Montserrat Carulla: una gran reina de la escena
La matriarca protagoniz¨® una largu¨ªsima carrera tan cargada de poder¨ªo esc¨¦nico como de popularidad
Montserrat Carulla muri¨® ayer a los noventa a?os: nadie lo dir¨ªa. Siempre fue muy atractiva, y capaz de interpretar por igual teatro de humor que piezas dram¨¢ticas. Ten¨ªa una fuerza que brotaba de su mirada y que no dej¨® nunca de exhalar, y una dicci¨®n clara y poderosa, tanto en catal¨¢n como en castelllano. A m¨ª me recordaba a una de las grandes reinas del boulevard: Jacqueline Maillan. Pensar en la Carulla es pensar, obviamente, en una familia teatral: en su primer marido, Felipe Pe?a; en sus hijos, Roger y Vicky Pe?a, las hermanas de Roger y Vicky (Isabel y Marina), y en Mario Gas, el compa?ero de Vicky Pe?a.
La matriarca no dej¨® de trabajar (teatro, La m¨²sica de les paraules, dirigida por su hijo en 2016, y series de televisi¨®n, S¨¦ quien eres, del a?o siguiente) y sus grandes ¨¦xitos comienzan a desbordar la lista con piezas de Josep Maria de Sagarra entre finales de los 50 y comienzos de los 60 (Soparem a casa, El fiscal Recasens, la versi¨®n sagarriana de Romeo y Julieta) hasta los primeros 2000, cuando alcanza sus cotas de poder¨ªo y popularidad.
Se impone, pues, elegir, de entre muchos, los t¨ªtulos que protagoniz¨® en Madrid y Barcelona. En 1965, por ejemplo, Jos¨¦ Luis Alonso la dirigi¨® en los amplios repartos de El zapato de raso, de Claudel, A Electra le sienta bien el luto, de O?Neill, y La dama duende, de Calder¨®n. En 1970, y Barcelona, brilla en Flor de cactus, de Barillet y Gr¨¦gy, dirigida por Sergi Schaff (que en Madrid protagonizaron Julia Guti¨¦rrez Caba y Alberto Closas), 40 quilates, tambi¨¦n de Barillet y Gr¨¦dy, a las ¨®rdenes de Closas, y dos ¨¦xitos de Ricard Salvat, en 1971: El caballero de Olmedo, de Lope, y La filla del mar, de Guimer¨¤. En los setenta hay temporadas que act¨²a en cuatro o cinco piezas por a?o. Entre mediados y finales de los setenta hay que distinguir, entre muchas, nada menos que Roses roges per a mi, de Sean O¡¯Casey; Equus, de Peter Schaffer; La gata sobre el tejado de zinc caliente, de Tennessee Williams; Panorama desde el puente, de Miller (de nuevo con Alonso, en Madrid), y el exitoso Hamlet con Enric Maj¨® a las ¨®rdenes de Pere Planella en 1980.
En la d¨¦cada de los 80 cabe destacar Revolta de bruixes, de Benet i Jornet, a las ordenes de Montany¨¦s y Sagarra, y los primeros montajes de Llu¨ªs Pasqual Primera hist¨°ria d¡¯Esther, de Espriu; Luces de bohemia, de Valle). Mario Gas la dirige en El temps i els Conway, de Priestley; John Strasberg, en Maria Rosa, de Guimer¨¤.
A finales de los 90, la Carulla sigue estando espl¨¦ndida en ?ngels a Am¨¨rica, de Kushner, que inaugura el Teatre Nacional de Catalunya (TNC) dirigida por Flotats. Mario Gas la llama para un brillante papel en Guys and Dolls, de Runyon, Loesser, Swerling y Burrows, y dos piezas donde brillan madre e hija, Montserrat Carulla y Vicky Pe?a: en la tremenda La reina de bellesa de Leenane, de Martin McDonagh, y el gran musical A Little Night Music, de Sondheim y Wheeler.
Ya en los a?os 2000, Joan Oll¨¦ saca lo mejor de la madurez de la estrella con La pla?a del diamant, de Merc¨¨ Rodoreda; Coral romput, de Vicent Andr¨¦s Estell¨¦s; El quadern gris, de Josep Pla, y El jard¨ª dels cinc arbres, de Espriu. Desde entonces hasta su desaparici¨®n, a Carulla le quedan veinte representaciones. Y sigue en televisi¨®n y pel¨ªculas: la ¨²ltima, en 2015, Barcelona, noche de invierno. Dos errores fruto de la apresurada despedida: en el mundo rutilante de Montserrat Carulla no hay que conjugar t¨¦rminos como ¡°desaparici¨®n¡± y ¡°¨²ltima¡±. ?Larga vida, maestra!
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