De turistas ucranios a refugiados de guerra
Los primeros ciudadanos de Ucrania que se han quedado varados en Espa?a enfrentan ya los problemas del sistema de acogida
Hace menos de una semana la familia Nemchuk estaba tomando el sol en una playa de arena negra de Lanzarote. Hab¨ªan encontrado unos billetes muy baratos, as¨ª que Anastasiia y Alex cerraron su casa de madera en Odesa, a orillas del mar Negro, y dejaron al loro y al rottweiler con unos amigos para irse de vacaciones con sus cinco hijos. ¡°Quer¨ªamos ense?arles el oc¨¦ano Atl¨¢ntico¡±, cuenta la madre. Anna, la mayor, de 15 a?os, insisti¨® en llevarse su viol¨ªn y ensayar para una audici¨®n que ten¨ªa en abril, pero sus padres, cargados de trastos, la convencieron: ¡°Venga, es solo una semana, ya ensayar¨¢s a la vuelta¡±. Pero estall¨® la guerra.
La familia, con las mejillas a¨²n sonrojadas por el sol, est¨¢ hoy en un centro de acogida para refugiados del Ayuntamiento de Madrid. Pasaban por la capital con la idea de alquilar una autocaravana y pasearse por Toledo, pero al aterrizar en Barajas, el pasado d¨ªa 24, justo con el comienzo de la ofensiva rusa, su aerol¨ªnea les inform¨® de que su vuelo estaba cancelado. Sus tarjetas de cr¨¦dito comenzaron a fallar y se les agot¨® el dinero.
Los m¨¢s peque?os, de dos, cuatro, ocho y diez a?os, corretean por el recinto ajenos a todo, pero el matrimonio, un ingeniero y una fisioterapeuta dedicada a sus hijos, est¨¢ a¨²n en estado de shock. Les cost¨® un par de d¨ªas asumir que no volver¨ªan a casa. De hecho, a¨²n no lo han asumido. ¡°Poco a poco estamos asimilando que esto no van a ser unos d¨ªas. Sab¨ªamos que hab¨ªa problemas, pero no pod¨ªamos imaginarnos una guerra¡±, mantiene Anastasiia, de 36 a?os. ¡°No sabemos muy bien qu¨¦ vamos a hacer. No s¨¦ si vamos a ser refugiados, ?hace dos d¨ªas ¨¦ramos turistas!¡±, a?ade. ¡°?Qu¨¦ locura!¡±, exclama su marido, de 57, llev¨¢ndose las manos a la cabeza.
Los Nemchuk, as¨ª como decenas de compatriotas que ya est¨¢n varados en diferentes ciudades espa?olas, son unos de los primeros ucranios de los que Espa?a tiene que ocuparse. Pero que la primera palabra que hayan aprendido en espa?ol sea ¡°cita¡± da una idea del reto que supondr¨¢ estirar un sistema al que hace tiempo le han estallado las costuras.
La cita, el primer tr¨¢mite que hacen todos los solicitantes de asilo para registrar ante la polic¨ªa que buscan protecci¨®n, no existe. Al menos en Madrid. La p¨¢gina, con informaci¨®n solo en castellano, se cuelga y la gente navega de un enlace a otro desesperada. Dimitri, un joven ucranio, que huy¨® desde Rusia cuando estall¨® el conflicto, aparece con su m¨®vil con la p¨¢gina del Ministerio del Interior abierta. ¡°No hay, no se puede, no s¨¦ como hacerlo¡±, se queja.
El atasco burocr¨¢tico que afrontan hoy los ucranios es el que llevan meses sorteando el resto de potenciales refugiados, latinoamericanos en su mayor¨ªa. De las 350 personas que el lunes estaban en este y en otros dos centros municipales, m¨¢s del 80% no hab¨ªa conseguido a¨²n hacer la entrevista que formalmente les da acceso a los recursos de acogida estatales. Y adem¨¢s el 36% ni siquiera existe para el sistema porque sin citas no han podido registrar que quieren pedir asilo. Sin la entrevista, Migraciones suele hacer una excepci¨®n y acoge, pero sin el registro de la voluntad de pedir asilo, que tambi¨¦n depende de Interior, no se da la plaza.
Si Marina no tuviese dos hijos de cinco y nueve a?os volver¨ªa andando a Ucrania. A luchar, si hiciese falta, asegura. Esta cajera de una gasolinera, de 37 a?os, se debate entre la culpabilidad y el alivio. Su marido, que trabaja en una farmacia, les regal¨® unas vacaciones en Madrid y ahora ellos est¨¢n aqu¨ª y ¨¦l obligado a incorporarse a una milicia armada que protege su ciudad, Irpin, en la provincia de Kiev. ¡°Me siento culpable porque quiero acompa?arle, pero me alegro de que mis ni?os est¨¦n protegidos¡±, explica.
Tampoco ella se imagin¨® que comenzar¨ªa una guerra. ¡°Tenemos un conflicto desde 2014, pero yo no me met¨ªa con la pol¨ªtica. Me paso el d¨ªa trabajando y ocupada en cuidar de mis hijos y la casa. Ni en sue?os podr¨ªa imaginarme esto¡±, explica. ¡°Su hotel estaba pagado hasta el d¨ªa 26 y, ya sin techo y sin apenas dinero, se sent¨® en el banco de un parque a llorar. Una mujer se acerc¨® y aunque no se entend¨ªan llam¨® a Emergencias. El Samur la llev¨® al centro de acogida. Al preguntarle por sus planes, rompe a llorar. Primero, porque teme no volver a ver a su marido. Despu¨¦s, por qu¨¦ no tiene idea de qu¨¦ pasos seguir. ¡°No s¨¦ qu¨¦ hacer, dijeron que iban a ayudarme, pero aqu¨ª est¨¢n todos muy ocupados. No s¨¦ sacar esa cita¡±.
Objetivo: agilizar las acogidas
Est¨¢ previsto que este jueves el Consejo Europeo active por primera vez la directiva de protecci¨®n temporal para acoger ucranios que huyen a ra¨ªz del conflicto. La norma permitir¨¢ dar autorizaciones de residencia y trabajo de forma inmediata, sin que sea necesario iniciar el largo proceso del asilo y una yincana por las citas, pero el Gobierno, seg¨²n fuentes conocedoras del proceso, a¨²n no sabe c¨®mo hacerlo. Y hay discrepancias. Mientras que hay sectores de la Administraci¨®n que abogan por ofrecer tr¨¢mites autom¨¢ticos para evitar tapones; otros defienden que se a?adan procesos de filtrado como entrevistas. No est¨¢ claro tampoco a¨²n c¨®mo afectar¨¢ a los ucranios a los que les pill¨® la guerra mientras viajaban como turistas o por trabajo. La acogida, tambi¨¦n garantizada por la directiva europea, ser¨¢ otro cuello de botella.
La propia existencia de este centro municipal de 300 camas, en un ¨¢mbito que es competencia nacional, es el reflejo de la saturaci¨®n con la que Espa?a afronta este reto in¨¦dito. El Ayuntamiento de Madrid abri¨® este lugar a comienzos de 2020 despu¨¦s de meses en los que decenas de familias latinoamericanas que buscaban asilo acabaran durmiendo a la intemperie porque el sistema no pod¨ªa atenderlas. No era un recurso permanente, pero sigue abierto ¡ªy lleno¡ª hasta hoy. En noviembre, el alcalde Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez-Almeida acab¨® escribiendo una carta al ministro Jos¨¦ Luis Escriv¨¢, con quien tiene buena relaci¨®n, para recordarle que su ministerio tardaba ¡°cada vez m¨¢s¡± en asumir la acogida de los solicitantes. Una media de 75 d¨ªas, en vez de los 15 pactados. La carta aceler¨® las derivaciones, pero no tanto como le gustar¨ªa al Ayuntamiento.
Ayuntamientos y comunidades aut¨®nomas entregar¨¢n una relaci¨®n de plazas que pueden ofrecer, para que a su vez Espa?a informe a la Uni¨®n Europea de sus capacidades. Pero la pol¨ªtica de brazos abiertos que en momentos como este se pregona en los medios es mucho m¨¢s compleja ¡ªy menos generosa¡ª cuando hay que ponerla sobre el papel. De momento, la Secretar¨ªa de Estado de Migraciones, que afronta este momento con poco m¨¢s de 150 camas libres, ha anunciado la apertura inmediata de 500 plazas en Madrid. Migraciones no descarta que haya que abrir hoteles. La capital incluso contempla habilitar polideportivos.
Cae la noche del lunes en el centro de acogida y decenas de personas peregrinan hasta la cocina para recoger las cestas de alimentos para la cena. Los ucranios se despiden ansiosos por m¨¢s informaci¨®n que pueda aclararles su futuro en Espa?a. En la puerta, con el fr¨ªo ya calando en los huesos, Pedro, su mujer y sus dos hijos, venezolanos reci¨¦n llegados a la capital buscando refugio, preparaban unas mantas para pasar la noche a la intemperie.
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