La vida en un juzgado de pueblo
Miriam Garc¨ªa, la ¨²nica juez de Almad¨¦n, relata con pasi¨®n un trabajo donde independencia y cercan¨ªa son fundamentales
La noche que la juez Miriam Garc¨ªa envi¨® a aquel hombre a prisi¨®n no pudo pegar ojo. Se trataba de un vecino del pueblo, padre de familia numerosa, en paro, al que conoc¨ªa desde hac¨ªa alg¨²n tiempo porque le estaba tramitando su proceso de divorcio. Aquel hombre ten¨ªa adem¨¢s una curiosa afici¨®n. Cuando se necesitaban voluntarios para formar una rueda de reconocimiento, all¨ª acud¨ªa ¨¦l. Se colocaba encantado junto al sospechoso y a otros figurantes de similar aspecto:
¡ªAs¨ª que cuando la Guardia Civil me propuso pincharle el tel¨¦fono por un asunto de drogas ¡ªexplica la juez¡ª y comprobamos que efectivamente estaba traficando, no me lo pod¨ªa creer. Un juez de pueblo puede llegar a tener un conocimiento muy grande del vecino al que le toca juzgar. Lo conoces en todas sus facetas, tanto para bien como para mal. A algunos los mandas a prisi¨®n sabiendo que, adem¨¢s de traficar, pegan a su mujer, tratan mal a su madre¡ Pero hay otros casos en los que dices jol¨ªn, tiene cuatro hijos, no tiene trabajo, le han ofrecido mucho dinero para que pase no s¨¦ cu¨¢ntos gramos de coca¨ªna y llega al juzgado derrumbado, dici¨¦ndote se?or¨ªa, me he equivocado¡ Pero lo tienes que enviar a la c¨¢rcel y esa noche no puedes conciliar el sue?o.
Miriam Garc¨ªa L¨®pez tiene 31 a?os y es natural de la localidad vizca¨ªna de Elorrio. Estudi¨® Derecho en la Universidad de Deusto y solo necesit¨® a?o y medio para prepararse y aprobar las oposiciones a juez ¡ªla media est¨¢ entre tres y cuatro a?os¡ª. En la escuela judicial de Barcelona conoci¨® al madrile?o Jos¨¦ Lara Astiaso y se hicieron novios. Ya han pasado siete a?os desde que ejercen como jueces. Durante un tiempo estuvieron adscritos a juzgados de Madrid. Ahora ella es la titular del ¨²nico juzgado de instrucci¨®n de Almad¨¦n y ¨¦l lleva uno de los tres de Puertollano, en la provincia de Ciudad Real. Tienen un hijo de cuatro a?os que el otro d¨ªa dibuj¨® la escena de un juicio ¡ªcon pap¨¢, mam¨¢ y un ladr¨®n¡ª y una ni?a de apenas tres meses. La juez est¨¢ todav¨ªa de baja maternal y, curiosamente, le ha tocado a su marido atender de forma provisional el juzgado de Almad¨¦n. Hay una pregunta que los dos responden r¨¢pidos y al un¨ªsono.
¡ª?Su trabajo real cumple las expectativas que ten¨ªan cuando estudiaban para ser jueces?
¡ªS¨ª, incluso las aumenta.
Es mediod¨ªa del jueves. En Madrid, Pablo Casado le est¨¢ zurrando de lo lindo a Santiago Abascal. Pedro S¨¢nchez y Pablo Iglesias observan el espect¨¢culo desde su rinc¨®n. Hace tiempo que la pol¨ªtica se practica en el cuadril¨¢tero y cualquier asunto se convierte en motivo de trifulca partidaria. Es el caso de la renovaci¨®n del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Desde hace tiempo, PSOE y PP pugnan a cielo abierto por controlar el ¨®rgano de gobierno de los jueces, una refriega que causa estupor en la carrera y puede provocar en la ciudadan¨ªa m¨¢s desconfianza sobre su imparcialidad. Es curioso, porque una encuesta muy reciente realizada por Metroscopia a instancias del CGPJ indica que el 99% de los jueces ¡ª2.902 mujeres y 2.439 hombres¡ª se sienten totalmente independientes para tomar decisiones, aunque un 83% da por descontado que todos los Gobiernos, sea cual sea su color, se preocupan m¨¢s por controlar a la judicatura que por ofrecerle los medios para que sea m¨¢s eficaz.
¡ªUn juez de pueblo como yo ¡ªexplica Miriam Garc¨ªa¡ª tiene dos formas de empezar el d¨ªa, dependiendo de si suena el tel¨¦fono o no. Si no suena, tienes tiempo de despertarte tranquila, llevar a tu hijo al colegio... Pero si, a eso de las siete de la ma?ana, te llama la Guardia Civil, el d¨ªa se precipita. Suele ser alguno de los delitos habituales: violencia de g¨¦nero o en el ¨¢mbito familiar ¡ªpadres contra hijos, hijos contra padres¡ª, un ladr¨®n al que han pillado in fraganti, alguien trapicheando con drogas... Vas al juzgado a la carrera, llamas a tu madre para que se encargue de los ni?os, tienes que suspender las cosas que ten¨ªas previstas o no suspenderlas y llegar a tu casa a las tantas de la tarde... A m¨ª el trabajo de juez de pueblo me gusta precisamente por eso, porque cada d¨ªa es una aventura. Un d¨ªa no sucede nada, pero al d¨ªa siguiente de repente dices: ?madre m¨ªa lo que ha pasado, ni en una novela negra!
La juez Garc¨ªa L¨®pez habla con pasi¨®n de su trabajo. De las operaciones antidroga cuidadosamente preparadas durante meses con la Guardia Civil, y tambi¨¦n de aquellas que dejan una herida profunda, imposible de borrar. ¡°Se me viene a la cabeza¡±, dice mirando a su marido, ¡°aquella operaci¨®n contra la pornograf¨ªa infantil. Ten¨ªamos indicios, pero no sab¨ªamos si ser¨ªan suficientes. Yo repet¨ªa a los agentes durante el registro: ?hemos encontrado algo? ?hemos encontrado algo? Y por fin lo encontramos. V¨ªdeos y fotos. Terribles. No se me olvidar¨¢n en la vida. Y el detenido que me mira y me pregunta intentando provocarme: ?usted no tiene un lado oscuro? Y tienes el impulso de decirle cualquier cosa, pero no lo haces, porque esa tiene que ser la grandeza del juez. Y tambi¨¦n la grandeza de nuestro sistema, que hace que el juez que juzga sea distinto al que instruye para evitar que la excesiva informaci¨®n que terminas acumulando durante la instrucci¨®n juegue en contra o a favor del acusado...¡±.
Hay una palabra recurrente en la conversaci¨®n. O tal vez dos. La primera es independencia. La segunda, cercan¨ªa. ¡°Al contrario que el fiscal, que s¨ª tiene un jefe jer¨¢rquico y consulta con ¨¦l las decisiones¡±, explica Miriam Garc¨ªa, ¡°el juez esta solo, es independiente. Y un juez de pueblo adem¨¢s es alguien muy cercano, alguien a quien las v¨ªctimas de un robo vienen a verlo, entran en el despacho y te dicen: se?or¨ªa, no entiendo por qu¨¦ usted ha dejado libre al que desvalij¨® mi casa mientras estaba en la boda de mi hija. Alguien que sabe que solo tiene que aplicar la ley, pero que le gustar¨ªa a veces llamar al legislador y decirle qu¨¦ hago con esta mujer de 60 a?os que tengo aqu¨ª sentada, que su marido le ha pegado desde la noche de bodas y que te dice: yo lo ¨²nico que quiero es irme a mi casa, se?or¨ªa, que mi coraz¨®n dice una cosa y mi cabeza otra... Es tremendo. El legislador tendr¨ªa que poner el foco en esas mujeres que no se atreven, y se van, y yo no puedo hacer nada¡±.
Todo eso y mucho m¨¢s es el d¨ªa a d¨ªa en un juzgado de pueblo. La juez Garc¨ªa L¨®pez no lo cambiar¨ªa por nada del mundo. Tan lejos de Madrid y tan cerca de la gente.
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