Voces de la Ciudad de la Justicia
Las conversaciones en los juzgados de Barcelona, cazadas al vuelo, revelan angustias y esperanzas de cientos de personas
A los juzgados no se va por gusto, salvo que se trabaje all¨ª, y a veces ni as¨ª. Se va porque hay alg¨²n problema. Y se va tambi¨¦n, guste o no, a hablar: la juez con el acusado, el funcionario con la procuradora, el abogado con su cliente. La Ciudad de la Justicia es el escenario diario de conversaciones cruzadas. Los retales incompletos de esos di¨¢logos, cazados al vuelo, revelan las angustias, esperanzas y vivencias de cientos de personas.
Jueves de marzo. 10.30. Poca gente a las puertas de los juzgados: tarde para entrar a trabajar, pronto para salir a desayunar. Una funcionaria, con la tarjeta identificativa al cuello, habla con otra:: ¡°Voy para arriba, que he dicho que bajaba a hacer un piti cinco minutos y llevo un buen rato¡±.
¡°Dicen que no me dan abogado, ?c¨®mo me voy a calmar?¡±, se queja una chica
Pasado el arco de seguridad, frente al juzgado de guardia. Sentada, una mujer trata de entender a su amiga: ¡°?Y se va a llevar a los ni?os por venganza? Me parece muy rebuscada la historia¡±.
El vest¨ªbulo, di¨¢fano y gris, como un moderno tanatorio, conecta los edificios con ventanas como colmenas: fiscal¨ªa, juzgados, salas de vistas. La barra negra del bar es la kaaba en la que todos confluyen. Un hombre a otro: ¡°Si a ella le toca el culo, soy la figura legal, pero el tema es que ella est¨¢ incapacitada¡±. Una mujer, al camarero mientras mira el m¨®vil: ¡°Un zumo de naranja y¡ por ahora eso¡±.
Edificio I: juzgados de instrucci¨®n. Donde se investiga. Como en Francia, hay chalecos amarillos: son condenados que dan informaci¨®n. Y que se aburren y hablan: ¡°Salgo hasta las dos y pico, pero no me hables de discotecas¡±.
Los ascensores para subir a las plantas: se marca el n¨²mero y una pantalla muestra la letra del ascensor que debe tomarse, de la A a la H. Los nuevos no saben c¨®mo va, y a los juzgados a veces solo se va una vez en la vida. Un inmigrante pregunta qu¨¦ deben hacer. Se cierran las puertas y una funcionaria se queja: ¡°?Qui¨¦n es el iluminado que pone este sistema cuando esto est¨¢ lleno de gente que ni habla espa?ol?¡±
¡°Con antecedentes, ya no puedo ir a la Ant¨¢rtida¡±, lamenta un hombre
Planta 8. Problemas frente al mostrador. Una chica joven, con gafas: ¡°Me han dicho que no me pueden dar un abogado, ?c¨®mo me voy a calmar? ?No ves que tengo un caso chungo?¡±. ¡°Pero si es un hurto¡ Por un delito leve no es necesaria la presencia de letrado¡±, dice una funcionaria de instrucci¨®n. La chica golpea el mostrador: ¡°?Qu¨¦ quieres, que vuelva a hacer cola? Vengo de Girona. Estoy en busca, te lo juro por mi madre. ?Lo vas a saber t¨² mejor que la polic¨ªa que me ha detenido?¡±. ¡°Son sus cosas, no las nuestras¡±, zanja la empleada.
Una planta m¨¢s abajo. ¡°?Hassan? Pase. A ver¡±... La mujer saca una carpeta. Se lee ¡°causa con preso¡± sobre un fondo rojo. ¡°?Pero usted no estaba preso?¡± ¡°S¨ª, pero estoy de permiso¡±, responde Hassan sonriente. ¡°Ah, no entend¨ªa nada¡±. En otro mostrador, un hombre lamenta su mala fortuna. ¡°Que me condenen y ya. Ten¨ªa un proyecto en la Ant¨¢rtida, pero con esto me ponen antecedentes y no puedo ir. Me lo hace mi hermano para buscarme la ruina¡±. Al lado, una madre a su hija, sobre su nieta en carrito: ¡°S¨¢cale el abrigo, que aqu¨ª hace calor¡±.
De vuelta al vest¨ªbulo, por las escaleras, conversaci¨®n con el oidor indiscreto. Un funcionario tiene novedades. ¡°Hoy ceso y me vuelvo a mi pueblo a ?vila, que tengo plaza all¨ª. Estoy contento¡±.
Junto a las salas de vistas, donde se celebran los juicios. Un joven con ch¨¢ndal rojo sube corriendo las escaleras mec¨¢nicas: ¡°?Me cago en su puta madre!¡±. Tres vigilantes van detr¨¢s. Uno se ajusta el guante: ¡°Se acab¨® la tonter¨ªa¡±. Hablan con ¨¦l. El chico sale del pasillo sollozando. Cerca, una abogada charla con un colega: ¡°?Por las lesiones? ?Est¨¢n presos? Me alegro, que se jodan¡±. Pasan junto a ellas dos mujeres: ¡°T¨² no has mentido¡±. ¡°No, no he mentido¡±. Termina la declaraci¨®n de un hombre en la primera planta. Le espera un abogado: ¡°Has hecho una buena obra. Acu¨¦rdate del karma¡±. El oidor es interpelado de nuevo: ¡°Perdona, ?esto juicio por penal?¡±, dice ella, y muestra un papel: ¡°Sala 321¡±. ¡°M¨¢s arriba¡±.
Desde m¨¢s arriba, panorama general del vest¨ªbulo. La gente que va y que viene. Las conversaciones de unos y otros (sus vidas) confundidas en un ¨²nico y sonoro murmullo, ahora ya, ininteligible.
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