La expansi¨®n sin l¨ªmite
El problema est¨¢ en la correlaci¨®n entre aceleraci¨®n, desigualdad y autoritarismo. Y son ya demasiadas las se?ales que nos llegan como para seguir instalados en el nunca pasa nada de unas democracias gastadas
Solo la econom¨ªa considera una virtud la expansi¨®n sin l¨ªmite. En biolog¨ªa se llama c¨¢ncer¡±. La frase es de David Pilling, periodista del Financial Times, autor de El delirio del crecimiento. Y con ella sintetiza una econom¨ªa que ha hecho del crecimiento un valor absoluto, con el PIB como modo m¨¢gico de evaluarlo, con la reducci¨®n del ciudadano a homo economicus como consecuencia. Este c¨¢ncer ha hecho estragos en forma de desigualdades entre los humanos, pero tambi¨¦n en la destrucci¨®n del entorno.
La econom¨ªa asume su crecimiento como un valor absoluto, con la reducci¨®n del ciudadano a ¡®homo economicus¡¯
¡°Si el PIB fuera una persona¡±, dice Pilling, ¡°ser¨ªa indiferente, incluso ciega ante la moralidad¡±. Es decir, es la expresi¨®n num¨¦rica de la reducci¨®n del ciudadano a sujeto econ¨®mico a fuerza de empeque?ecerlo, de convertirlo en un ser sin alma (si queremos utilizar la vieja met¨¢fora), sin conciencia ni sentimientos, para decirlo llano, sin siquiera una econom¨ªa del deseo propia, reducida en todo caso a la cuenta de resultados. De modo que en el homo economicus, como muy bien explic¨® Bernard Stiegler, el deseo se reduce a pulsi¨®n en una l¨®gica del consumo sin l¨ªmites en que la posesi¨®n de cualquier objeto nunca llega ser un acto completo, porque el hecho de poseerlo acaba con su atractivo y la pulsi¨®n nos lleva sin respiro a conseguir otro antes de gozarlo.
Esta es la din¨¢mica de la aceleraci¨®n del capitalismo entrado en una fase que algunos llamamos nihilista. ?Qu¨¦ entiendo como tal? Sencillamente la suspensi¨®n de la idea de l¨ªmites: todo est¨¢ permitido, en nombre de una perniciosa concepci¨®n del progreso que la revoluci¨®n neoliberal ha hecho exponencial hasta que se estrell¨® en la crisis de 2008. La p¨¦rdida de la noci¨®n de l¨ªmites llega cuando se pierde la conciencia de lo tr¨¢gico. El destino totalitario de las revoluciones del siglo XX es la expresi¨®n de ello. Karl Schl?gel lo explic¨® en su libro sobre Mosc¨² en 1937. Sin l¨ªmites las sociedades se adentran en el caos y es sobre el caos que se construye el Estado totalitario. Y se impone la idea del hombre nuevo o del superhombre, como ficci¨®n para despojar a los ciudadanos de su conciencia m¨¢s elemental, de seres que hablan, se tocan, comen y respiran. De aquellos episodios la humanidad sali¨® advertida, aunque se quiso pasar p¨¢gina demasiado deprisa. E incluso se proclam¨® el fin de la historia, como si con el neoliberalismo en v¨ªas de globalizaci¨®n la humanidad hubiese alcanzado por fin un destino estable, capaz de cohesionar el mundo. Fue un espejismo, la historia no se detuvo, sino que con la globalizaci¨®n digital se aceler¨® m¨¢s que nunca.
En este escenario los colaps¨®logos han hecho fortuna. Hay mucha literatura al respecto, de muy distinto calado, que se reparte entre la ficci¨®n dist¨®pica y las previsiones construidas sobre razonables bases cient¨ªficas. No era la pandemia universal el horizonte m¨¢s anunciado. Y, sin embargo, es una potente advertencia que nos manda la naturaleza. ?Seremos capaces de interpretarla? De momento, entre el miedo y la culpa, el autoritarismo asoma. Probablemente porque era una tendencia que ya ven¨ªa de la crisis de 2008, en que la econom¨ªa nihilista se tambale¨® y aparecieron las pulsiones autoritarias por si era necesario poner orden a unas democracias heridas por la fractura brutal de las clases medias, la penalizaci¨®n a las nuevas generaciones y la marginalidad creciente.
La p¨¦rdida de la noci¨®n de l¨ªmites en el capitalismo llega cuando se pierde la conciencia de lo tr¨¢gico
Y en esta coyuntura China aparece como la fuerza del pr¨®ximo futuro. Dice Giorgio Agamben que ¡°el capitalismo que se est¨¢ consolidando a escala planetaria no es el capitalismo en la forma que hab¨ªa tomado en Occidente, sino que m¨¢s bien es el capitalismo en su variante comunista, que un¨ªa un desarrollo extremadamente r¨¢pido de la producci¨®n con un r¨¦gimen pol¨ªtico totalitario¡±. Creo, en cualquier caso, que es leg¨ªtimo preguntarse si China, dirigida por un partido todav¨ªa llamado comunista, resultar¨¢ ser el estado superior del capitalismo. Ser¨ªa realmente otra tr¨¢gica iron¨ªa de la historia. Una vez m¨¢s la humanidad se habr¨ªa despe?ado por la v¨ªa de la p¨¦rdida de la noci¨®n de l¨ªmites, que comportar¨ªa inevitablemente el eclipse de la democracia: el ¨²nico r¨¦gimen que asume el respeto a la condici¨®n humana en sus propias y limitadas condiciones. La econom¨ªa de la aceleraci¨®n acecha. Y algunos, como David Pilling, nos advierten. El problema est¨¢ en la correlaci¨®n entre aceleraci¨®n, desigualdad y autoritarismo. Y son ya demasiadas las se?ales que nos llegan como para seguir instalados en el nunca pasa nada de unas democracias muy gastadas.
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