La extrema derecha busca su 15-M
Vox se inspira para sus protestas contra el Gobierno en el movimiento de los indignados, que est¨¢ en el origen de Podemos
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El pasado 15 de mayo, Vox lanz¨® un v¨ªdeo conmemorativo del movimiento del 15-M. A pesar de que el partido ultra es aficionado a los aniversarios (desde la batalla de Covadonga a la toma de Granada), su tributo al movimiento que ocup¨® la Puerta del Sol en 2011 y dio origen a Podemos desconcert¨® a m¨¢s de uno. Pero, aunque pudiera parecer una humorada, el intento de presentarse como heredero de los indignados de hace nueve a?os respond¨ªa a una estrategia.
Al igual que el partido de Pablo Iglesias, Vox presumi¨® en sus or¨ªgenes de ser un movimiento cultural m¨¢s que pol¨ªtico. No se trataba solo de ocupar el poder, sino de combatir el supuesto pensamiento hegem¨®nico de la izquierda en asuntos como la violencia de g¨¦nero o la inmigraci¨®n. Pero la entrada en las instituciones ¡ªen las ¨²ltimas elecciones generales se convirti¨® en la tercera fuerza pol¨ªtica¡ª lo acab¨® domesticando y al propio Santiago Abascal se le vio desde la tribuna del Congreso defender el respeto a la diversidad sexual.
El reflujo del tsunami independentista catal¨¢n y el giro del PP a la derecha, de la mano de Pablo Casado, le privaron, sin embargo, de ox¨ªgeno pol¨ªtico. En comunidades aut¨®nomas como Madrid, Andaluc¨ªa o Murcia se ha convertido en una mera muleta del PP; y, ante las pr¨®ximas elecciones vascas y gallegas, su papel no solo es marginal sino irrelevante.
Sin embargo, el malestar generado por la gesti¨®n del Gobierno en la crisis del coronavirus y el largo y penoso confinamiento le han dado ahora la oportunidad de reinventarse. Ya no hace falta apelar a unos supuestos veteranos del 15-M conversos a las ideas de Vox, el caldo de cultivo est¨¢ mucho m¨¢s a mano: en los actuales indignados que cada noche expresan a cacerolazos su malestar.
Fue en la calle N¨²?ez de Balboa, en el madrile?o barrio de Salamanca, donde hace 10 d¨ªas sus habitantes empezaron a bajar de los balcones y terrazas para protestar a pie de calle, envueltos en banderas de Espa?a y sin respetar la distancia de seguridad exigida por las autoridades sanitarias. Luego salt¨® la chispa a otros barrios de la capital y se extendi¨® por numerosas ciudades espa?olas.
Dirigentes de Vox, como Iv¨¢n Espinosa de los Monteros y Roc¨ªo Monasterio, han participado en las caceroladas, pero de manera discreta, sum¨¢ndose a unas concentraciones ¡°lideradas por los propios vecinos¡±, en palabras del portavoz parlamentario.
El partido ultra ya tiene su ¡°movimiento transversal¡± de indignados, alentado desde su televisi¨®n de siempre, El Toro (la antigua Intereconom¨ªa, que cambi¨® de nombre pero no de estilo); y por otros medios de aire m¨¢s moderno, como el canal de Youtube Estado de Alarma, protagonizado por tertulianos activistas y pol¨ªticos en activo o retirados, como Rosa D¨ªez y Esperanza Aguirre.
Junto a asociaciones de nuevo cu?o, como la autodenominada Resistencia Democr¨¢tica, que se atribuye las caceroladas del barrio de Salamanca en Madrid, se han subido al carro grupos veteranos; entre otros la ultracat¨®lica Hazte O¨ªr y la Asociaci¨®n de Militares Espa?oles (AME), impulsora del manifiesto apolog¨¦tico de Franco que firmaron cientos de militares ya retirados.
Pero el riesgo de los movimientos transversales es que se te escapen de las manos. Mientras Santiago Abascal aplaude la ¡°revuelta de las mascarillas¡±, otros hablan de ¡°revoluci¨®n de las mascarillas¡±, convirtiendo as¨ª en revolucionario el movimiento de protesta de los barrios m¨¢s acomodados. Y Vox ha tenido que desmarcarse p¨²blicamente de los escraches protagonizados por algunos de sus hooligans en el domicilio del vicepresidente Pablo Iglesias o del ministro Jos¨¦ Luis ?balos; una pr¨¢ctica copiada del movimiento del 15-M, que la ultraderecha quiere ahora emular.
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