que me da la gana, por l¨®gica va en contra de cualquier convivencia.

?C¨®mo debe organizarse la sociedad?
Necesitamos pol¨ªticos que entiendan que est¨¢n en el poder para servirnos, no para firmar contratos y hacer dinero, que es lo que la mayor¨ªa busca. Por eso dejan la alimentaci¨®n de la poblaci¨®n en manos de la industria alimentaria. Muchas de las cuestiones que nos han hecho tan vulnerables a la covid est¨¢n relacionadas con la forma en que vivimos y qu¨¦ comemos. Y es un fen¨®meno del siglo XX. Mercados como Les Halles, en Par¨ªs, o Smithfield, en Londres, nacieron para tener su propio poder. Eran un lugar de intercambio. Hoy, nada m¨¢s llegar a la ciudad, la comida se mercantiliza, se convierte en dinero.
?C¨®mo cambi¨®?
La industria de la alimentaci¨®n moderna se invent¨® en Chicago gracias al ferrocarril. Eso separ¨® al agricultor de lo que vend¨ªa e hizo que la comida fuera anonimizada: ya no exist¨ªa un compromiso entre granjero y consumidor. La comida se convirti¨® en mercanc¨ªa.
En los a?os setenta, Francia e Italia ten¨ªan leyes que imped¨ªan construir supermercados de m¨¢s de 1.000 metros cuadrados. ?Qu¨¦ pas¨®?
Lo que sucede hoy lo hemos vivido hace tiempo en el Reino Unido porque tuvimos antes un sistema de comida industrializado. Eso hace que la gente deje de cocinar y la fruta se empaquete en pl¨¢stico. Es una herencia norte?americana donde el supermercado se convirti¨® en sin¨®nimo de modernidad. El tiempo para comprar, cocinar y comer juntos se fue perdiendo. Ahora est¨¢ pasando en Espa?a: la gente compra bocadillos envasados en pl¨¢stico.
Y manzanas peladas.
?Qu¨¦ ser¨¢ lo pr¨®ximo? ?Manzanas premasticadas? ?Predigeridas? [Carcajada].
?Hasta d¨®nde se puede llegar?
Al final todo remite a lo mismo: ?cu¨¢l es nuestra idea de una buena vida? Y parece que esforzarse lo m¨ªnimo lleva las de ganar: no cocinar, no limpiar y ver Netflix toda la noche. Es una podredumbre global. No lleva a una vida mejor.
?Usted ve Netflix?
S¨ª. Claro que necesito relajarme en casa. Pero intento que eso no decida todo lo dem¨¢s, como comer bien, ser justa o sentirme bien.
?Qu¨¦ hace para sentirse bien?
Cocino. Cultivo verduras. Escribo, investigo, denuncio¡ El circo romano entreten¨ªa y alimentaba a la poblaci¨®n. Y algo parecido tenemos hoy. Estamos pagando un precio muy alto por tener comida y entretenimiento baratos. Elegir ser consumidor por encima de persona es la muerte en vida.
?Por qu¨¦ no lo vemos?
Hemos sido persuadidos. Para que el enga?o triunfe debe existir tolerancia ante el autoenga?o y eso lo tenemos muy desarrollado porque evita el sufrimiento. Pero en realidad lo pospone. Y lo agranda. Unos 70 millones de americanos todav¨ªa creen que Donald Trump gan¨® las ¨²ltimas elecciones. Ese es el mundo en que vivimos. El poder de los medios actuales para perpetrar mentiras da terror.
?Vivimos en una sociedad escapista?
¡°Come solo estas pastillas y adelgazar¨¢s¡±, o lo contrario: ¡°Come todo el az¨²car que quieras y si¨¦ntete bien reafirmando tu personalidad¡±. Las empresas nos venden una idea de la buena vida que es, en realidad, la mala vida. Comida barata es vida barata.
Cultivar los propios alimentos es una utop¨ªa.
Claro. Pero no lo es tratar de recuperar la conciencia de lo que es la comida: algo vivo. La limpieza de la modernidad parece separarnos de lo que est¨¢ vivo: la vida ensucia.
?Qu¨¦ ha hecho posible que paguemos un 23% menos por la comida que en 1980?
Hemos externalizado su verdadero coste.
?Qui¨¦n est¨¢ pag¨¢ndola?
Nosotros. Pero no en el supermercado. Pagamos con impuestos: reduciendo la fiscalidad de las empresas o su coste de transporte. Estamos contribuyendo a destrozar el planeta por la forma c¨®moda en que hemos decidido alimentarnos.
?C¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª?
De la misma manera que la gente abandon¨® el campo y se traslad¨® a la ciudad. Sin olvidar la dureza del campo, la ciudad no fue la comodidad que promet¨ªa ser. Lo mismo ha sucedido con la tecnolog¨ªa. Nos prometi¨® facilitarnos la vida y aceptamos. Lo que no sab¨ªamos que firm¨¢bamos, acept¨¢ndola, era que el acceso a la naturaleza ser¨ªa cada vez m¨¢s dif¨ªcil o que los trabajos dejar¨ªan de proporcionar orgullo y motivaci¨®n.
Si somos lo que comemos, ?qu¨¦ somos?
El producto de un sistema de alimentaci¨®n industrializado: cambio clim¨¢tico, degradaci¨®n del suelo, reducci¨®n de la biodiversidad, hambre, obesidad, sequ¨ªas y covid, claro. Esta pandemia es una consecuencia directa de la falta de biodiversidad que sufre el planeta.

?La falta de biodiversidad obedece a valorar m¨¢s la rentabilidad que el largo plazo?
El mel¨®n m¨¢s grande, los huevos m¨¢s f¨¢ciles de producir¡ Si todo lo apuestas a un tipo de ¨¢rbol, naranja o lo que sea, cuando llegan las plagas nada se salva. Hemos construido un sistema de producci¨®n tan eficaz que termina siendo ineficaz.
?Hemos hecho algo bien?
Como regla general, casi todo lo que promete eficacia termina por no ser eficaz. Si mecanizo el proceso productivo, ?de d¨®nde sacar¨¢n dinero los trabajadores para comprar lo que produzco?
?Ser hija de enfermera y m¨¦dico la llev¨® a prestar atenci¨®n a la alimentaci¨®n?
Entendimos desde ni?os la relaci¨®n entre comida y salud. Si se nos ca¨ªa algo al suelo, nos lo hac¨ªan comer: los microbios protegen construyendo resistencia.
Pero la obsesi¨®n le lleg¨® en el hotel de sus abuelos paternos, The Miramar¡
All¨ª me fascin¨¦ con la puerta que separaba la vida de los clientes de la del servicio. Nuestro lado era ruidoso, ca¨®tico. Y el otro silencioso, placentero¡
?Cu¨¢l prefer¨ªa?
La cocina, siempre.
?Es buena cocinera?
S¨ª. Con perd¨®n.
?Por qu¨¦ quiso ser arquitecta?
Me cost¨® 20 a?os expresar que para m¨ª la arquitectura no eran los edificios, sino la manera en que se habitan. En la universidad, la manera en que los arquitectos hablaban de arquitectura me aburr¨ªa. Me gusta que las cosas funcionen, pero no me emociona el detalle constructivo. La mirada de las mujeres en la arquitectura es otra. Aunque hay excepciones ¡ªZaha Hadid se comportaba como un hombre produciendo arquitecturas poco habitables¡ª. Mi punto de vista plural proviene de mi familia. Mi madre era finlandesa y mi padre jud¨ªo polaco-escoc¨¦s-holand¨¦s. Nunca me sent¨ª brit¨¢nica.
?Por qu¨¦?
Nunca form¨¦ parte del grupo de ni?os guais. Solo tuve dos amigos. Era una outsider.
?Qu¨¦ quiere decir?
No lo pas¨¦ bien. De peque?a trataba de encajar en la manera de vivir de los dem¨¢s sin plantearme lo que yo quer¨ªa o pod¨ªa hacer.
?Fue buena estudiante?
S¨ª. Era mi defensa: ordenada, puntual y pulida. Hasta que llegu¨¦ a Cambridge y empec¨¦ a rebelarme. Me negu¨¦ a proyectar una residencia de estudiantes. ?Con los problemas que hab¨ªa en el mundo quer¨ªa hacer algo ¨²til! Y consegu¨ª hacer una propuesta alternativa a la transformaci¨®n que por entonces se estaba dise?ando para los muelles de Londres convertidos en viviendas de lujo m¨¢s para invertir que para vivir.
Dio clase en el departamento de ciudades de la London School of Economics.
All¨ª hab¨ªa soci¨®logos, ingenieros, especialistas en movilidad¡ Pero descubr¨ª que a pesar de esa diversidad, sus saberes no se contagiaban, no se fund¨ªan en un mensaje pluridisciplinar. De modo que no logr¨¦ introducir la vida real en el discurso urban¨ªstico. Y comenc¨¦ a investigar sobre la comida. Dediqu¨¦ siete a?os a escribir Ciudades hambrientas.
En el libro habla de resistencia: ciudadanos oponi¨¦ndose a la desaparici¨®n de mercados o los vecinos de Primrose Hill a la llegada de un caf¨¦ Starbucks. ?Lograron frenarlo?
S¨ª. La gran escala no es nunca benigna. Los comerciantes y los clientes ganan cuando se conocen. El lazo entre vendedor y consumidor se estrecha y eso mejora la vida en el barrio. Hoy se cambia a los empleados de las sucursales de los bancos para que no sientan empat¨ªa. Hay ayuntamientos que protegen los peque?os comercios frente a los arrasadores supermercados. Si dejamos que desaparezcan las calles mayores, la vida ser¨¢ peor en las ciudades. Nos pas¨® en Inglaterra porque apostamos por el modelo de vida norteamericano que consume m¨¢s que cocina.
?Qui¨¦n cocina en las casas?
No defiendo recuperar al ama de casa de los a?os cincuenta. Defiendo que todos podamos cocinar. Para m¨ª es un placer. Me encanta alimentar a la gente. No hay nada m¨¢s importante que eso.
Cocinar es tener tiempo.
Exacto. Es hacer un pastel para alguien en lugar de mezclar el preparado que venden en el s¨²per.
En 1921 el Gobierno brit¨¢nico consider¨® importante mantener la diversidad en la fruta. Para 1992 lo juzg¨® innecesario. ?Qu¨¦ pas¨®?
Los pol¨ªticos se alejan cada vez m¨¢s de la responsabilidad de alimentar a los ciudadanos. En el supermercado hay tres variedades de manzanas, aunque existen m¨¢s de quinientas. Eso resume la log¨ªstica de la alimentaci¨®n: m¨¢s eficacia y mercanc¨ªa vistosa. La raz¨®n por la que se cultivan unas manzanas y no otras es para que haya todo el a?o la misma fruta. Tenemos esa ilusi¨®n absurda de que para la fruta no existen las estaciones. Comemos cerezas en Navidad que no saben a nada. Pero hemos vencido la organizaci¨®n natural. ?Ja!
?Somos poshumanos?
Todav¨ªa no. Nos sentimos mejor compartiendo. Recuerde: nadie se quiere comer la ¨²ltima aceituna. Eso es querer compartir y el altruismo es m¨¢s poderoso que el ego¨ªsmo. Es mejor elecci¨®n.
?Vive sola?
Sola, ni hijos, ni mascotas ni exmaridos o exmujeres. Jam¨¢s lo hubiera imaginado, pero me encanta. La soledad es relativa. Disfruto cuidando las plantas porque es un tipo de relaci¨®n con otro ser vivo. Epicuro lo escribi¨®: acepta la necesidad y obt¨¦n placer de lo que haces. Tambi¨¦n tengo grandes amigos. Los grandes amigos son la familia elegida. Ya sabe: no discutas o te quedas fuera.
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