La democracia y el espacio de lo posible
Aunque probablemente no haya otra salida que la elecci¨®n del candidato de Esquerra como presidente, ser¨¢ despu¨¦s de que sus desleales futuros compa?eros lo hayan debilitado tanto como hayan podido
Como dice Wolf Lepenies, ¡°el mundo moderno se ha visto moldeado por cuatro procesos: laicizaci¨®n, auge de la ciencia y la tecnolog¨ªa, industrializaci¨®n y democratizaci¨®n¡±. En el equilibrio entre estos cuatro factores las democracias occidentales encontraron sus mejores momentos. ?C¨®mo salvar la democracia cuando el marco de la modernidad en que se fragu¨® sufre mutaciones importantes?
Siguiendo el razonamiento de Lepenies, el gran error de Occidente fue, en 1989, con la ca¨ªda de los reg¨ªmenes de tipo sovi¨¦tico, creer que definitivamente el mundo ser¨ªa como nosotros. Entramos as¨ª en un presente continuo que nos agobia, porque en la medida que nuestra utop¨ªa no se cumpl¨ªa el futuro se hizo cada vez m¨¢s dist¨®pico. ¡°El incremento del conocimiento producido por la ciencia ya no resulta aceptado de modo indiscutible como un enriquecimiento sino como una posible amenaza¡±; el trabajo se debilita ¡°con la erosi¨®n de las pautas laborales tradicionales¡± y el fin del capitalismo industrial; la democracia participativa evoluciona ¡°hacia una democracia de ausencia¡±. En este panorama, desolador para quienes buscan amparo a la falta de sentido, han rebrotado las creencias religiosas, que a menudo se radicalizan, y las ideolog¨ªas identitarias han desplegado su dimensi¨®n transcendental, en la l¨®gica patriotas/traidores, mientras las ideolog¨ªas econ¨®micas y sociales aparecen cada vez m¨¢s descarnadas.
En este escenario las contradicciones de la pol¨ªtica entran, a menudo, en obscena evidencia. Las apelaciones a la lealtad, al objetivo superior y al compromiso colectivo no impiden que emerja la cara s¨®rdida de la lucha por el poder, incluso cuando la din¨¢mica de la confrontaci¨®n lleva a los enfrentamientos a un terreno sin reencuentro, como vimos en Catalu?a en octubre de 2017.
Despu¨¦s de tres a?os de resaca lo que habr¨ªa que aprender de aquella experiencia (y podr¨ªa tener valor universal) es que si realmente se quiere defender la democracia ¡ªes decir, evitar el paso al autoritarismo postdemocr¨¢tico¡ª, hay que encontrar los instrumentos para la canalizaci¨®n pol¨ªtica de los conflictos. El recurso permanente a la justicia solo consigue enconarlos y dar fuerza a los argumentos que dan car¨¢cter trascendental ¡ªcon la correspondiente exigencia de obligatorio cumplimiento¡ª a los proyectos pol¨ªticos. ?C¨®mo salir de este atolladero? El d¨ªa a d¨ªa no es nada edificante y en la pr¨¢ctica parece como si algunos dirigentes pol¨ªticos se empe?aran en frustrar incluso la confianza de los suyos.
Lo vemos con la negociaci¨®n del Govern, en que la exigencia de la promesa ¡ªunidad hacia el gran objetivo¡ª ha quedado r¨¢pidamente descolorida por los esfuerzos en erosionar al socio y adversario. Aunque probablemente no haya otra salida que la elecci¨®n de Pere Aragon¨¨s como presidente, ser¨¢ despu¨¦s de que sus desleales futuros compa?eros de gobierno lo hayan debilitado tanto como hayan podido.
La reiteraci¨®n en la ¨¦pica del envite permanente contra el Estado, que no pasa del nivel de la ret¨®rica, evita la reflexi¨®n sobre aquello que podr¨ªa conducir a una soluci¨®n pol¨ªtica: la capacidad para objetivar los intereses en juego como punto de partida para pasar de la confrontaci¨®n al pacto. Pero a los dirigentes pol¨ªticos catalanes y espa?oles les conviene m¨¢s hacer de la confrontaci¨®n un statu quo, como modo de congelar el conflicto, en la medida en que son incapaces de afrontarlo.
?Por qu¨¦? Porque en las mutaciones de la pol¨ªtica se han perdido por el camino los atributos de la autoridad, entendiendo como tal aquel liderazgo capaz de tomar decisiones que pueden ser dif¨ªciles de asumir para los suyos, pero que pueden ser necesarias para romper el impasse. Un ejemplo: en pleno ruido de sables, Adolfo Su¨¢rez fue capaz de legalizar al PCE y de autorizar el retorno de Tarradellas. Y, sin embargo, Pedro S¨¢nchez propone ¡ªel indulto a los presos y la despenalizaci¨®n de la sedici¨®n¡ª pero no concreta, por miedo a los costes que puedan ocasionarle en el tablero de la confrontaci¨®n hisp¨¢nica. Con tan temerosa actitud es dif¨ªcil animar a los que desde Catalu?a pueden estar dispuestos a buscar un espacio de lo posible, que se convierte en imposible si ambas partes no asumen el reconocimiento mutuo.
La mejor manera de defender la democracia ¡ªahora que los autoritarismos arrecian¡ª es precisamente ensanchar el espacio de lo posible dentro de sus reglas del juego, desmintiendo as¨ª a los que creen que hay objetivos democr¨¢ticos que no se pueden alcanzar por v¨ªas democr¨¢ticas (y que hay que reprimirlos, por tanto). Una democracia de calidad, territorio de las diferentes posibilidades de la vida, solo puede descartar de plano aquellos objetivos que no son democr¨¢ticos, es decir, que son excluyentes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.