¡°A pap¨¢ lo buscaron hasta matarlo¡±: medio siglo de correspondencia entre una madre y su hijo en el exilio
Los miles de cartas dieron paso a cintas de casete que se enviaron por correo cuando Mar¨ªa Fern¨¢ndez-Grandizo se qued¨® pr¨¢cticamente ciega. Un relato en audio de las vidas rotas que dej¨® el franquismo
Para Mar¨ªa Fern¨¢ndez-Grandizo, los dos a?os que pas¨® en la c¨¢rcel fueron los m¨¢s felices de su vida tras la guerra. Se lo confes¨® no una, sino mil veces a su familia. ¡°All¨ª estuvo rodeada de gente que tambi¨¦n era antifranquista y con la que pod¨ªa charlar a gusto¡±, cuenta su hijo Manuel Laguna. Fuera, la represi¨®n de la dictadura la fue dejando cada vez m¨¢s sola: en agosto de 1936 fusilaron a su padre, en noviembre a su marido y cuando ella sali¨® de la prisi¨®n, mediados los a?os cincuenta, Manuel pas¨® clandestinamente la frontera con Francia y acab¨® exiliado en M¨¦xico.
¡°Soy consciente de que la vida de mi madre fue una aut¨¦ntica tragedia¡±, se?ala Manuel Laguna en una entrevista realizada en Ciudad de M¨¦xico. En 1954, Manuel se meti¨® en el maletero de un coche en San Sebasti¨¢n y no sali¨® de ¨¦l hasta dejar atr¨¢s Ir¨²n. A partir de entonces madre e hijo no pararon de escribirse. Mar¨ªa le envi¨®, al menos, las 1.547 cartas que este exiliado de 87 a?os todav¨ªa conserva en su casa de San Luis Potos¨ª (a 400 kil¨®metros al norte de Ciudad de M¨¦xico). Cada semana recib¨ªa una y ¨¦l mandaba otra de vuelta. As¨ª durante m¨¢s de 30 a?os, hasta que Mar¨ªa se qued¨® pr¨¢cticamente ciega.
Las cartas las transformaron entonces en una correspondencia hablada. Cambiaron la tinta por la voz y pasaron a grabarse casetes que luego enviaban por correo. Empezaron a finales de los ochenta y no dejaron de hacerlo hasta 2003, cuando esta farmac¨¦utica extreme?a muri¨® a los 101 a?os en una residencia de ancianos de Madrid, pese a la enorme resistencia que opuso a acabar en un asilo.
La vida de Mar¨ªa (1901-2003) estuvo marcada por 1936 y por su profesi¨®n. Sus d¨ªas pasaron tras el mostrador de la farmacia que regentaba en la calle del Pr¨ªncipe en Madrid y, antes, en la de Llerena (Badajoz), de la que todav¨ªa se conservan carteles en los que se ofrecen ¡°an¨¢lisis gratuitos para enfermos pobres¡±. Incluso en la c¨¢rcel, se visti¨® la bata blanca y trabaj¨® en la enfermer¨ªa, lo que tambi¨¦n puede explicar que no se le hicieran tan duros los a?os tras las rejas.
La crueldad de la guerra, la obsesi¨®n por evitar ir a la residencia y las historias de aquellas farmacias aparecen recurrentemente en los cientos de cintas que cruzaron el Atl¨¢ntico. Muchas fueron reutilizadas, pero Manuel guarda intactas 61 horas de grabaci¨®n, que acaban de ser digitalizadas y en las que Mar¨ªa echaba irremediablemente la vista atr¨¢s. ¡°De las cosas que he vivido en el ¨²ltimo a?o no encuentro nada que merezca la pena recordar. No queda otra soluci¨®n que recurrir a historias pasadas¡±, cuenta en una de ellas, grabada en 1995. Se traslada hasta los ¨²ltimos recuerdos que conservaba de su padre y su marido y relata con claridad c¨®mo cambi¨® su car¨¢cter el 13 de julio de 1936, con el asesinato de Jos¨¦ Calvo Sotelo, diputado y ministro de la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Como se?ala Mar¨ªa en esta cinta de 1997, conocieron la noticia en Rota (C¨¢diz), donde veraneaban, y en ese momento supieron que la reconciliaci¨®n en Espa?a era imposible: cinco d¨ªas despu¨¦s empez¨® la guerra.
A partir de entonces, la vida de Mar¨ªa Fern¨¢ndez-Grandizo poco tuvo que ver con la que hab¨ªa tenido hasta ese momento. Su padre, abogado y alcalde republicano de Llerena, fue fusilado en esta localidad el 16 de agosto, un d¨ªa despu¨¦s de que los militares le dieran el pase¨ªllo en la plaza aprovechando que todo el municipio se hab¨ªa reunido para celebrar la fiesta de su patrona, la Virgen de la Granada. Meses despu¨¦s, el 7 de noviembre, el disparo a sangre fr¨ªa de un militar iba dirigido contra su marido, Zacar¨ªas Laguna, tambi¨¦n abogado y gobernador civil de Badajoz, que muri¨® en Ronda (M¨¢laga). Lo mataron a pesar de que poco antes se hab¨ªa unido a las filas franquistas para redimir su militancia republicana. ¡°Esto lo hago por nuestros hijos¡±, le dijo en una carta a Mar¨ªa.
¡°De un solo disparo en las sienes cay¨® a tierra¡±
Cuarenta y tres a?os despu¨¦s, el cura que presenci¨® el fusilamiento de Zacar¨ªas Laguna record¨® el instante en el que recibi¨® ¡°un disparo en las sienes y cay¨® a tierra¡±. Se lo cont¨® a Manuel en una carta en 1980 que daba respuesta a la petici¨®n que le hab¨ªa hecho este desde M¨¦xico. Aquel 7 de noviembre, reci¨¦n ordenado sacerdote, acudi¨® a la c¨¢rcel para asistir a los detenidos y encontr¨® a Zacar¨ªas ¡°muy abatido y ensimismado¡±. Se subi¨® al cami¨®n que traslad¨® a los presos a la puerta del cementerio de Ronda (M¨¢laga), le prest¨® a Zacar¨ªas una silla y un crucifijo e hicieron la comuni¨®n espiritual. Poco despu¨¦s alguien tir¨® de su brazo para apartarlo y dispararon.
A?os antes de aquella carta, el sacerdote le comunic¨® a Mar¨ªa Fern¨¢ndez-Grandizo la muerte de su esposo y los enseres que les hab¨ªa dejado: una maleta con las cartas que durante meses no pudo enviar a su mujer, una pluma estilogr¨¢fica y un texto ¡°para los peques cuando sepan leer¡±. Tras conocer la noticia, Mar¨ªa fue a verlo a Sevilla empe?ada en conocer los detalles de la muerte de su esposo y las horas previas a su asesinato frente a aquella tapia.
A Mar¨ªa Fern¨¢ndez-Grandizo le atormentaba no haber encontrado la forma de que su marido escapara. Se preguntaba una y otra vez si no hubieran podido trasladarse a Madrid en los primeros d¨ªas de la guerra o si su esposo deber¨ªa no haberse movido de C¨¢diz donde su amistad con el gobernador civil podr¨ªa haberle servido de protecci¨®n. Tambi¨¦n guardaba intacto en su memoria aquel ¡°no se descuide¡± que les espet¨® a ella y a su marido un desconocido cuando paseaban por la calle poco despu¨¦s de comenzar la contienda.
En las grabaciones no deja de darle vueltas a esa frase y a las decisiones que tomaron cuando empez¨® la guerra, pero al mismo tiempo justifica el camino que tom¨® su esposo. En su relato, se empe?a en preservar la memoria de Zacar¨ªas ante Manuel y su otro hijo, Emilio, con quien Mar¨ªa vivi¨® casi toda su vida en Madrid. ¡°Viv¨ªa confiado y no por inconsciencia y comodidad sino porque probablemente se aten¨ªa estrictamente a lo que la vida le fuera ofreciendo¡±, le dice a su hijo en una grabaci¨®n de enero de 1997.
Tras la muerte de su padre y su marido, Mar¨ªa tuvo que seguir despidi¨¦ndose de los suyos. Poco tiempo despu¨¦s del comienzo de la guerra, envi¨® a Manuel y a su hermano gemelo Emilio al internado Ramiro de Maeztu, en Madrid, ante el ambiente de represi¨®n y rencor que asfixi¨® Llerena. La vida les dio un respiro a partir de 1945, aunque no por mucho tiempo. Ese a?o los tres lograron reunirse de nuevo en Madrid, pero siete a?os despu¨¦s la polic¨ªa llam¨® un d¨ªa a la puerta de su casa. Mar¨ªa, Manuel y Emilio fueron detenidos el 7 de diciembre de 1952 y trasladados a la Direcci¨®n General de Seguridad (DGS) por dar cobijo y acudir a algunas de las reuniones de su primo Manuel Fern¨¢ndez-Grandizo, Munis, y sus compa?eros trotskistas. En la sede de la DGS, en la Puerta del Sol de Madrid, permanecieron semanas incomunicados. ¡°No volv¨ª a saber nada ni de mi hermano ni de mi madre hasta el 1 de enero¡±, cuenta Manuel.
Emilio Laguna qued¨® en libertad poco despu¨¦s, a Mar¨ªa la condenaron a dos a?os de c¨¢rcel y Manuel huy¨® de Espa?a y fue declarado en paradero desconocido. Aprovech¨® un permiso para escapar y a partir de entonces, adem¨¢s de la muerte, a Mar¨ªa la rode¨® el exilio.
¡°Para que los polic¨ªas de la frontera no se dieran cuenta de que hab¨ªa mucho peso en la cajuela [maletero], hinchamos las llantas [ruedas] de la parte de atr¨¢s un poco m¨¢s de lo normal. Decidimos pasar un domingo porque pensamos que los guardias iban a estar preocupados por el resultado de la Real Sociedad-Atl¨¦tico de Madrid. Nosotros solo escuch¨¢bamos el griter¨ªo de los que estaban siguiendo el partido por la radio¡±, rememora Manuel Laguna.
As¨ª, con 20 a?os y sin haber podido acabar la carrera de Letras, cruz¨® la frontera en el maletero de un coche. Pas¨® una temporada en Francia, otra en Ciudad de M¨¦xico y acab¨® en una f¨¢brica de ron de Ciudad Valles, una localidad del Estado de San Luis Potos¨ª de la que apenas sab¨ªa nada antes de llegar. Ahora, con 87 a?os, cuatro hijos, seis nietos y dos bisnietos rebobina en su memoria y repite varias veces durante la entrevista: ¡°Realmente no s¨¦ si mi historia tiene algo de particular y le va a resultar ¨²til¡±. Han pasado 67 a?os desde que tom¨® un avi¨®n de h¨¦lices desde Francia para poner un pie en el continente americano y ya no queda casi rastro madrile?o o extreme?o en su acento. Aunque Espa?a qued¨® muy atr¨¢s en el tiempo, todav¨ªa es capaz de viajar ocho horas de autob¨²s para asistir al concierto que el pasado diciembre dio Joan Manuel Serrat en Ciudad de M¨¦xico.
El ¨²ltimo cumplea?os de Manuel Laguna
El de 1936 fue el tercer y ¨²ltimo cumplea?os que celebr¨® Manuel sin volver la vista al pasado. Al d¨ªa siguiente de esa celebraci¨®n comenz¨® la guerra en Espa?a y la persecuci¨®n a su familia. Estuvo mucho tiempo sin ni siquiera festejarlo y no volvi¨® a soplar unas velas hasta que pasaron bastantes a?os desde su llegada como exiliado a M¨¦xico.
Sorteaba los 9.000 kil¨®metros que le separaban de su madre gracias a estos casetes que hubieran quedado almacenados en una estanter¨ªa de no ser por la digitalizaci¨®n de las cintas con las que la hija de Manuel, Alicia Laguna, junto a la compa?¨ªa Teatro L¨ªnea de Sombra, est¨¢n montando una exposici¨®n en Llerena. Desde Ciudad de M¨¦xico preparan una muestra y una pieza esc¨¦nica para recuperar la memoria y hablar de ¡°la palabra en tr¨¢nsito y el exilio¡±, cuenta.
Las grabaciones permiten colarse en la intimidad de una familia y advertir solo por el cambio en el registro de la voz, la evoluci¨®n de la vejez en Mar¨ªa. En ellas, el d¨ªa a d¨ªa de una madre y un hijo se mezcla con las historias de represi¨®n del franquismo, cuyas consecuencias Mar¨ªa sufri¨®, no solo hasta 1975, sino hasta el final de sus d¨ªas: la separaci¨®n de su hijo se alarg¨® durante medio siglo, aunque se vieron varias veces desde que Manuel lleg¨® a M¨¦xico.
Ese sufrimiento de toda una vida queda reflejado en los casetes que Mar¨ªa enviaba hasta San Luis Potos¨ª. La tristeza inund¨® las grabaciones que luego Manuel devolv¨ªa rodeadas de an¨¦cdotas y vitalidad. Trataba de tirar del hilo de la felicidad. A pesar del exilio, la c¨¢rcel y los fusilamientos. A pesar de que, a partir de 1936, Mar¨ªa se fue quedando cada vez m¨¢s sola. Y estas cintas fueron durante m¨¢s de 15 a?os el asidero para tratar de sobrellevar el dolor y tomar impulso para mirar de frente al futuro.
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