El ¡®asesinato del rellano¡¯: el vecino obsesionado que mat¨® a Mar¨ªa Jes¨²s Cruz ¡°por los ruidos¡±
Un electricista de 63 a?os acuchill¨® a su vecina de 56 en Vigo. Confes¨® que la mat¨® porque le molestaban los ruidos de las cacerolas y la m¨²sica. Pero el m¨®vil del crimen pudo ser otro
El presidente de la comunidad de vecinos del edificio n¨²mero 70 de la calle Zamora, de Vigo, recibi¨® a principios de octubre una carta manuscrita de uno de los inquilinos m¨¢s antiguos del inmueble, Pablo P., de 63 a?os, un electricista prejubilado por su hipertensi¨®n cr¨®nica, en la que dejaba claro las desavenencias con su vecina de al lado, Mar¨ªa Jes¨²s Cruz, de 56, empleada de una empresa de limpieza. ¡°Ya no aguant¨® m¨¢s, los ruidos me ponen nervioso¡±, dec¨ªa en la misiva. Dos semanas despu¨¦s, la mujer fue hallada muerta en el rellano de su piso, con varias cuchilladas en el t¨®rax, y ¨¦l, su incomodado vecino, confes¨® el crimen.
El presunto atacante ha ingresado en prisi¨®n por un supuesto delito de asesinato con alevos¨ªa, despu¨¦s de prestar declaraci¨®n ante la jueza de guardia que se encarg¨® de instruir las diligencias preliminares. Las primeras hip¨®tesis que baraja la polic¨ªa en torno al m¨®vil de la agresi¨®n es que el detenido se hab¨ªa obsesionado con la v¨ªctima, a la que en los ¨²ltimos cuatro meses acosaba con insistentes notas y avisos en las que le recriminaba que los ruidos que hac¨ªa dentro de su casa le pon¨ªan nervioso.
La v¨ªctima, oriunda de un peque?o pueblo de Ourense y madre de una hija, ten¨ªa ocupado pr¨¢cticamente todo el d¨ªa con un empleo como operaria de limpieza y ¨²ltimamente trabajaba en el supermercado Alcampo de la ciudad. Hab¨ªa perdido la vista en un ojo, por lo que hab¨ªa solicitado ayuda a la Once. Su presunto agresor viv¨ªa solo desde hace a?os tras haberse separado de su mujer, con la que ten¨ªa dos hijos. Llevaba mucho tiempo de baja por enfermedad laboral y estaba a punto de jubilarse, seg¨²n contaba en los bares donde han comentado de ¨¦l que era ¡°algo raro y solitario¡±.
En un edificio con una planta de oficinas y donde una mayor¨ªa de inquilinos est¨¢n de paso (muchos son inmigrantes), pocos conoc¨ªan la verdadera relaci¨®n que hab¨ªa entre Pablo y Mar¨ªa Jes¨²s desde que ella se cambi¨® de piso hace aproximadamente a?o y medio y se instal¨® en la planta donde viv¨ªa su potencial agresor. La v¨ªctima le hab¨ªa comentado a una vecina que este le dejaba constantemente notas debajo de la puerta en las que le advert¨ªa que los ruidos que hac¨ªa cuando cocinaba o escuchaba m¨²sica le molestaban.
La polic¨ªa sigue investigando el m¨®vil del crimen y ha interrogado al vecindario, donde hay opiniones de todo tipo sobre cu¨¢l pudo ser el verdadero desencadenante. Incluso algunos testigos apuntan a que entre ambos no siempre hubo una mala relaci¨®n y que Pablo pudo sentirse rechazado por Mar¨ªa Jes¨²s, porque hace tiempo se les hab¨ªa visto juntos por la calle y en una cafeter¨ªa.
Estaba obsesionado con ella
Ha pasado casi una semana desde que las sirenas de varios coches policiales alteraron una tranquila y lluviosa tarde-noche de domingo. En el edificio de esta c¨¦ntrica calle de Vigo, aparentemente, la vida sigue igual, aunque en el barrio los vecinos siguen consternados con el crimen de Mar¨ªa Jes¨²s. ¡°A¨²n no nos lo creemos¡±, dice Mar¨ªa del Carmen mientras espera el autob¨²s en compa?¨ªa de otras dos mujeres. ¡°Conoc¨ªa a los dos y ¨¦l no me parec¨ªa un asesino, pero ya ves, la violencia sale de repente y le toc¨® a esta pobre mujer que tampoco se lo esperaba, si no ya hubiera marchado de ah¨ª¡±, comenta.
¡°?l estaba esperando a que Mar¨ªa Jes¨²s regresara; eran pasadas las nueve de la noche, y seguramente ella ven¨ªa de dejar la basura en el contenedor. Entonces la atac¨® con un cuchillo de cocina¡±, comenta otra vecina. ¡°Lo vieron cuando sal¨ªa del piso de la pobre chica como si nada¡±. ¡°?Menuda sangre fr¨ªa hay que tener!¡±, apostilla.
Pablo recorri¨® varias cafeter¨ªas del barrio antes de regresar a su casa la noche de perpetrar el crimen, aunque no ten¨ªa fama de bebedor entre el vecindario. Ser¨ªan las 8.30 cuando subi¨® y esper¨® a que su vecina Mar¨ªa Jes¨²s entrara en su piso. Una hora despu¨¦s, aproximadamente, se oyeron gritos de socorro que alertaron a los vecinos m¨¢s pr¨®ximos. Uno de ellos, el primero en llegar al rellano del pasillo, vio a la mujer en el suelo y al presunto asesino cuando enfilaba la puerta de su casa con sangre en las manos. ¡°Se chup¨® un dedo y dijo que estaba muerta¡±, le coment¨® a los agentes.
En el escenario del crimen, la polic¨ªa se encontr¨® una zapatilla de la v¨ªctima cerca de la puerta donde las llaves estaban todav¨ªa puestas. Dentro yac¨ªa el cuerpo de Mar¨ªa Jes¨²s boca abajo, con varias incisiones en el cuerpo, principalmente en el t¨®rax. Los investigadores creen que el ataque se produjo por detr¨¢s, en el momento que la v¨ªctima abri¨® la puerta, por lo que a ella no le dio tiempo a reaccionar ni tuvo ninguna posibilidad de defenderse.
A continuaci¨®n, Pablo P. fue detenido sin oponer resistencia ni negar la autor¨ªa del crimen. Al d¨ªa siguiente volvi¨® esposado al piso donde viv¨ªa con la comitiva judicial y agentes de la Polic¨ªa Cient¨ªfica para registrar sus pertenencias y recoger pruebas, como la ropa que el imputado llevaba en el momento de la agresi¨®n.
Por el delito de asesinato con la agravante de alevos¨ªa, el detenido se enfrenta a una condena de 20 a?os de c¨¢rcel. Los investigadores tratan de determinar si el acoso al que el presunto asesino hab¨ªa sometido a la v¨ªctima podr¨ªa tener connotaciones machistas, ya que no tiene que mediar una agresi¨®n sexual para considerarlo un caso de violencia de g¨¦nero, seg¨²n las fuentes consultadas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.