¡°Volveremos a intentar saltar la valla de Melilla¡±
Cientos de sudaneses supervivientes de la tragedia del 24 de junio malviven en las calles de Marruecos a la espera de otra oportunidad para intentar cruzar la frontera
¡°Volver¨¦ a intentarlo, aunque s¨¦ lo que significa. En junio cont¨¦ unos 25 cad¨¢veres solo en una parte de la valla, pero si regreso a Sud¨¢n del Sur me espera un destino peor. No veo alternativa. Lo intentar¨¦ las veces que haga falta. Toda mi vida si es preciso¡±.
John Maruot, sursudan¨¦s de 25 a?os, de religi¨®n cristiana, es uno de los supervivientes de la tragedia del pasado 24 de junio, en la que al menos 23 migrantes perdieron la vida, la mayor¨ªa aplastados o asfixiados, mientras intentaban saltar la valla de Melilla¡± para entrar en Espa?a.
Lleva ocho meses en Marruecos tras vagar cinco a?os por el norte de ?frica desde que sali¨® de Yuba, la capital de Sud¨¢n del Sur. Mira a uno y otro lado con inquietud mientras relata su peripecia en un parque de Rabat. Dice percibir un profundo rechazo de los paseantes en ese distrito acomodado de la capital marroqu¨ª. ¡°Los marroqu¨ªes no nos quieren aqu¨ª¡±, remacha.
Ha declinado la invitaci¨®n para conversar en la terraza de un caf¨¦: prefiere un lugar m¨¢s discreto. ¡°El due?o llamar¨¢ a la polic¨ªa, como de costumbre¡±, alega. Le acompa?an los sudaneses Osm¨¢n Al¨ª, de 22 a?os, y Yamal Yaher, de 27, que tambi¨¦n participaron en el dram¨¢tico salto a la valla. Otros inmigrantes vigilan en los alrededores por si se presentan las fuerzas de seguridad.
John y Osm¨¢n aseguran que la polic¨ªa espa?ola les devolvi¨® a Marruecos el 24 de junio, tras haber recorrido decenas de metros en territorio espa?ol al otro lado de la valla que rodea la ciudad de de Melilla. El primero recibi¨® golpes en la cabeza. El segundo se hiri¨® en una pierna. El tercero del grupo, Yamal, hab¨ªa sido interceptado por los gendarmes en territorio marroqu¨ª.
¡°Luego nos llevaron a Uchda [al este] y nos dejaron tras la frontera argelina, pero regresamos de inmediato a Marruecos. Si volvemos a nuestros pa¨ªses estamos muertos¡±, relata John, que aparenta ser el l¨ªder del grupo.
Malviven en las afueras de Rabat entre seis decenas de subsaharianos, casi todos compatriotas. ¡°La polic¨ªa se presenta cada noche a las cuatro o las cinco de la madrugada para identificarnos. Quienes solo tenemos documentos de la ONU nos arriesgamos a ser detenidos y deportados a la frontera de Argelia¡±, explica. ¡°Nos quitan las mantas. Nos rompen los papeles de Naciones Unidas en la cara y nos detienen con malos tratos¡±, denuncian los tres.
¡°Los vecinos de los barrios populares son los ¨²nicos que nos ayudan. Nos traen algo de comida y ropa de abrigo¡±, agrega John, mientras sus compa?eros asienten. Dej¨® a sus seis hermanos menores en un campo de refugiados en Uganda ¡ªsu madre muri¨® y de su padre no tiene noticias¡ª antes de emprender un peligroso periplo por el norte de ?frica: Egipto, donde permaneci¨® tres a?os, Libia y Argelia. ¡°Se ofrec¨ªan a embarcarnos para cruzar hasta Europa, pero no ten¨ªamos dinero¡±, rememora. ¡°Y otros subsaharianos nos revelaron que las mafias les hab¨ªan dejado en tierra tras haberles cobrado miles de euros¡±.
Todos vinieron hace semanas a Rabat. ¡°Aqu¨ª est¨¢n las oficinas del ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados). Son los ¨²nicos que nos reconocen¡±, se?alan, mientras muestran la documentaci¨®n que les reconoce como refugiados procedentes de zonas en conflicto o demandantes de asilo. ¡°El ACNUR no hace nada m¨¢s. No tiene d¨®nde acogernos. Nos dicen que esperemos. Pero en Marruecos no tenemos futuro¡±, advierten.
El miedo se refleja en sus miradas. Caminan muy r¨¢pido y evitan detenerse mucho tiempo en el mismo lugar. Temen ser siempre los primeros en ser identificados si pasa la polic¨ªa. ¡°Si en tus papeles pone que eres sudan¨¦s, est¨¢s acabado¡±, lamentan.
Yamal dej¨® una esposa y dos hijos en su pa¨ªs en 2018. Osm¨¢n sali¨® de all¨ª en 2020 para ayudar a sus seis hermanos. Ambos llevan casi un a?o en Marruecos. Dicen hablar en representaci¨®n de un amplio grupo oculto en la periferia de Rabat. ¡°No tenemos otra opci¨®n que dirigirnos hacia Espa?a, hacia Europa, antes de poder traer a nuestras familias¡±, justifican la obstinaci¨®n por llegar a Ceuta o Melilla, ¡°pero ahora estamos atrapados y tampoco podemos regresar a nuestra tierra¡±.
Admiten que alcanzar las ciudades aut¨®nomas espa?olas es ahora muy peligroso. ¡°Te pueden detener en cualquier parte. En una carretera, en una estaci¨®n de autobuses¡±, aseguran. ¡°Nos tratan como animales. No como a ser humanos. Solo si alguien nos lleva hasta all¨ª podremos saltar a Espa?a¡±, zanjan.
Los entre 2.000 y 3.000 migrantes irregulares sudaneses en Marruecos se sienten, como Maruot y sus compa?eros, abandonados a su suerte. ¡°No podemos ir al hospital. No tenemos acceso a medicinas. No nos dejan ganarnos la vida con nuestro trabajo, a pesar de contar con la documentaci¨®n de la ONU¡±, desgrana el refugiado sursudan¨¦s un memorial de agravios. Sus compa?eros admiten que en Libia la vida era a¨²n peor, y que en Argelia tambi¨¦n resultaba dif¨ªcil sobrevivir.
¡°Tenemos que salir de aqu¨ª como sea¡±, tercia Osm¨¢n. ¡°En Marruecos no me siento seguro. No reconocen nuestros derechos. Nos arrojan a las calles, a dormir al raso. Nos expulsan a golpes de casas en ruinas¡±, concluye.
Necesitar¨ªan contar con al menos 3.500 euros por persona para intentar llegar en patera hasta Canarias, como el tambi¨¦n sudan¨¦s Yusef Abu Obaida, de 25 a?os. Dos meses despu¨¦s del salto a la valla de Melilla, ¨¦l alcanz¨® las costas de Lanzarote. Desde all¨ª se dirigi¨® hasta Sevilla y m¨¢s tarde recal¨® en Par¨ªs, desde donde conversa por tel¨¦fono. ¡°Acabo de recibir la documentaci¨®n de residencia como refugiado durante un a?o, pero a¨²n no puedo trabajar¡±, explica Abu Obaida, quien aspira a estudiar en la capital francesa para convertirse en int¨¦rprete.
Su testimonio ha formado parte del documental Muerte en la frontera, emitido la semana pasada por la BBC. ¡°Llegu¨¦ a cruzar las vallas de Melilla, y entr¨¦ en Espa?a, pero la Guardia Civil me expuls¨® por la fuerza de nuevo a Marruecos¡±, condensa su peripecia en la avalancha de junio. ¡°Salim, unos de mis mejores amigos, desapareci¨® el 24 de junio. No he vuelto a saber nada de ¨¦l¡±.
¡°Ahora estoy bien. Mi vida en Marruecos era un infierno. Ten¨ªamos muchos problemas con la polic¨ªa. ¡®No sois nadie, no sois humanos¡¯, nos dec¨ªan los agentes entre golpes y empujones¡±, afirma. ¡°En cada ciudad nos expulsaban, como si fu¨¦ramos animales¡±, recuerda. Despu¨¦s del salto de Melilla, Yusef fue trasladado a Agadir (m¨¢s de mil kil¨®metros al sur por carretera). De esa ciudad portuaria pudo salir para emprender despu¨¦s la traves¨ªa hacia Canarias. ¡°Unos senegaleses me ayudaron a cruzar en barco hasta Lanzarote¡±, se limita a aclarar ahora. ¡°Intent¨¦ pedir asilo en Marruecos, pero a los sudaneses no nos respetan en ese pa¨ªs. Por eso queremos ir a Europa. Mis amigos solo me cuentan malas noticias sobre su vida en Marruecos¡±.
La Organizaci¨®n Internacional para las Migraciones y el ACNUR han recordado a los Estados tras la tragedia de la valla de Melilla la necesidad de respetar los derechos fundamentales de los migrantes. Ambas organizaciones subrayan la importancia de encontrar ¡°soluciones duraderas¡± para las personas desplazadas para prevenir los ¡°intentos de paso peligrosos¡±.
El Gobierno de Marruecos define como violentos a los grupos de inmigrantes sudaneses. Los acusa de haber empleado ¡°t¨¦cnicas de guerra¡± en la avalancha del 24 de junio y de estar ¡°habituados a los enfrentamientos¡±. El Ministerio del Interior marroqu¨ª consider¨® el suceso como un ¡°acto premeditado de una violencia no habitual¡±. El tr¨¢nsito de migrantes en situaci¨®n irregular, de j¨®venes procedentes de pa¨ªses en conflicto o con guerras recientes, es visto por Rabat como un problema de ¡°seguridad p¨²blica¡±.
¡°Marruecos no va a cambiar su pol¨ªtica de firmeza en la contenci¨®n de la inmigraci¨®n irregular porque ha recibido el respaldo de la Uni¨®n Europea y de Espa?a para que controle las fronteras del sur de la UE, sobre todo con Ceuta y Melilla¡±, analiza Khadija Inani, responsable del ¨¢rea de inmigraci¨®n de la Asociaci¨®n Marroqu¨ª de Derechos Humanos (AMDH). ¡°En nuestra organizaci¨®n pensamos que se va a instrumentalizar la cuesti¨®n de la inmigraci¨®n para demandar m¨¢s apoyo financiero de la UE¡±, agrega. ¡°No hay voluntad real de cambio. Marruecos no tiene un sistema legislativo de asilo, a pesar de que ha ratificado la Convenci¨®n de Ginebra [de 1951 sobre refugiados y demandantes de asilo]. Y los refugiados van a intentar siempre ir hacia el norte para acogerse a ese derecho¡±.
Inani considera que el contexto marroqu¨ª actual est¨¢ caracterizado por la regresi¨®n en materia de derechos humanos en general, a la vista de la detenci¨®n de periodistas y comunicadores, incluso de ciudadanos que escriben en las redes sociales y que son encausados. ¡°La restricci¨®n del espacio de la sociedad civil tiene repercusiones muy negativas sobre los inmigrantes¡±, advierte.
Ibrahim, de 24 a?os, tambi¨¦n es un refugiado sudan¨¦s en Marruecos. Prefiere ocultar su apellido y comunicarse a trav¨¦s de WhatsApp desde la ciudad costera de Casablanca, adonde lleg¨® hace apenas cuatro d¨ªas desde Beni Melal, en el interior rural del pa¨ªs. ¡°Las autoridades espa?olas me arrestaron [tras atravesar la valla de Melilla] y me devolvieron a Marruecos¡±, relata con voz nerviosa a trav¨¦s de un tel¨¦fono m¨®vil prestado por otra persona. ¡°Si se hacen p¨²blicos los v¨ªdeos [del 24 de junio] se podr¨¢ comprobar que muchos atravesamos la frontera y entramos a fondo en territorio espa?ol¡±.
¡°Cuando llegu¨¦ a Marruecos por primera vez, en 2021, nos persegu¨ªan las fuerzas de seguridad, pero ahora nos est¨¢n tratando como a criminales. Sin piedad. Si eres sudan¨¦s, est¨¢s perdido¡±, define su situaci¨®n y la de sus compatriotas indocumentados. ¡°Solo tengo los documentos [de refugiado] de la ONU. A veces sale alg¨²n trabajillo en la construcci¨®n o recogiendo fruta. Pagan entre 50 y 70 dirham, no m¨¢s de 100 (nueve euros) por d¨ªa, a veces por jornadas de hasta 12 horas¡±, describe la penuria de su vida cotidiana. Se aloja en una infravivienda semiderruida en las afueras de la mayor urbe marroqu¨ª, como si durmiera al raso.
¡°Quiero irme. Espa?a es nuestra ¨²nica salida. En patera es muy caro. No tenemos m¨¢s remedio que volver a saltar la valla [de Ceuta o Melilla] una y otra vez. Es mejor morir intent¨¢ndolo que volver a Sud¨¢n¡±, resume el sentimiento compartido por la gran mayor¨ªa de los sudaneses en Marruecos. ¡°Si vuelvo a mi pa¨ªs, mi vida no vale nada¡±, sentencia cuatro a?os despu¨¦s de haberlo abandonado. ¡°Los documentos que nos da la ONU son papel mojado¡±, solo sirven para malvivir. ¡°Nadie me ha ayudado en Marruecos. Cada d¨ªa que sigo aqu¨ª es como si fuera mi ultimo d¨ªa¡±, apostilla.
Ibrahim precisa que uno de sus compa?eros en el salto permaneci¨® encarcelado m¨¢s de un mes en Nador. Pero luego fue liberaron. ¡°S¨¦ que otros han recibido condenas de c¨¢rcel¡±, confirma con desesperaci¨®n despu¨¦s de haber pasado un a?o en Marruecos, m¨¢s de dos en Egipto y varios meses en Libia y Argelia. ¡°Cre¨ªa que aqu¨ª las cosas iban a ir mejor, pero todo est¨¢ siendo igual de peligroso. La ONU no hace nada por nosotros¡±, responsabiliza a la comunidad internacional.
Mohamed Am¨ªn Abidar, presidente de la Asociaci¨®n Marroqu¨ª de Derechos Humanos en Nador, puntualiza que los presos juzgados por el salto a la valla de Melilla han sido 96, 28 de ellos por el Tribunal de Apelaciones, para las acusaciones m¨¢s graves, y el resto por el de Primera Instancia. Suman 300 a?os de c¨¢rcel en total. ¡°En lugar de juzgar a los traficantes de seres humanos, se ha procesado a los inmigrantes¡±, cuestiona. ¡°Siempre hemos defendido que los demandantes de asilo deben ser tratados como v¨ªctimas y no como delincuentes. En estos procesos no se han respetado los derechos de los demandantes de asilo y de los inmigrantes¡±, afirma Abidar.
Responsabilidad compartida
El activista sostiene que, en cierta manera, los juicios han servido para dar una imagen distinta sobre lo que realmente ha pasado. ¡°Espa?a y Marruecos intentan criminalizar a los inmigrantes cuando se producen tentativas de entrada en la frontera¡±, argumenta el responsable de la AMDH en Nador, ¡°pero nuestros abogados han seguido el proceso desde el primer d¨ªa y han observado irregularidades en los atestados de la polic¨ªa judicial marroqu¨ª, que no reflejaban las declaraciones de los inmigrantes, efectuadas en ocasiones en ausencia de int¨¦rprete¡±. Anticipa que se van a revisar todos los casos en los que los testimonios no han quedado bien detallados para estudiar si se recurren ante un tribunal superior.
¡°Es necesario que Espa?a entregue las im¨¢genes tomadas desde sus c¨¢maras [en la valla de Melilla] para que se pueda hacer justicia¡±, completa sus declaraciones desde Nador. ¡°Lo contrario implica ocultar la realidad y escapar a las responsabilidades, cuando se ha utilizado la violencia contra los inmigrantes. Y hay una responsabilidad compartida entre Marruecos y Espa?a, as¨ª como con la UE¡±, asevera.
En la actualidad, en los alrededores de Nador y Melilla no hay inmigrantes que quieran seguir intentando cruzar la frontera, seg¨²n confirman los observadores de la ONG marroqu¨ª defensora de los derechos humanos. ¡°Toda la zona est¨¢ militarizada. Y los migrantes tampoco tienen medios para llegar hasta aqu¨ª¡±, puntualiza el presidente de la AMDH en la provincia rife?a.
El despliegue de fuerzas de seguridad, detalla, es masivo tras la normalizaci¨®n de relaciones entre Marruecos y Espa?a, en marzo de este a?o, a ra¨ªz del giro dado por el Gobierno espa?ol al abandonar la posici¨®n de neutralidad en el conflicto del S¨¢hara Occidental. ¡°Lo que ocurri¨® el 24 de junio en la valla de Melilla fue el reflejo de esa normalizaci¨®n¡±, remata Abidar. ¡°Solo esperamos que la UE pueda encontrar una soluci¨®n humanitaria para la situaci¨®n inhumana que sufren estos inmigrantes¡±.
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