Sin tacha ni reproche
Landelino Lavilla, hombre sencillo y sin alaracas, tuvo talla y hechuras de gran hombre de Estado
Estas l¨ªneas necrol¨®gicas no pueden ser objetivas.
Siempre he dicho, en tantas tareas que desde 1962 tuve el honor de compartir con Landelino Lavilla, que era mi colega mayor, pero realmente ha sido como una especie de hermano mayor.
Cuando dirigi¨® mi preparaci¨®n para ser letrado del Consejo de Estado tuvo una influencia decisiva en mi orientaci¨®n hacia el servicio p¨²blico; cuando me hizo Secretario General T¨¦cnico del Ministerio de Justicia y forz¨® mi candidatura al Congreso de los Diputados me abri¨® el camino de la pol¨ªtica, y como presidente de la C¨¢mara durante una legislatura especialmente fecunda me mostr¨® c¨®mo pod¨ªa desempe?arse una alta magistratura con gran dignidad.
Cuando, en fin, coincid¨ª con ¨¦l en el Consejo de Estado, primero como letrados y despu¨¦s ambos como consejeros, me dio ejemplo de la importancia que en la pol¨ªtica real pod¨ªa tener el trabajo de la funci¨®n p¨²blica. A trav¨¦s de todo ese recorrido cultivamos una amistad superior a todo tipo de diferencias y que nadie fue capaz de quebrar. Solo al final tuve ocasi¨®n de conocer su intimidad y ahora, retrospectivamente, vista me parece luminosa.
Por todo lo anterior renuncio a ser objetivo, pero por eso mismo me basta con ser veraz y dar cuenta de algo que conozco bien; su talla verdaderamente hist¨®rica en un tiempo especialmente fuerte de nuestra historia contempor¨¢nea.
Porque, sentimientos aparte, es evidente que Landelino Lavilla fue un gran legista de Estado, al servicio solo del Estado. En un acto acad¨¦mico solemne, el jurista y acad¨¦mico Eduardo Garc¨ªa de Enterr¨ªa lo calific¨® como el principal arquitecto de la Transici¨®n pol¨ªtica, y todo aquel que se pare a analizar los hechos, m¨¢s all¨¢ de lo ef¨ªmero, habr¨¢ de reconocer que as¨ª fue. Desde el Ministerio de Justicia desmont¨®, pieza a pieza, determinadas instituciones y t¨¦cnicas incompatibles con la monarqu¨ªa parlamentaria que se iba a instaurar. Forj¨® las arras de la Transici¨®n en la Amnist¨ªa de julio de 1976 y dio forma definitiva a la Ley para la Reforma Pol¨ªtica. Lavilla impuls¨® tambi¨¦n los trabajos de la Ponencia Constitucional en su fase decisiva y bajo su direcci¨®n se elaboraron las normas electorales pr¨¢cticamente todav¨ªa vigentes y merced de las cuales se celebraron elecciones libres y limpias por primera vez en Espa?a en cuatro d¨¦cadas.
Sin su buen hacer, la empresa hist¨®rica impulsada y tutelada por el Rey Juan Carlos I y pol¨ªticamente dirigida por el entonces presidente Adolfo Su¨¢rez hubieran encontrado muchas mayores dificultades. Despu¨¦s, ya como consejero de Estado en los ¨²ltimos 38 a?os, y en ocasiones cargadas de gravedad ¡ªalgunas de ellas muy recientes¡ª, ha representado y tutelado el mejor esp¨ªritu de esa instituci¨®n; estoy seguro de que quienes fueron sus compa?eros lo sienten tanto como yo.
Landelino Lavilla, hombre sencillo y sin alaracas, tuvo talla y hechuras de gran hombre de Estado. Porque tuve ocasi¨®n de verlo muy de cerca, quiero dejar junto con mi sentimiento testimonio fidedigno de todo lo anterior. El balance es de tal calibre que puede repetirse aquello del poeta: ¡°Aunque la vida muri¨®, harto consuelo nos dej¨® con su memoria¡±. ?
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