Covid-19: vuelven los ochenta
Hay paralelismos entre la ¡°nueva modalidad¡± y la v¨ªa asilvestrada y aut¨¢rquica de los ochenta barceloneses
El d¨ªa que entraba en vigor la fase 0,5 por poco me atracan. Yo sal¨ªa de un estudio de tatuaje del Born y me dirig¨ªa a casa, cuando escuch¨¦ una voz lijosa que dec¨ªa ¡°pst, eh, t¨²¡±. Me detuve un instante y, volvi¨¦ndome hacia el callej¨®n m¨¢s cercano, distingu¨ª a una figura semioculta que me hac¨ªa se?ales desde un portal. Tard¨¦ un rato en comprender que aquella piltrafa macilenta estaba intentando atracarme, y encima mediante el m¨¦todo de pretender que la v¨ªctima se arroje por voluntad propia a los brazos del criminal.
Por supuesto, no lo hice. La ¨²ltima vez que ca¨ª en ese indolente ardid fue a los once, cuando El Titi me birl¨®, usando el mismo (y despreciable) procedimiento, mi ¨¢lbum del Mundial ¡¯82. Esta vez imprim¨ª vigor a mis pasos y me alej¨¦ de all¨ª, con la nalga ins¨®litamente prieta.
Hall¨¢ndome ya a distancia prudencial, examin¨¦ aquel chocante suceso. Aqu¨ª no se atracaba a un nativo condal desde¡ 1982, tal vez, cuando el robo de mi ¨¢lbum. Y para colmo, acababa de suceder en el Born (no el Bronx), un barrio con el ¨ªndice de criminalidad de Teletubbylandia en el cap¨ªtulo donde Lala no extrav¨ªa la pelota. Fue entonces cuando vi que el covid-19 no solo no nos hab¨ªa catapultado hacia una distop¨ªa estilo Mad Max, como dice la gente, sino que la m¨¢quina del tiempo hab¨ªa ido en sentido contrario. Hasta los ochenta.
Pros y contras
En Barcelona siempre ha habido turistas, por supuesto, pero en los ochenta eran solo dos. Lars y Birgita. Y tend¨ªan a quedarse en las Ramblas. Casi no molestaban. Regresar a aquel escenario puede resultar deseable (+1), si bien, como demostraba el incidente del Born, la desaparici¨®n del guiri de la dieta del caco obligar¨¢ a este a buscar nuevas presas, y todo apunta a que vamos a ser usted y yo (-1).
La ausencia de guiris desvalijados le quitar¨¢ volumen de trabajo a la polic¨ªa (+1). Pero si damos por v¨¢lido el teorema de que el n¨²mero de los efectivos policiales en Barcelona nunca decrece y siempre se multiplica, sean cuales sean las circunstancias, calma chicha o apocalipsis zombi, lo que tendremos ser¨¢ una cantidad monstruosa de agentes desocupados, multando las m¨¢s nimias infracciones (-1).
Les resultar¨¢ f¨¢cil hallarlas. El cierre universal de bares (-1) dejar¨¢ a la ciudadan¨ªa privada de un sitio donde libar, y el vulgo saciar¨¢ su sed en el que queda m¨¢s a mano: la vieja rue (+2). Los que crecimos bebiendo Xibecas al fresco por 100 pesetas podemos atestiguar que era asaz placentero, fortalec¨ªa los lazos comunitarios y aliviaba la econom¨ªa dom¨¦stica. En ausencia de bodegas, el Botell¨®n Ochentero Masivo (BOM) se impone como soluci¨®n l¨®gica a la emergencia presente, y ser¨ªa deseable que la legislaci¨®n urbana se ajustara al nuevo escenario.
Un inciso: procede establecer alg¨²n calendario de uso de parques y jardines. ?Los botelloneros en d¨ªas pares, chaperos y clientes en impares? Sent¨¦monos a la mesa de negociaci¨®n. Porque el pasado domingo, en aquel parque otrora tur¨ªstico, qued¨® claro que nos estamos molestando. A los trabajadores sexuales les result¨® dif¨ªcil trabajar con nuestras risotadas de fondo, y nuestra convivialidad cervecera se resinti¨® de su interminable desfile de comercio carnal.
Sigamos: ning¨²n guiri va a aterrizar en nuestro aeropuerto, pero nosotros tampoco lo haremos en los suyos. Adi¨®s turisteo internacional. Lo cual parece de -1, pero en segundo an¨¢lisis se manifiesta como +1. Porque, despu¨¦s de todo, ?qu¨¦ se nos hab¨ªa perdido a nosotros en Bora-Bora? Lo de tomar aviones cada vez que se nos acababa el papel de v¨¢ter era una aberraci¨®n tecnol¨®gica (y una burrada medioambiental) que el covid-19 ha extirpado de cuajo. Desde ahora, El Prat solo ser¨¢ mencionado en el contexto de Vacaciones en El Prat, aquella canci¨®n de 1986 de Decibelios (¡°chupando cubatas a la orilla del mar¡±). Ir a ver mundo querr¨¢ decir atravesar los Monegros. Solo se realizar¨¢n desplazamientos largos una vez en la vida, como en el siglo XVIII. Dios del cielo, observen mis ojos: empa?ados de emoci¨®n.
En cuanto a la alarma por el sedentarismo y los ni?os pegados ¡°a las pantallas¡± (-1), d¨¦jenme que les recuerde que en los ochenta hac¨ªamos exactamente lo mismo, y solo daban Un, dos, tres, responda otra vez. En bucle. E imperaba la correcci¨®n f¨ªsica paternofilial. No me pidan que sienta l¨¢stima por una generaci¨®n de chavales criados con Netflix y excelente conexi¨®n Wifi, junto a padres que no sacan la zapatilla (+1).
Festivales musicales
Solo queda el tema de los festivales musicales. No hace falta ser una eminencia para colegir que dichos festivales se hac¨ªan para disfrute del ahumado ingl¨¦s y embolse de su divisa. En la primera edici¨®n de Benic¨¤ssim (1995), los ¨²nicos guiris del recinto eran los tres pendejos de Supergrass, y estaban subidos al escenario (el p¨²blico, eminentemente castizo, cab¨ªa en un vel¨®dromo). El verdadero negocio no lleg¨® hasta que atrajo al forastero. Por desgracia, aunque nos hallemos ya en la ¡°nueva normalidad¡±, es improbable que nuestra ciudad vea en breve nuevas ediciones de tales festivales.
Dense cuenta: estaremos solos, nosotros solos, por primera vez desde que empez¨® el milenio. Abandonados a nuestra suerte, igual que en los ochenta, viendo tocar a grupos locales en clubes angostos con ba?os inmundos. Seremos todos m¨¢s feos y bajitos y pilosos de media. No pasar¨¢n por aqu¨ª Tame Impala cada dos semanas. La gente olvidar¨¢ el significado de la expresi¨®n Food Truck. Crecer¨¢n malas hierbas en las tiendas de surf de la Barceloneta.
Sopesemos todo esto antes de precipitarnos.
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