Hermoso y entra?able paseo de Rafel Nadal por el Mediterr¨¢neo m¨¢s aut¨¦ntico
¡®Mar d¡¯estiu¡¯, que incluye encuentros con Leonard Cohen y Dal¨ª, mezcla cuaderno de viajes y memoria personal
En un libro lleno de grandes momentos e im¨¢genes seductoras -la mayor¨ªa llenas del aire de la costa y de la luz del mar- destaca la escena en la que el autor y su acompa?ante est¨¢n comiendo un plato de paccheri con berenjena, anchoas, alcaparras y tomate en una pizzeria en Stromboli y el volc¨¢n de la isla entra en erupci¨®n, ante lo que todos los clientes del establecimiento se ponen de pie al un¨ªsono y se lanzan a aplaudir y gritar ¡°?bravo!, ?bravissimo!¡±. M¨¢s intimista, pero no menos notable, es el episodio del inesperado encuentro con un solitario Leonard Cohen en la barra de un bar de Gante, en B¨¦lgica, y la conversaci¨®n sobre el recuerdo de la isla de Hydra, Son long Marianne y, en el antiguo puerto de Epidauro, un peque?o teatro poco conocido -r¨¦plica del grande y tan famoso-, convertido en gallinero.
Son solo dos ejemplos de lo que uno puede encontrarse en Mar d¡¯estiu (Univers, en castellano en Catedral), un hermoso, entra?able y sorprendente recorrido mediterr¨¢neo al que nos lleva Rafel Nadal (Girona, 1954), periodista y escritor ganador del Pla en 2012 y el Llull en 2019. El libro es la obra de un notable connoisseur del mar m¨¢s antiguo y civilizado de todos, de alguien que no solo lo ha recorrido de punta a punta sino que ha le¨ªdo mucho y bien sobre ¨¦l y que ha nacido pr¨¢cticamente en sus aguas lustrales. Mezcla, describe ¨¦l mismo, ¡°de memoria personal y cuaderno de viaje¡±, que no gu¨ªa, ¡°pues no pretende ser exhaustivo en absoluto¡±, el libro arranca con los veranos de ni?ez y juventud y los ba?os y excursiones en la cala de La Fosca, en Palam¨®s, para desde all¨ª dar una alegre vuelta por todo el Mediterr¨¢neo.
Nadal, el hombre que era aquel chico que se zambull¨ªa en el B¨¤ssit y recog¨ªa pi?ones en las pinedas de la Costa Brava, visita las Eolias, las C¨ªcladas -en Naxos una mujer, quiz¨¢ una diosa disfrazada, le solt¨® una frase digna de Homero: ¡°Los dioses no quieren ser molestados¡±-, Chipre (la playa de Petra tou Romiu, donde naci¨® Afrodita), Ic¨¢ria¡ hasta, tras dar muchas felices vueltas, recalar en el cabo Sunion, donde, con los pies colgados sobre el Egeo, lee los poemas de Carles Riba y tiene la revelaci¨®n de que todo aquel mar, aquel mar grande, refulgente e historiado, es ¡°el mateix mar nostre¡±. En el recorrido recuerdos de escritores, los hermanos Durrell, Paddy Leigh Fermor, Henry Miller, y toda la gran selecci¨®n griega -Cavafis, Kazantzakis, Katsimbalis, Elitis, Ritsos¡- mezclado con la memoria personal del piraucho (?cu¨¢nto tiempo sin o¨ªr esa palabra!), el olor de Nivea y Coppertone (las autoridades municipales de Palam¨®s, explica Nadal en uno de sus simp¨¢ticos excursos, hicieron tapar las vallas publicitarias en las que una ni?a Jodie Foster ense?aba el trasero para no herir la sensibilidad del obispo de Girona, un tal Narc¨ªs Jubany) . Tambi¨¦n momentos de humor, como el encuentro con la ex mujer y la hija de un escritor ex ministro (C¨¦sar Antonio Molina).
El narrador, Nadal, viaja con su pareja Anna, que tiene la costumbre, similar a la de Anna Lizaran, que usaba un perfume diferente para cada personaje que interpretaba, de ponerse un perfume diferente seg¨²n el destino que visita (i. e. Pamplelune de Guerlain para el Peloponeso). ¡°Me ha salido un libro muy ingl¨¦s, por su formato, su amplitud de miras y su mezcla de g¨¦neros¡±, se?ala Nadal. De esa vocaci¨®n de unas infancia y juventud pr¨ªstinas, con la piel embebida de sal y los ojos llenos mar, el autor matiza que eso era el verano y que exist¨ªa por supuesto el duro reverso de los inviernos en la gris Girona franquista y eclesi¨¢stica (¡°preconciliar¡±), los meses de internado y disciplina, hasta que llegaba finales de junio y el impacto para los sentidos de la luz, los colores, la arena, la barca, la pesca. ¡°Conoc¨ªamos bien la topograf¨ªa vital de aquellos veranos y luego hemos sabido buscar esas cosas fuera, reconocer las mismas palabras, con matices diferentes, los nombres de los lugares, de los pescados, de las flores, de las frutas, de los vientos, en Grecia, en la Cirenaica, en el cabo Bon, en la costa del L¨ªbano, en Turqu¨ªa¡¡±.
Nadal, que dice que sus lugares favoritos del Mediterr¨¢neo son L¨¦ucada (¡°ah, la bah¨ªa de Nidri, con Skorpios al fondo¡±), Cefalonia, Quios y Samos, aunque tambi¨¦n nos lleva a lugares menos conocidos como el archipi¨¦lago de las Tremiti o a la isla de Fol¨¦gandros, de dura belleza, aboga por el viaje lento, paso a paso, con mucho ferry, entreteni¨¦ndose en las delicias (a menudo tambi¨¦n gastron¨®micas) de un recorrido de los sentidos, las emociones y las atm¨®sferas, trazando de paso algunos intensos retratos de personajes. El autor dedica la parte final de su libro a una serie de ¡°postales¡± en las que concentra recuerdos y sentimientos en un destilado final de mediterraneidad y nostalgia.
El caso de la desaparici¨®n de las planchas de Dal¨ª de EL PA?S
En Mar d¡¯estiu, Nadal dedica un espacio a Dal¨ª, al que conoci¨® bien, visit¨® y entrevist¨® durante su etapa de periodista. Al hablar del tema surge la vieja historia, del misterio de la desaparici¨®n de las planchas de la muerte del pintor. Dal¨ª falleci¨® el 23 de enero de 1989, pero llevaba enfermo mucho tiempo y los diarios, previsores y m¨¢s a¨²n con la navidad de por medio, ten¨ªan dispuestas, como suele hacerse, las p¨¢ginas de obituario, que, dada la importancia del personaje hab¨ªan de ser muchas. En EL PA?S, donde trabajaba entonces Nadal -en la secci¨®n de local y pol¨ªtica-, incluso se preparaba cada noche una plancha de impresi¨®n falsa de la primera p¨¢gina del diario con las noticias del d¨ªa y la de la muerte de Dal¨ª incorporada, para estar a tiempo de meterla en la rotativa si suced¨ªa el deceso a una hora intempestiva. Se crearon una veintena de esas planchas met¨¢licas ful con la noticia ¡°Muere Dal¨ª¡±, de las que, obviamente al final -en consonancia con la m¨¢xima ¡°Vulnerant omnes, ultima necat¡±, todas hieren, la ¨²ltima mata- solo se utiliz¨® una.
¡°Siempre me he preguntado d¨®nde fueron a parar las otras, que constitu¨ªan un conjunto bastante curioso e irrepetible¡±, reflexiona Nadal, al que le hubiera gustado mucho echarle mano a aquel raro tesoro daliniano. En el caso de la desaparici¨®n de las planchas de Dal¨ª hay muchos sospechosos, pues el diario estaba entonces no lleno sino rebosante de expertos dalinianos: Montserrat Casals, Juanjo Navarro Arisa, Marius Carol, Jordi Busquets, el propio Nadal, todos con art¨ªculos si no libros, entrevistas, contactos enfrentados en el c¨ªrculo ¨ªntimo del pintor, teor¨ªas y enemistades. Coordinar aquella multitud exacerbada por la sed de noticias y exclusivas fue demasiado para la entonces jefa de Cultura, Rosa Mora, que muy sensatamente se march¨® a la India, y el subjefe, un joven inexperto m¨¢s interesado en las momias que en el momio de Portlligat, que casi sufri¨® una crisis nerviosa entre tanto genio y, desde luego, lo juro se?or¨ªa, no se llev¨® las planchas.
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