Barbara McClintock, la cient¨ªfica que revolucion¨® la gen¨¦tica
Es una de las 12 mujeres con Premio Nobel de Medicina (frente a 212 hombres). Su historia ilustra las dificultades que han tenido hist¨®ricamente las investigadoras.
Un ejemplo claro del sesgo de g¨¦nero que todav¨ªa existe en ciencia es fijarnos en los premios Nobel. Hoy d¨ªa solo hay 4 mujeres premios Nobel de F¨ªsica, 12 de Fisiolog¨ªa o Medicina y 7 de Qu¨ªmica. Si miramos todas las categor¨ªas, el Nobel ha sido entregado 889 veces a un hombre y 58 veces a una mujer. Por suerte, en la actualidad ya se est¨¢ alcanzando la paridad en algunas carreras de ciencia, principalmente en las biosanitarias, aunque todav¨ªa queda mucho por hacer en ingenier¨ªas, f¨ªsicas o matem¨¢ticas, donde sigue habiendo desequilibrio, que se hace mayor si, en vez de fijarnos en los estudiantes, vamos ascendiendo en la escala acad¨¦mica desde profesores asociados hasta catedr¨¢ticos. La perspectiva es que muchos de estos problemas se vayan corrigiendo a medida que el recambio generacional vaya avanzando, pero no conviene bajar la guardia. Llegado el momento de tener una ciencia sin sesgos, ser¨¢ la ocasi¨®n de no olvidar a las pioneras porque su camino fue muy duro. Todos recordamos a Marie Curie y sus trabajos en f¨ªsica y qu¨ªmica. En el campo de la gen¨¦tica existe un nombre que es injustamente desconocido para el gran p¨²blico, el de Barbara McClintock, la mujer que estudiando el ma¨ªz revolucion¨® la gen¨¦tica.
Barbara naci¨® en Estados Unidos en 1902. Se gradu¨® en Ingeniera Agron¨®mica por la Universidad de Cornell en 1923. Y aqu¨ª empiezan los problemas. Su inter¨¦s era la mejora gen¨¦tica, pero tuvo que realizar el doctorado en Bot¨¢nica porque el departamento de mejora gen¨¦tica no admit¨ªa mujeres. Quiso hacer una estancia posdoctoral despu¨¦s de defender la tesis, pero su beca de estudios fue denegada. El motivo fue que no era recomendable d¨¢rsela a una mujer porque en cualquier momento pod¨ªa casarse y dejar los estudios, por lo que habr¨ªan desperdiciado una beca. Tuvo que soportar la reprimenda de su director porque hab¨ªa visto anunciado su compromiso matrimonial en el peri¨®dico local. En realidad, se trataba de otra Barbara McClintock que no ten¨ªa ninguna relaci¨®n con ella. Parece ser que cuando una mujer se dedica a la ciencia tiene que estar continuamente dando explicaciones sobre su vida privada y contestar preguntas que no le hacen a ning¨²n hombre. Gracias a su determinaci¨®n, ninguna de estas circunstancias adversas afect¨® a su producci¨®n cient¨ªfica. Se dedic¨® a estudiar las c¨¦lulas del ma¨ªz. El primer problema que trat¨® de resolver fue cu¨¢ntos cromosomas ten¨ªa este cereal. Para eso tuvo que desarrollar complicadas t¨¦cnicas de tinci¨®n. Lo que sirvi¨® para contestar otra pregunta fundamental. Todos sabemos que los hermanos, a pesar de que vengan del mismo padre y de la misma madre, no son id¨¦nticos (salvo el caso de gemelos univitelinos). En su momento no estaba claro cu¨¢l era el mecanismo celular por el que esto suced¨ªa ya que tienen el mismo material gen¨¦tico. El bi¨®logo estadounidense Morgan hab¨ªa descubierto estudiando moscas que, cuando se forman los ¨®vulos o los espermatozoides, ocasionalmente pueden ocurrir entrecruzamientos al azar entre una pareja de cromosomas. A efectos pr¨¢cticos, esto ser¨ªa como tener dos barajas de cartas ligeramente diferentes. Las juntamos, las barajamos y las volvemos a separar, de forma que el material gen¨¦tico en cada c¨¦lula germinal ser¨¢ diferente, mezclando partes del padre y de la madre, y por eso los hermanos no univitelinos no son id¨¦nticos. Barbara McClintock fue la primera en demostrar a nivel citol¨®gico esta recombinaci¨®n al observarla en polen de ma¨ªz gracias a las t¨¦cnicas que ella misma hab¨ªa desarrollado previamente. Pero eso no fue lo que le vali¨® el Nobel, sino un descubrimiento de mucha m¨¢s trascendencia.
Hay variedades de ma¨ªz en las cuales cada grano tiene un color diferente. La existencia de estas variedades supon¨ªa un misterio para la ciencia. El patr¨®n de herencia de estos colores parec¨ªa escapar a todas las leyes de la gen¨¦tica conocidas hasta aquel momento. McClintock fue capaz de descubrir un proceso general estudiando un problema particular. Esta distribuci¨®n de colores, aparentemente al azar, se deb¨ªa a que en el genoma, que se supon¨ªa est¨¢tico e inmutable, hab¨ªa elementos capaces de moverse de un sitio a otro. Este descubrimiento fue acogido con incredulidad por la comunidad cient¨ªfica. Pero el tiempo es un juez implacable, que le dio la raz¨®n a McClintock y su descubrimiento ha sido fundamental para entender, por ejemplo, el genoma humano. El Nobel lleg¨®, aunque muy tarde, en 1983, 30 a?os despu¨¦s de la publicaci¨®n de sus resultados.
Espa?a, sin F¨ªsica ni Qu¨ªmica
¡ª Si nos fijamos en los pa¨ªses con Nobel, Espa?a no parece estar haci¨¦ndolo muy bien en ciencia. No tenemos ning¨²n Premio Nobel de F¨ªsica ni de Qu¨ªmica, solo uno de Medicina, el de Ram¨®n y Cajal (1906), m¨¢s el de Severo Ochoa, que, dado que cuando recibi¨® el galard¨®n (1959) ten¨ªa la nacionalidad estadounidense y realiz¨® toda la investigaci¨®n en ese pa¨ªs, en muchos rankings se considera estadounidense o se le da la doble atribuci¨®n.
J. M. Mulet es catedr¨¢tico de Biotecnolog¨ªa.
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