Paja en ojo ajeno
Cuando los niveles de incoherencia llegan al cl¨ªmax es cuando la cacareada exigencia deviene sin¨®nimo de chantaje, que sirve para el barrido de bloquear negociaciones y el fregado de romper acuerdos
Exigir es un verbo duro. Tanto que la RAE lo define como ¡°pedir imperiosamente algo a lo que se tiene derecho¡±. Sucede, no obstante, que a fuerza de utilizarlo de manera habitual, sin m¨¢s raz¨®n que la ret¨®rica hueca y con cualquier excusa menor, se deval¨²a, pierde su fuerza y se convierte en un t¨¦rmino fl¨¢cido. Algo semejante a lo que le suced¨ªa a Roc¨ªo Jurado con el amor. Que se le romp¨ªa de tanto usarlo.
La prueba es que aqu¨ª ya nadie pide porque todo el mundo exige. Empezando por los pol¨ªticos que creen que si no sit¨²an el t¨¦rmino en el punto de partida de cualquier posicionamiento o negociaci¨®n, no tendr¨¢ efecto. Y as¨ª acaba siendo. Abusando de exigencia, el vocablo ha dejado de ser el requerimiento ineludible para enfrentarse a las grandes causas y ha quedado reducido a algo falsamente grandilocuente. Conclusi¨®n: tambi¨¦n por estas cuitas del lenguaje, la pol¨ªtica ya no es pedagog¨ªa. En consecuencia, cualquier colectivo castigado o agraviado, tocado o amenazado, act¨²a con la misma l¨®gica. Y exige. Y a ver qui¨¦n se atreve a decirle que no merece lo que el interpelado se autoconcede.
Sobran ejemplos enquistados en el pret¨¦rito indefinido para ilustrarlo. El presente est¨¢ lleno de estos equ¨ªvocos y el futuro se acerca lastrado por actuaciones que condicionan un ma?ana necesariamente esperanzador. V¨¦ase la modernizaci¨®n que necesitan las administraciones de este pa¨ªs para adaptarse a las exigencias, estas s¨ª, de puesta al d¨ªa. Lo reclama la Uni¨®n Europea como contrapartida a las ayudas por la pandemia y lo necesita la sociedad para verse fielmente reflejada en sus mismas condiciones de vida. Gracias al coronavirus, ahora m¨¢s de uno lo ha comprendido porque ha sufrido la incompetencia secular de organismos marcados por el ¡°vuelva usted ma?ana¡±. O porque no siempre tratan con el mismo rasero a todos los ciudadanos: el Rey em¨¦rito y sus contenciosos con Hacienda, sin ir m¨¢s lejos. Regularizando una irregularidad para evitar un delito fiscal sin requerimiento previo delata que la Agencia Tributaria no le hab¨ªa apercibido de nada. Y as¨ª, al no estar supuestamente por la labor, no le aplic¨® el nivel de control ni rigor que practica con cualquier trabajador que ha olvidado reflejar un ingreso, por nimio que sea.
Tampoco obran en consecuencia al tono exigente que gastan aquellos independentistas que siempre est¨¢n pendientes del desliz del contrario y nunca se ven a s¨ª mismos con el carrito del helado. Podr¨ªa ser el caso del vicepresidente del Parlament, Josep Costa. Persona habituada a la rudeza argumental, a la inasequible justificaci¨®n procesista y al gatillo dial¨¦ctico f¨¢cil como acusaci¨®n popular de todo lo que no se mueve en su ¨®rbita, no se da por aludido cuando sus compa?eros de proyecto, que no de partido, le exigen explicaciones por haberse conectado telem¨¢ticamente a un foro de la ultraderecha secesionista ¡ªhecho que tambi¨¦n esparce p¨²blicamente su existencia. Acto en el que participaron sus colegas del grupo Dem¨°crates y en el que Esquerra Republicana encontr¨® la excusa para echarles de casa. Ahora no toca, parecen contestar uno y otros a modo de Jordi Pujol en sus mejores a?os. Y demuestran as¨ª, como el que no quiere, que tampoco se han distanciado tanto de la doctrina que los ilumin¨®. De hecho, parecen haber optado m¨¢s por aquello que no era menester que aprendieran que por lo mejor de la inspiraci¨®n cultural e intelectual de la ¨¦poca ahora denostada.
Pero cuando los niveles de incoherencia llegan al cl¨ªmax es cuando la cacareada exigencia deviene sin¨®nimo de chantaje, que sirve para el barrido de bloquear negociaciones y el fregado de romper acuerdos. Lo que est¨¢ haciendo la derecha en los ¨²ltimos tiempos con las necesidades elementales para poner el pa¨ªs al d¨ªa. Sea el pacto revisado para la renovaci¨®n del Consejo General del Poder Judicial, sea el acuerdo frustrado para sumarse a avalar las cuentas del Estado reflejadas en los Presupuestos Generales.
En el primer caso, el PP exige ahora que no se indulte a los independentistas condenados, encarcelados y privados del tercer grado a cambio de renovar el gobierno de los jueces. Como si la figura jur¨ªdica planteada no fuera de aplicaci¨®n general dadas sus condiciones y solo pudiera responder a unos determinados par¨¢metros que, por supuesto, son los de quienes ejercen la tutela ¨²nica y responsable de la ley y el orden. En el caso del frustrado apoyo de Ciudadanos a los Presupuestos, por exigir que no participaran los radicales enemigos de la patria que, para m¨¢s inri, dicen ser de izquierdas. Izquierda tan intolerante como quienes pretend¨ªan vetarlos porque tambi¨¦n en esto coincidieron abiertamente. Y he aqu¨ª como tanta exigencia cruzada se neutraliza y queda en el peor ejemplo que puede darse a la ciudadan¨ªa. Aquel que, v¨ªa copla, acaba admitiendo que ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio.
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