Viaje a la playa de Santander en el tren de los domingueros
Cientos de personas recurren anualmente a un ferrocarril que conecta Valladolid y los pueblos castellanos con la costa c¨¢ntabra
Unos se van al mar y otros vienen de resaca. Los domingos veraniegos por la ma?ana son momentos en los que la humanidad exhibe sus distintos conceptos de ocio. Dan las siete y media en la estaci¨®n de ferrocarril de Valladolid y, mientras unos h¨¦roes del s¨¢bado vagan como almas en pena tras refrescarse de noche, unos viajeros se preparan para hacerlo de d¨ªa con sombrillas, toallas y neveras port¨¢tiles. Familias con ni?os, parejitas felices, matrimonios mayores o grupos de colegas recurren al tren playero, que lleva casi 30 veranos conectando cada fin de semana la meseta con Santander, ida y vuelta en el d¨ªa, para huir de la meseta. La jornada implica bocatas y chapuzones para amortizar las ocho horas de convoy, testigo de energ¨ªas matinales y cabezadas nocturnas con salitre en la piel tras exprimir cada minuto junto al Cant¨¢brico.
El estruendo que hace temblar las lega?as lo pone el peque?o Marcos, un remolino de tres a?os que berrea su plan cuando, a las 7.45, arranca la locomotora: ¡°?A la playa!¡±. Sus padres, Flor Chao y Rodrigo Cano, de 37 y 40 a?os, r¨ªen cuando el ni?o, serio, ofrece sus billetes al periodista crey¨¦ndolo revisor. Al recibir un ¡°?Todo en orden!¡± vuelve el ¨¦xtasis pensando en sus manguitos y un cocodrilo hinchable. ¡°Llevamos ensalada, bocadillos, sand¨ªa y refrescos¡±, recitan los adultos, am¨¦n de mil cachivaches infantiles. Los padres, hosteleros cuyas libranzas apenas coinciden y las aprovechan para escaparse al litoral, pagan 40 euros ida y vuelta cada uno, que no abonan por su hijo, para evitar el coche. Como ellos, Renfe alude a un ¡°p¨²blico muy fiel¡± y recoge que en 2021 transport¨® a 3.183 personas, con la pandemia presente. De 2020 no hay datos por este motivo y en 2019 se vendieron 3.747 billetes de estos trenes regulares operativos todo el a?o, adaptados al horario playero en julio y agosto para viajeros con intereses bien distintos a los habituales.
Los vallisoletanos Alexis S¨¢ez y Carlos Frutos, de 21 y 26 a?os, expresan la tesis de la mayor¨ªa de los viajeros: lo eligen para no conducir, no perder tiempo buscando aparcamiento y ahorrar gasolina. Los pasajeros, que ven c¨®mo el verde gana al amarillo seg¨²n aparecen las cordilleras, paran en las palentinas Venta de Ba?os, Palencia, Fr¨®mista, Osorno, Herrera de Pisuerga, Alar del Rey, Aguilar de Campoo y en las c¨¢ntabras Mataporquera, Reinosa y Torrelavega antes de Santander. Pasear por el tren muestra los m¨¢s estrafalarios estampados en camisas de manga corta, atuendo oficial de dominguero, y permite escuchar conversaciones m¨¢gicas como la de una pareja que charla animosamente de las Ep¨ªstolas a Lucilio de S¨¦neca mientras aguantan estoicamente otros parloteos mundanos. En Palencia, a las 8.23, montan cuatro colegas que renunciaron a la fiesta del s¨¢bado para aprovechar la excursi¨®n. Rosana Conde, Isabel Pedrosa, Jenifer Mart¨ªnez y David Gonz¨¢lez, de entre 20 y 22 a?os, combinan chanclas de los Chicago Bulls con ropa de f¨²tbol americano sin olvidar ¡°lo importante: la cerveza¡±. Tambi¨¦n llevan merienda, naipes o un frisbee, pero no crema solar, como descubrir¨¢n luego.
Estos amigos creen que el trayecto de cuatro horas de ida y cuatro de vuelta se hace largo, pero a falta de veh¨ªculo propio bueno es el ferrocarril. A Adelino Andr¨¦s, de 59 a?os, en cambio, le encanta. Imposible ser neutral sobre este tren en movimiento, pues ¨¦l trabaja en Renfe, que le permite ejecutar su plan costero: ¡°Me tumbo y me quedo quieto¡±. Este fiel usuario deber¨¢ anotar que, por obras de Adif, el servicio se prestar¨¢ por carretera los dos ¨²ltimos fines de semana de agosto.
El traqueteo termina a las 11.29 en Santander, acariciados por la brisa marina. Entonces comienza el ¨¦xodo hacia los arenales. La playa de la Magdalena recibe a las comitivas y S¨¢ez y Frutos pronto compiten al Uno, uno de esos juegos diab¨®licos que pueden afianzar una relaci¨®n en una bonita jornada de mar o erosionarla si el azar es esquivo y el ganador se recochinea de sus ¡°+4¡å. Los novios aprovechan los 25 grados para achucharse, un aproximamiento f¨ªsico inviable en los t¨®rridos mediod¨ªas pucelanos.
La sabidur¨ªa del grupo palentino les permite atrincherarse en una de las pocas zonas con sombra, donde corren las birras entre protestas: ¡°?El agua est¨¢ muy fr¨ªa!¡±. Los ba?adores muestran tatuajes creados por Gonz¨¢lez, un artista con la piel llena de tinta y valorado por su gente. El tobillo de una de sus amigas lo acredita con un ¡°No te enamores de m¨ª¡± que no se sabe si es un consejo o una amenaza. Los bocadillos y el tiempo vuelan y Mart¨ªnez observa desde la orillita los ¨²ltimos ba?os de sus colegas, a los que ella, friolera, renuncia. Bien le vendr¨ªa la energ¨ªa de Marcos, que a unos cientos de metros luce ba?ador con cangrejos mientras doma a su inseparable cocodrilo en las charcas que deja la marea descendente. Pronto har¨¢ amistades atra¨ªdas por el saurio de pl¨¢stico y retar¨¢ el aguante de sus progenitores, a quienes avisa de tiburones: ¡°?He visto una aleta!¡±. Lo que les faltaba a esos santos padres.
Los viajeros acuden puntuales al and¨¦n para, a las 20.21, dejar atr¨¢s el mar. El sol cae mientras el convoy regresa a la llanura y avisa del fin de este par¨¦ntesis veraniego. Adelino Andr¨¦s celebra que aparte de disfrutar de la horizontalidad ha visto el antiguo t¨²nel ferroviario santanderino de Tetu¨¢n. La parejita antes citada dedica el regreso a arrumacos y m¨¢s Uno sin acabar en tragedia. Despu¨¦s de la playa llega el peaje para el grupo de Palencia, naranjas como los Risketos que meriendan tras demasiadas horas al sol sin la ahora a?orada protecci¨®n. Siempre queda vacilar con las toallas como mantas contra el aire acondicionado polar: ¡°?Tus pies parecen cangrejos!¡±. El vag¨®n de Marcos sigue marcado por su poder¨ªo, que ha arruinado la esperanza de sus padres de que se durmiera, exhausto. Ellos ya planean la pr¨®xima escapada ferroviaria. Por fin, pasada la medianoche, 17 horas despu¨¦s, los pasajeros arrastran las chanclas hacia el asfalto y la rutina mientras los pulmones del ni?o siguen mostrando vigor. El verano, sobre todo para quien no trabaja los lunes con arena a¨²n en el pelo, se lleva dentro.
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