Las heridas sin cerrar en Marruecos tras la tragedia de Melilla: ¡°Nunca podremos salir de aqu¨ª¡±
La mayor¨ªa de los 470 migrantes sudaneses que fueron rechazados desde Espa?a en el asalto a la valla malviven sin futuro en el pa¨ªs magreb¨ª, que ha sellado las fronteras con las ciudades aut¨®nomas y reforzado la vigilancia sobre las pateras
Assam Y., de 26 a?os, un mec¨¢nico que dej¨® Sud¨¢n hace cinco a?os para huir de la muerte o de un porvenir incierto se resigna: ¡°Llevo m¨¢s de dos a?os en Marruecos y temo que no podremos salir nunca de aqu¨ª¡±. Sombr¨ªo y tempranamente maduro a pesar de su juventud, parece estar de vuelta de todo en la vida. Rodeado de un peque?o clan de refugiados subsaharianos con los que malvive al raso, se oculta para hablar tras unos contenedores de basura en las inmediaciones de la principal estaci¨®n de autobuses de Casablanca. Todos participaron hace un a?o en el asalto a la valla de Melilla, en la que perdieron la vida al menos 23 personas, aunque las principales ONG humanitarias elevan hasta 37 la cifra de v¨ªctimas mortales y a 76 la de desaparecidos. Eran casi dos millares los que intentaron irrumpir por el puesto fronterizo del Barrio Chino de Melilla. Una cuarta parte logr¨® penetrar en territorio espa?ol, pero la mayor¨ªa fueron devueltos a suelo marroqu¨ª. ¡°Utilizaron todas las formas de violencia contra nosotros, muchos no pudieron resistirlo¡±, asegura Assam, que muestra una cicatriz en la frente causada, seg¨²n dice, por un golpe con la porra de madera de un agente marroqu¨ª.
La mayor¨ªa de los 470 migrantes que lograron entrar en la ciudad aut¨®noma de Melilla por la fuerza en el salto a la valla fueron devueltos sin procedimiento legal a Marruecos. Ahora vagan por las calles del pa¨ªs magreb¨ª, sobre todo por el ¨¢rea metropolitana de Casablanca, la capital econ¨®mica. Junto a Assam, el obrero de la construcci¨®n Yussuf H., de 27 a?os, se expresa con gesto serio, enmarcado con una barba cerrada. ¡°No quer¨ªa dejarme matar en mi pa¨ªs y casi pierdo la vida aqu¨ª¡±, reflexiona. Como otros de sus compa?eros, huy¨® hace siete a?os del servicio militar obligatorio en un pa¨ªs en conflicto. Su viacrucis le hizo atravesar Egipto, Libia y Argelia antes de llegar a Marruecos e intentar al menos en dos ocasiones saltar la valla fronteriza de Melilla.
Para todos ellos, como Al¨ª S., de 25 a?os, la supervivencia es muy dif¨ªcil en la periferia de ciudades como Casablanca o Rabat, en la costa atl¨¢ntica, o en el ¨¢rido interior de Benimelal, o las zonas agr¨ªcolas del sur del pa¨ªs, como las que rodean Agadir. El pasado d¨ªa 19, Al¨ª desgranaba junta a la gran estaci¨®n de autobuses de Casablanca un sentimiento compartido de frustraci¨®n. Con las fronteras de Ceuta y Melilla selladas para la inmigraci¨®n irregular, ha pensado en subirse a una patera. ¡°Necesitar¨ªa muchos a?os de trabajo para conseguir los m¨¢s de 5.000 euros que nos piden¡±, alega. Sus compa?eros reconocen que al menos ellos siguen vivos. A otros los perdieron para siempre en la valla de Melilla. El infierno en vida les espera, sin embargo, cotidianamente, en sus noches sobre colchones sucios y h¨²medos, o sobre el mismo suelo. Con el temor siempre de despertar a golpes si son sorprendidos por la polic¨ªa.
El Ministerio del Interior de Marruecos se?ala que solo 40 sudaneses han retornado voluntariamente a su pa¨ªs en los ¨²ltimos 12 meses, seg¨²n informa Efe. M¨¢s de 1.400 sudaneses se inscribieron al programa en 2022, pero el estallido de un nuevo conflicto en abril de este a?o en Sud¨¢n ha obligado a suspender los planes de repatriaci¨®n. En 2023, las autoridades marroqu¨ªes no han detectado ning¨²n intento de aproximaci¨®n a la frontera de Melilla. El pasado 14 de abril, aseguraron haber contenido la irrupci¨®n de unos 150 subsaharianos en la frontera de Ceuta.
Muchos de los refugiados sudaneses que saltaron la valla de Melilla hace un a?o reclaman ahora una v¨ªa de visados para no tener que arriesgar la vida en las verjas de Ceuta o Melilla o atravesando el mar hacia territorio espa?ol. Buscan poner a prueba la legislaci¨®n espa?ola sobre asilo en un momento en el que el Gobierno defiende que hay f¨®rmulas para entrar de forma legal en Espa?a. Pero los migrantes consideran que es una v¨ªa muerta, sin salida, en la que solo pierden tiempo y dinero en tr¨¢mites costosos y eternos, sin que les garantice la opci¨®n de solicitar asilo de forma efectiva.
Por ahora, como en el caso del sudan¨¦s Basir (nombre ficticio para proteger su identidad), que lo solicit¨® hace seis meses en la Embajada en Rabat, la Administraci¨®n espa?ola est¨¢ gestionando la posibilidad de pedir protecci¨®n en delegaciones diplom¨¢ticas en el extranjero de forma restrictiva y discrecional. El pasado febrero, la mayor¨ªa de grupos parlamentarios, ¡ªcon el voto en contra de PSOE y Unidas Podemos¡ª, abogaron porque se trasladara al joven Basir a Espa?a. El Gobierno a¨²n no ha respondido a esta propuesta parlamentaria no vinculante, para que pueda viajar con visado hasta Espa?a a fin de solicitar asilo de forma oficial.
Los sudaneses viven atemorizados en los alrededores de la estaci¨®n de autobuses de Casablanca. Est¨¢n amenazados por la deportaci¨®n a Argelia, cuyas fronteras con Marruecos est¨¢n cerradas, o el alejamiento hacia las provincias m¨¢s perif¨¦ricas de Marruecos. O, simplemente, con la c¨¢rcel, junto con los 87 sudaneses condenados a penas de entre uno y tres a?os de prisi¨®n por su implicaci¨®n en el asalto a la valla de Melilla del a?o pasado. Tambi¨¦n, confiesan en voz baja que volver¨¢n a intentar saltar la valla cuando lo crean de nuevo posible. ¡±No vemos otra alternativa, si no se nos ofrece asilo o visados de entrada¡±, asegura Assam en nombre de todos los dem¨¢s. ¡°Las veces que sea necesario¡±.
Varios transe¨²ntes observaban al grupo de migrantes indocumentados. ¡°Nos miran con desprecio, como si no fu¨¦ramos humanos. Los marroqu¨ªes no nos quieren aqu¨ª¡±, remacha Assan. Su presencia en las zonas marginales de las ciudades se ha vuelto com¨²n en los ¨²ltimos meses. ¡±Quienes solo tenemos documentos de la ONU, y no contamos con permisos de residencia, nos arriesgamos a ser detenidos o deportados¡±, apostilla Al¨ª, que fue carpintero en Jartum. ¡°La polic¨ªa nos rompe los papeles de Naciones Unidas en la cara y nos detiene con malos tratos¡±, denuncian. El miedo se refleja en sus miradas. Cuando termina la conversaci¨®n, se reintegran en la multitud de grupos de subsaharianos que compran comida o intercambian ropa en las cercan¨ªas de la estaci¨®n de autobuses.
Los entre 2.000 y 4.000 migrantes irregulares sudaneses asentados en Marruecos se sienten abandonados a su suerte. Sin poder trabajar en el pa¨ªs ni tener otra v¨ªa de salida que la repatriaci¨®n al suyo, sumido en un nuevo enfrentamiento armado.
El Gobierno de Marruecos ha definido como violentos a los grupos de inmigrantes sudaneses que asaltaron la valla de Melilla y les acus¨® de haber empleado ¡°t¨¦cnicas de guerra¡± en la avalancha contra la frontera del Barrio Chino del 24 de junio. El Ministerio del Interior marroqu¨ª consider¨® el suceso como un ¡°acto premeditado de una violencia no habitual¡±. Para los refugiados, escapar en direcci¨®n a Europa es un deber. Un mandamiento para poder sobrevivir.
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