La rectificaci¨®n de Esquerra
Los republicanos rechazan quedar prisioneros del rupturismo al que pretenden arrastrarles Torra y Junts per Catalunya
Las ruidosas caceroladas con bandera espa?ola en el madrile?o barrio de Salamanca han devuelto a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) al redil de la mayor¨ªa parlamentaria que sostiene al Gobierno de Pedro S¨¢nchez, de la que incautamente se alej¨® el 21 de mayo en la votaci¨®n de la quinta pr¨®rroga del estado de alarma por la epidemia del coronavirus.
Han sido dos semanas de furia, durante las cuales los enemigos del Gobierno de izquierdas se han lanzado a explotar la fragilidad mostrada por la informal coalici¨®n de la investidura de S¨¢nchez. Las derechas han interpretado estos d¨ªas en Espa?a lo que podr¨ªa ser el ensayo general con casi todo para derribar un Gobierno progresista a los cinco meses de su formaci¨®n. Desde la r¨¦plica espa?ola al golpe de Estado judicial modelo Brasil, con demandas ante el Tribunal Supremo presentadas por Vox y sus entornos ultraderechistas, hasta propuestas de gobiernos alternativos, ya sean de concentraci¨®n o t¨¦cnicos (sin Pablo Iglesias, por supuesto), o un Ejecutivo PSOE-PP presidido por Nadia Calvi?o.
La furiosa arremetida contra el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, a prop¨®sito de la destituci¨®n del coronel Diego P¨¦rez de los Cobos, puso en la escena de este asalto a personajes que recordaban una pieza de Valle-Incl¨¢n: sobre el fondo tr¨¢gico de una epidemia letal, la Guardia Civil, una jueza emparentada con ella y el machismo que acusa de criminales al Gobierno progresista y a las manifestantes del 8 de marzo, el D¨ªa de la Mujer. Apocal¨ªptico.
A la vista de este panorama, al partido de Oriol Junqueras le ha faltado tiempo para corregir el error. Esquerra hab¨ªa dejado al Gobierno de S¨¢nchez en manos del grupo parlamentario de In¨¦s Arrimadas y del PNV, como si eso pudiera ser uno de tantos regates de t¨¢ctica pol¨ªtica, sin percatarse de que los tigres oler¨ªan la sangre del ciervo herido. Result¨® que fue como abrir la veda. Y rectific¨®.
As¨ª ha sido como a la joven generaci¨®n que est¨¢ al cargo de ERC le ha tocado aprender otro par de lecciones de realismo, a sumar a las que lleva encajadas no sin dolor en los ¨²ltimos tres a?os. Disponer de la llave de la mayor¨ªa parlamentaria en Espa?a ofrece grandes oportunidades, ciertamente, pero conlleva tambi¨¦n ineludibles responsabilidades, y una de ellas es que el garante de la estabilidad parlamentaria de un gobierno no puede desentenderse de ella sin pagar el precio del descr¨¦dito absoluto. Esta es una lecci¨®n que para algunos puede parecer muy elemental, pero para la cultura pol¨ªtica de los republicanos no lo es tanto. La suya es una cultura del sentimentalismo rom¨¢ntico surgida del ¡°nosaltres sols!¡± propia de los nacionalismos de hace un siglo, contagiada por el totoresisme, la cultura del todo o nada, una antigua constante de la psicolog¨ªa catalana que aparece de vez en cuando, como sucedi¨®, para no ir m¨¢s lejos, en octubre de 2017. Es, adem¨¢s, un partido con viejas resonancias libertarias, asambleario, al que le est¨¢ costando mucho aceptarse a s¨ª mismo como garante de un Gobierno de Espa?a mientras tiene a sus l¨ªderes en la c¨¢rcel o refugiados en Ginebra.
La otra lecci¨®n la ha verbalizado el propio coordinador del partido, Pere Aragon¨¨s, y va de algo que deber¨ªa ser muy caro para los republicanos. Se trata de su particular independencia pol¨ªtica como partido. Lo que otros definen como la autonom¨ªa del proyecto. Se resume en la frase, dada como respuesta a las presiones del presidente Quim Torra y de Junts per Catalunya, sobre el papel de los republicanos en el Congreso de los Diputados en la pr¨®rroga del estado de alarma: ¡°No aceptar¨¦ que me digan qu¨¦ debe votar ERC¡±.
No es un asunto menor, pues en ¨²ltima instancia se refiere al papel que el catalanismo y sus partidos quieren jugar en Espa?a. En la presente coyuntura, la derecha nacionalista ha decidido jugar a la contra, arrastrada por la inercia de octubre de 2017 y sus consecuencias penales para lo que fue el Gobierno de Carles Puigdemont. Esquerra, en cambio, intenta no quedar prisionera de ese desgraciado pasado reciente y ha apostado por volver al intervencionismo apoyando al bloque progresista espa?ol.
Quim Torra, Junts per Catalunya y el nuevo independentismo neoliberal quieren atar a ERC a su deriva rupturista. La necesitan para dar una m¨ªnima credibilidad a la b¨²squeda de un nuevo intento independentista. La contradicci¨®n entre ambas posiciones es un obst¨¢culo insalvable para el actual Gobierno de la Generalitat, que el propio Torra dio por agotado el 29 de enero. La emergencia sanitaria le ha dado unos meses m¨¢s de vida. Pero eso se acabar¨¢ pronto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.