Sin noticias de Juan Carlos I en Abu Dabi
Un muro de silencio rodea la estancia del rey em¨¦rito en la capital de Emiratos ?rabes Unidos


Un muro de silencio rodea la estancia de Juan Carlos I en Emiratos ?rabes Unidos (EAU). Aunque la Casa Real ha confirmado que el rey em¨¦rito se halla en ese pa¨ªs ribere?o del golfo P¨¦rsico desde principios de agosto, no hay rastro suyo, nadie admite haberle visto y tampoco la prensa local ha mencionado su presencia. ?Es hu¨¦sped de su amigo el jeque Mohamed Bin Zayed, pr¨ªncipe heredero de Abu Dabi y gobernante de hecho de Emiratos? ?Se aloja en uno de sus palacios, o en el lujoso hotel cercano a la sede presidencial que ha frecuentado en el pasado?
¡°No se ha puesto en contacto, y yo tampoco¡±, conf¨ªa un alto funcionario extranjero a quien el rey sol¨ªa llamar en anteriores visitas. Don Juan Carlos ha sido un habitual de EAU en los ¨²ltimos a?os, en especial desde su abdicaci¨®n en 2014. En tres ocasiones ha acudido al Gran Premio de F¨®rmula 1 invitado por el jeque Mohamed, con quien comparte la afici¨®n a las carreras, y alguna m¨¢s ha estado en el pa¨ªs sin que se hiciera p¨²blico.
Los diplom¨¢ticos espa?oles consultados mantienen el m¨¢s absoluto silencio. Si saben algo, no lo cuentan. Para eso les entrenan, para que no se vayan de la lengua. ¡°La embajada no est¨¢ al corriente¡±, apunta una fuente. Las canciller¨ªas son informadas de los viajes de Estado. Pero este no lo es; se trata de un caso excepcional. ¡°No hay protocolos¡±, a?ade.
Tampoco Ronald, Farroukh o Amy, est¨¢n al tanto de la presencia del exmonarca espa?ol. Ni tienen por qu¨¦, aunque formen parte de los 2.500 empleados que atienden a los privilegiados clientes del Emirates Palace, el hotel en el que el diario Abc ha situado al rey em¨¦rito y en el que ya se hab¨ªa alojado antes. ¡°No informamos sobre nuestros clientes¡±, respondi¨® a una consulta de EL PA?S Anna Olsson, relaciones p¨²blicas del establecimiento.
¡°Es una pr¨¢ctica habitual que cuando los clientes piden privacidad no se les registre con su nombre¡±, conf¨ªa un veterano director de hoteles de lujo que ha trabajado en Emiratos. ¡°A menudo ni siquiera la gente que les atiende sabe de qui¨¦n se trata¡±, a?ade. Un prop¨®sito que resulta m¨¢s f¨¢cil de conseguir en un entorno tan multinacional como el emirat¨ª. Los miembros de la realeza europea no necesariamente son rostros familiares para los trabajadores filipinos, indios, africanos o chinos que se ocupan del servicio.
Adem¨¢s, en el Emirates Palace existe toda una planta reservada para invitados reales, el 8? piso del Palacio, como se conoce el edificio central del hotel. ¡°Tiene su propio personal y acceso directo desde el aparcamiento subterr¨¢neo¡±, explica Thao mientras muestra varias de las suites del s¨¦ptimo. Lo m¨¢s arriba que puede llegar el visitante que no est¨¦ alojado en una de las seis estancias ¡°de los gobernantes¡±. ¡°S¨ª, ahora hay alguien¡±, responde sin desvelar ni identidad, ni nacionalidad.
?Es el em¨¦rito? Dif¨ªcil de comprobar. A trav¨¦s del atrio no se ve ning¨²n movimiento. En las pel¨ªculas, polic¨ªas, periodistas o criminales siempre encuentran una chaqueta de camarero o un uniforme de doncella que les permiten llegar a su objetivo. En la vida real, eso est¨¢ descartado. Una mir¨ªada de c¨¢maras vigila cada rinc¨®n y sonar¨ªa la alarma antes de dar el segundo paso. Solo queda observar y eso es lo que esta corresponsal ha hecho durante 48 horas en busca de huellas de la presencia de don Juan Carlos o de sus acompa?antes. Y resulta complicado en una propiedad que se extiende sobre 100 hect¨¢reas de terreno.
Descartado un encuentro durante el desayuno (con toda probabilidad, a un rey se lo sirven en sus estancias) y con el spa cerrado por la covid-19, empieza el proceso de eliminaci¨®n. Ni en el gimnasio, ni en las cuatro pistas de tenis, ni en el campo de f¨²tbol cubierto hay rastro. Es improbable que el exmonarca acuda a alguna de las dos macro piscinas, llenas de familias durante el fin de semana local (viernes y s¨¢bado). Y los polic¨ªas que le acompa?an ?bajan a darse un ba?ito en sus horas libres? Un tipo con aspecto espa?ol (o al menos mediterr¨¢neo) tiene una tripita incompatible con el f¨ªsico asociado a los guardaespaldas, pero desaparece en cuanto se siente observado¡
Desde las ¡°suites de los gobernantes¡± se ve el peque?o puerto deportivo que es parte del complejo hotelero. Tal vez suscite la nostalgia del em¨¦rito, un apasionado navegante que reserv¨® su ¨²ltima noche antes de dejar Espa?a para su equipo de regatistas en Sanxenxo (Pontevedra). ?Le tentar¨¢ darse un paseo hasta all¨ª o por la playa privada del hotel, un arenal de un kil¨®metro largo? La temperatura no ayuda. M¨¢s que los 37 grados que a¨²n marca el term¨®metro a la puesta de sol, la humedad hace muy inc¨®moda la salida y est¨¢ el riesgo de ser reconocido.
¡°Si tiene que moverse, en un hotel no puede hacerlo sin que le vean; estar¨ªa m¨¢s resguardado en un palacio¡±, apunta un buen conocedor de la sociedad emirat¨ª y que como todos los entrevistados para este reportaje ha pedido que no se le identifique. Este interlocutor se muestra convencido de que sus anfitriones van a proteger al rey de las miradas indiscretas. Esa hospitalidad y el trato cultivado durante a?os con los gobernantes emirat¨ªes parecen haber influido en la decisi¨®n del em¨¦rito de trasladarse a EAU, una monarqu¨ªa absoluta con creciente peso regional, pero en el punto de mira de las organizaciones de derechos por su falta de libertades civiles y pol¨ªticas.
M¨¢s all¨¢ de la conveniencia de alejarse de Espa?a ante la intensa pol¨¦mica por las investigaciones sobre sus finanzas tanto en Espa?a como en Suiza, ni siquiera los m¨¢s mon¨¢rquicos aprueban el destino que ha elegido. ¡°La decisi¨®n se ha probado tan desacertada que solo cabe pensar que ha sido cosa suya, m¨¢s que de ning¨²n asesor¡±, reflexiona un observador pol¨ªtico. ¡°Claramente le gusta el sitio y se siente c¨®modo con los jeques; son gente hospitalaria, han acogido a otros exmandatarios en apuros y en su caso ni siquiera est¨¢ imputado¡±, a?ade.
El Emirates Palace no es el ¨²nico hotel en el que se ha hospedado Juan Carlos I durante sus visitas a Abu Dabi. Al menos en una ocasi¨®n lo hizo en el Four Seasons, de la isla de Maryah, parte del archipi¨¦lago sobre el que se levanta la capital de Emiratos ?rabes. All¨ª se encuentra uno de sus restaurantes favoritos, el 99 sushi bar, y no lejos, el Zuma, otro japon¨¦s donde se ha dejado ver en el pasado. Pero si ahora busca pasar desapercibido, resulta improbable que se acerque por all¨ª.
Es posible que el rey em¨¦rito est¨¦ durmiendo apenas unos pisos m¨¢s arriba de donde estoy escribiendo esta cr¨®nica. Antes de terminar, intento un ¨²ltimo truco. Redacto una nota dirigida a Su Majestad Juan Carlos I y le pido al conserje que se la haga llegar a ¨¦l o sus asistentes. ¡°No puedo aceptarla porque no est¨¢ aqu¨ª. Es una noticia falsa¡±, responde Islam, quien asegura que ha pasado mucha gente preguntando.
Un hotel como un palacio
Resulta dif¨ªcil no quedar impresionado por la imponente c¨²pula central que se cruza nada m¨¢s pasar la recepci¨®n del Emirates Palace. Incluso para quienes acceden directamente a las suites resulta visible desde el atrio. Su geometr¨ªa sintetiza el estilo arabesco del establecimiento inaugurado en 2005 tras una inversi¨®n de 3.000 millones de d¨®lares (unos 2.550 millones de euros al cambio actual). El propietario, el Gobierno de Abu Dhabi, quer¨ªa un alojamiento digno de reyes, que no tuviera nada que envidiar a los mejores hoteles del vecino Dub¨¢i.
Todo est¨¢ concebido para impresionar: los candelabros de cristales Swarovski, los m¨¢rmoles, los cortinajes, pero sobre todo los enormes espacios. Aunque en estos d¨ªas en que la pandemia ha reducido la clientela, ni siquiera los abundantes dorados evitan la sensaci¨®n de frialdad. Hasta la goma que sujeta la etiqueta para identificar los equipajes es dorada. Incluso la tarjeta magn¨¦tica que da acceso a las habitaciones tiene forma de onza de oro. Claro que no es previsible que los ocupantes de la planta octava necesiten una para alcanzar sus aposentos.
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