El palo del Poder Judicial
El mensaje que lanza el acuerdo del Poder Judicial es el de que ha sabido cumplir con una de sus funciones esenciales
Un principio general del arte de navegar, en el mar y en la vida en general, se?ala la necesidad de ¡°que cada palo aguante su vela¡±. Eso es lo que hizo el ¨®rgano de gobierno de los jueces al decidir este mi¨¦rcoles por amplia mayor¨ªa que hab¨ªa que proveer seis plazas importantes en el Tribunal Supremo. Ha aguantado su vela, al no dejar indefinidamente vacantes dichos cargos.
Lo ha hecho contra corriente, en un momento en el que uno de los principales problemas de la justicia ¡ªtan protagonista de la vida pol¨ªtica¡ª es el bloqueo del propio Consejo del Poder Judicial (CGPJ). Elegidos para cinco a?os, sus 21 miembros ¡ª20 vocales, m¨¢s su presidente, Carlos Lesmes¡ª llevan ya casi dos a?os de pr¨®rroga, sin que nada permita vislumbrar un pacto pol¨ªtico que signifique cumplir las previsiones constitucionales y renovar esta instituci¨®n. Produce cierto sonrojo que la Comisi¨®n Europea, el brazo ejecutivo de la UE, haya cuestionado la calidad democr¨¢tica de Espa?a por el retraso en esta renovaci¨®n, sin olvidar que en el mismo informe se alude a las estrechas relaciones entre el Gobierno y la Fiscal¨ªa General del Estado.
En este contexto, el mensaje que lanza el acuerdo del Poder Judicial es el de que ha sabido cumplir con una de sus funciones esenciales, como es la de garantizar el normal funcionamiento de los tribunales impidiendo que haya vac¨ªos indefinidos en su estructura. Si unos vocales que han terminado su te¨®rico mandato se ven en la tesitura de proveer determinadas plazas, arrebatando de alg¨²n modo esta competencia a sus sucesores, no es por propia voluntad. La raz¨®n de estos desfases hay que buscarla en la falta de acuerdo entre los partidos que podr¨ªan desbloquear la situaci¨®n.
Hay que tener en cuenta, adem¨¢s, que los nuevos cargos electos ¡ªtres presidencias de Sala y otros tantos puestos en la Sala Penal¡ª lo han sido con 19 de los 21 votos posibles. Casi un r¨¦cord, en un ¨®rgano plural, proclive a las divisiones. Tan alto grado de consenso se explica, en parte, como factor de rechazo a las presiones para que se mantuviera el largo periodo de bloqueo en los nombramientos. Seguramente, lo que inspir¨® a los impulsores de esta estrategia fue el convencimiento de que conven¨ªa aplicar uno de los principios generales de la mala pol¨ªtica, el que afirma que ¡°cuanto peor, mejor¡±. Si el derecho de huelga de los jueces se discuti¨® en su d¨ªa, no deber¨ªa serlo menos un supuesto derecho de huelga de los ¨®rganos constitucionales.
El acuerdo, por otra parte, es beneficioso por su propio contenido. Ha permitido situar en plazas clave del Tribunal Supremo a seis magistrados para los que los t¨¦rminos ¡°acreditado prestigio¡± no es una f¨®rmula ritual. Se trata de cuatro jueces progresistas y dos conservadores. Ojo al dato, que dir¨ªa el cl¨¢sico. Uno de los argumentos para criticar al Consejo actual es que con su mantenimiento se pretende prolongar el mandato de una mayor¨ªa conservadora. Quiz¨¢ al PP le anime este objetivo. Pero he aqu¨ª que esa mayor¨ªa ha tenido que avenirse a un pacto por el que ha dejado en manos de la izquierda judicial la presidencia de dos Salas del Supremo ¡ªla Social o laboral y la Militar¡ª y dos puestos en la Sala Penal. Al sector conservador, en cambio, le ha correspondido una presidencia ¡ªla de la Sala de lo Contencioso, muy importante¡ª, y una plaza en la Sala Penal. As¨ª, los votos en blanco de dos vocales progresistas son, sin duda, muy respetables, pero no puede decirse que el resultado obtenido sea contrario a sus propios intereses.
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