Interior reduce en tres a?os a menos de la mitad el n¨²mero de presos clasificados como peligrosos
La cifra de reclusos en primer grado penitenciario o r¨¦gimen cerrado pasa de los 995 de finales de 2018 a los 480 actuales
El n¨²mero de reclusos clasificado en primer grado penitenciario por su peligrosidad se ha reducido a menos de la mitad en poco m¨¢s de tres a?os. De los 995 internos que hab¨ªa en el llamado r¨¦gimen cerrado a finales de 2018, se ha pasado, a finales de septiembre, a 480, seg¨²n los datos facilitados por el Ministerio del Interior en respuesta al Portal de Transparencia y actualizados por EL PA?S en fuentes penitenciarias. La ley penitenciaria se?ala que esta modalidad de cumplimiento, la m¨¢s severa, est¨¢ pensada para ¡°los penados calificados de peligrosidad extrema o para casos de inadaptaci¨®n¡± a la vida penitenciaria y supone ¡°un mayor control y vigilancia¡±, as¨ª como la imposibilidad de disfrutar de beneficios como los permisos. ¡°La permanencia de los internos destinados a estos centros ser¨¢ por el tiempo necesario hasta tanto desaparezcan o disminuyan las razones o circunstancias que determinaron su ingreso¡±, a?ade la norma.
Las fuentes penitenciarias consultadas coinciden en se?alar que el acusado descenso se explica, en parte, por el cambio de la pol¨ªtica penitenciaria con los presos de ETA tras el anuncio de su disoluci¨®n en mayo de 2018. En aquel momento hab¨ªa 209 reclusos etarras en primer grado (el 88% de los 245 miembros de la banda encarcelados en Espa?a). En la actualidad, no hay ninguno. A esto se suma el descenso de la poblaci¨®n reclusa en las c¨¢rceles dependientes de Interior ¨DCatalu?a y Pa¨ªs Vasco tienen transferidas la gesti¨®n de los centros penitenciarios en sus territorios¨D que ha pasado en ese periodo de 50.521 a los 46.953 actuales.
Instituciones Penitenciarias se?ala un tercer elemento: el impulso dado en 2019 al Programa de Intervenci¨®n con Internos en R¨¦gimen Cerrado, cuyo objetivo es facilitar la reinserci¨®n de los reclusos m¨¢s peligrosos. En vigor desde 2010, este protocolo hab¨ªa estado en ¡°hibernaci¨®n¡± pr¨¢cticamente desde entonces, apuntan fuentes penitenciarias. Con su reactivaci¨®n, un buen n¨²mero de presos en primer grado ha pasado en estos tres a?os al segundo, en el que est¨¢ la mayor parte de la poblaci¨®n reclusa y que, entre otros beneficios, abre la puerta a conseguir permisos. Lourdes Gil, coordinadora de Tratamiento y Gesti¨®n Penitenciaria, destaca que ¡°uno de los objetivos del actual equipo directivo de Instituciones Penitenciarias era, precisamente, reducir el n¨²mero de internos sometidos al r¨¦gimen cerrado¡±. Otro era fomentar el acceso de presos al tercer grado o semilibertad. En su ¨²ltimo informe, el Defensor del Pueblo hab¨ªa pedido a Interior ¡°incidir en la preparaci¨®n para la progresi¨®n de grado de las personas clasificadas en primer grado¡± con el fin de ¡°facilitar la normalizaci¨®n del cumplimiento de la condena y la estancia en prisi¨®n y la preparaci¨®n para la vida en libertad¡±.
Las estad¨ªsticas facilitadas por Interior reflejan los efectos este cambio. Entre 2012 y 2018, el n¨²mero de presos en primer grado estuvo siempre en torno al millar, con un m¨ªnimo de 931 en el primer a?o de ese periodo y un m¨¢ximo de 1.030 en 2017. Es a partir de 2019, ya con Fernando Grande-Marlaska al frente del ministerio, cuando esta cifra comienza a descender. As¨ª, los 995 de finales de 2018 pasaron un a?o despu¨¦s a ser 822. A finales de 2020 la cifra era de 654. Un a?o m¨¢s tarde, 495 y en mayo pasado, 455, para repuntar ligeramente en los ¨²ltimos meses a los actuales 480, de los que 14 son mujeres, seg¨²n datos oficiales. Su distribuci¨®n entre c¨¢rceles es irregular. La que m¨¢s internos de este perfil acoge es el Centro Penitenciario de Puerto I (C¨¢diz), con 60 presos. Le siguen la c¨¢rcel de A Lama (Pontevedra), con 32; y las de Teixeiro (A Coru?a) y Mansilla de las Mulas (Le¨®n), con 31 en cada una. Hay 29 en la de La Moraleja (Palencia) y 28, en la de Estremera (una de las siete prisiones de Madrid). Otras 25 c¨¢rceles tienen, al menos, un interno en primer grado.
Flori Pozuelo, responsable del ?rea de Programas Espec¨ªficos de Tratamiento en Instituciones Penitenciarias, defiende el impulso dado al programa que ha llevado a que un 70% de los 480 internos en primer grado participen en el mismo. Durante el mismo, que es voluntario y dura una media de seis meses, estos reclusos toman parte en actividades terap¨¦uticas, culturales y deportivas que buscan ¡°que tengan una convivencia normalizada con el resto de la poblaci¨®n reclusa. Se intenta evitar que un interno se cronifique en primer grado durante a?os¡±, a?ade. Esta visi¨®n es respaldada por Jos¨¦ y Juan, dos funcionarios de la prisi¨®n de Villabona (Asturias) y que ahora imparten cursos a compa?eros de otras c¨¢rceles. Ambos coinciden en se?alar que en este centro, donde en la actualidad hay 14 de estos internos, m¨¢s del 90% se ha apuntado al programa en estos a?os y que esto se ha traducido en una reducci¨®n de la conflictividad: ¡°Hay menos incidentes y los que hay son menos graves¡±.
Desde los sindicatos ponen en duda los beneficios del acusado descenso. Francisco Llamazares, presidente de la Asociaci¨®n Profesional de Funcionarios de Prisiones (APFP), cree que estos resultados del programa para presos peligrosos no reflejan la realidad y buscan ¡°vender el producto a la sociedad y bajar las estad¨ªsticas. Para saber si los programas [de reinserci¨®n] han funcionado con este perfil de internos habr¨ªa que hacer una revisi¨®n peri¨®dica durante los pr¨®ximos 10 a?os para ver qui¨¦n ha vuelto a delinquir y qui¨¦n no¡±, a?ade. En la misma l¨ªnea se manifiesta Jos¨¦ Ram¨®n L¨®pez, m¨¢ximo responsable de ACAIP-UGT, el sindicato mayoritario, para quien, si bien estos programas ¡°son necesarios¡±, considera que Interior maquilla las cifras: ¡°Jugar con la estad¨ªstica es muy peligroso, ya que, por reducir el n¨²mero de internos en primer grado, se progresa a quienes no cumplen el perfil, presos inadaptados que aumentan la conflictividad en los m¨®dulos de r¨¦gimen de vida ordinaria¡±.
Una c¨¢rcel dentro de la c¨¢rcel
Funcionarios de prisiones describen los módulos donde cumplen sus condenas los presos en primer grado como "una cárcel dentro de la cárcel" por regirse por normas mucho más estrictas que aquellos en los que están recluidos el resto de internos. La instrucción de Instituciones Penitenciarias que recogía el programa de tratamiento para estos reclusos también detalla las restricciones, actualmente en vigor, que se les aplica en el día a día a estos presos según se encuentren en los departamentos "especiales" o en los "cerrados". Los primeros son aún más rigurosos, aunque en ambos existen normas comunes. Así, todos los internos son cacheados cada vez que entran o salen de sus celdas, que a su vez es registrada diariamente. No se les permite tener en estas más que "la ropa y enseres mínimos necesarios para el uso diario". El tiempo de patio es menor al del resto de presos, aunque nunca podrá ser inferior a las tres horas. El resto de tiempo deben pasarlo en su celda, donde realizarán las tres comidas.
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