El bombo
Todo el ceremonial que rodea nuestra relaci¨®n con el hecho infeccioso y, concretamente, el v¨ªnculo que hemos creado con las mascarillas ya est¨¢ integrado en nuestras idas y vueltas diarias, como si hiciera cien a?os que estuvi¨¦ramos viviendo socializados en pandemia
Si bien ya se sabe que el tiempo es el tribunal que da por buenas las costumbres, no cre¨ªa que har¨ªa falta tan poco para fundar otras nuevas. Me refiero a una que a pesar de ser reciente ya est¨¢ integrada en nuestras idas y vueltas diarias, como si hiciera cien a?os que estuvi¨¦ramos viviendo socializados en pandemia. Hablo de todo el ceremonial que rodea nuestra relaci¨®n con el hecho infeccioso y, concretamente, del v¨ªnculo que hemos creado con las mascarillas. Una relaci¨®n que ha pasado de ser una uni¨®n m¨¢s que recomendable a un matrimonio que habr¨ªa sido bonito que naciera solo del amor. Suena raro pero es as¨ª: tenemos que felicitar a los novios y, al mismo tiempo, desear una corta vida a su relaci¨®n. ?Qu¨¦ le vamos a hacer! Esperamos que sea algo temporal pero mientras dure, la suya ser¨¢ una uni¨®n que deber¨¢ consumarse normativamente. Ciudadano cruza en verde por el paso de cebra. Ciudadano transita por la acera y no en medio de la calle. Ciudadano lleva mascarilla. Pero la estruja cuando llega a casa. Pero no sabe si esta es nueva o es la de ayer, que ya parece bastante limpia. ?Qui¨¦n lo va a notar? Pero se la quita cuando se instala en una terraza con la bula de un caf¨¦ o de una cerveza. Entonces es cuando el sentido com¨²n, la norma y el esp¨ªritu mediterr¨¢neo hacen un uso el¨¢stico de la prudencia por el m¨®dico precio de una consumici¨®n.
Y consumimos, por lo tanto la vida sigue. Como ayer, que segu¨ª con la vida, junto a unos buenos amigos, pan y queso (somos de clase epic¨²rea, sobre todo desde que hemos forzado el gusto por los placeres sencillos). Ellos, constatamos, cada d¨ªa est¨¢n m¨¢s delgados. Nosotros, en cambio, no. Y no lo entiendo porque tambi¨¦n han tenido que comerse muchas cosas con patatas. Como los cr¨ªos, por ejemplo, y esto ha de engordar seguro. Son metabolismos, qu¨¦ le vamos a hacer. El caso es que descubrimos un bar en un interior de manzana, sombr¨ªo y aireado, fabuloso. Hab¨ªa poca gente, alguna paloma de las que sobreviven a todas las pestes y lo m¨¢s importante: la terraza ten¨ªa un peque?o parque donde nuestros hijos pudieron hacer la cabra mientras los mayores intercambi¨¢bamos dos palabras consecutivas. ¡°?Gloria!¡± ¡°?Victoria!¡± Todos llev¨¢bamos mascarillas diferentes, que guardamos en el bolso con el mismo celo que el m¨®vil o la cartera. En las ciudades peque?as ya no dejamos las cosas de valor sobre la mesa. Y la mascarilla a¨²n menos.
Nuestra amiga llevaba una del modelo ¡°econom¨ªa circular¡±, de las que cose la se?ora de turno del barrio, hecha con s¨¢banas o con restos de telas de colores. La suya en concreto me hizo pensar que hay toda una filosof¨ªa en torno a este pedazo de trapo que exhibimos como un carn¨¦ de correcci¨®n o como una muestra de respeto (por los otros en particular, por la vida en general). Porque seg¨²n el tipo de mascarilla que llevamos, estamos hablando de nosotros mismos: Las hay de altruistas, como las que llevaba nuestro amigo, aquellas que todos sabemos que son solo para no contagiar al otro pero que para nosotros sirven de poco. Luego est¨¢n las ego¨ªstas, que te protegen a ti y tira que te vas. Las hay que llevan cristales relucientes o bien est¨¢n hechas con el noble y transpirable arte del ganchillo. S¨ª, ¡°antes muerta que sencilla¡±.
Nosotros, confesamos, las hab¨ªamos comprado en el bazar chino, con la sospecha de si ser¨ªa un producto con la consistencia y calidad del resto de productos que hay en el bazar o si realmente ser¨ªan mascarillas chinas, de las que llevan en el otro lado del mundo para epidemias de poca monta. Estas llevan filtro, que se parece a una compresa pero no. Vas fina y segura por dentro, eso s¨ª. Por fuera, en cambio, tienen el aire de las que ve¨ªamos en las noticias desde hace a?os. Grandes avenidas hormigosas, llenas de chinos con eso en la cara. Y pens¨¢bamos ¡°qu¨¦ cosas, esa gente¡±. Nosotros llev¨¢bamos estas ayer, los ni?os tambi¨¦n. Porque era domingo y ya nos hab¨ªamos pulido el arsenal de las sanitarias, tan pr¨¢cticas como los pa?uelos de papel con los mocos. Con las textiles nos est¨¢ pasando como con los calcetines, que una vez usadas e introducidas en la lavadora, se esfuman. Ahora ya lo s¨¦, desaparecen en el bombo infernal de tanto dar vueltas sobre el mismo tema.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.