La v¨ªctima de la ¡®manada de Sabadell¡¯: ¡°Tem¨ª por mi vida¡±
La joven revive la violaci¨®n por turnos en una f¨¢brica abandonada durante un ¨¢spero interrogatorio de la Fiscal¨ªa
La c¨¢mara se desv¨ªa del estrado al techo de la sala de vistas para proteger la identidad de A. Hace dos a?os, cuando ten¨ªa 18, la joven sufri¨® una violaci¨®n por turnos en una f¨¢brica abandonada de Sabadell. Tres individuos la agredieron de forma consecutiva, mientras otros permanec¨ªan en la nave sin hacer nada para impedirlo. Este martes ha arrancado el juicio. La voz de la chica es firme la mayor parte del tiempo; su relato, angustioso, se vuelve insoportable cuando los abogados y el fiscal la interrumpen para preguntar detalles accesorios, innecesarios, que la turban a¨²n m¨¢s y obligan al presidente del tribunal a intervenir. ¡°Con las dificultades que estamos viendo, tratar de escarbar en la nada¡¡±, reprocha a la ¨²nica letrada mujer presente en la sala.
A. muestra un car¨¢cter decidido y se revuelve contra algunas preguntas ¡ª¡±ya he contestado a eso¡±¡ª, pero no puede evitar que la sesi¨®n se convierta en un ejercicio de revictimizaci¨®n, como ocurre a menudo con las v¨ªctimas de delitos sexuales cuando llegan a juicio. ¡°?Est¨¢ segura de eso?¡±, ¡°?intent¨® escapar de la habitaci¨®n?¡±, ¡°?recuerda la iluminaci¨®n de la sala?¡±, le bombardea el fiscal, que para tratar de acreditar los extremos de su acusaci¨®n ¡ªpide entre 37 y 41 a?os de c¨¢rcel por agresi¨®n sexual para cuatro acusados¡ª acaba por cortocircuitar el interrogatorio; parece, a ratos, que ponga en duda el relato de la v¨ªctima.
De las defensas puede decirse algo parecido. Aunque deben cuestionar a la testigo por el bien de sus clientes, el tono es desagradable. A las seis de la ma?ana del domingo 3 de febrero de 2019, tras una noche celebrando el cumplea?os de una amiga en un bar de Sabadell, A. decidi¨® irse a casa. A la altura del mercado, un hombre se le abalanz¨®. ¡°Me puso contra la pared a la fuerza. Me qued¨¦ impactada y bloqueada. Me empez¨® a dar besos por el cuerpo de forma violenta y brusca. Le dec¨ªa que parara. Ten¨ªa miedo. Me empez¨® a levantar la sudadera y a introducirme los dedos en la vagina¡±, cuenta. El hombre la sujet¨® y la condujo hasta la f¨¢brica abandonada. ¡°?Por qu¨¦ caminaban en zigzag, fue decisi¨®n suya o del individuo que la acompa?aba?¡±, pregunta la abogada de uno de los acusados. ¡°Es que no me acompa?a, me lleva a la fuerza¡±. La abogada insiste: ¡°?Y no pudo chillar?¡± A. salva la situaci¨®n, pero queda al borde del llanto: ¡°No, porque estaba coaccionada, tem¨ª por mi vida¡¡±.
El pr¨®logo a esa noche de horror se escribi¨® en el bar, donde presuntamente estaban algunos de los acusados ¡ªtodos ellos de origen magreb¨ª¡ª, a los que m¨¢s tarde encontrar¨ªa en la nave industrial. ¡°Cada vez que ¨ªbamos al ba?o o a pedir a la barra, nos hac¨ªan comentarios machistas, como guapa, qu¨¦ culo. Los ignor¨¢bamos y segu¨ªamos a nuestro aire¡±. A. se qued¨® un rato m¨¢s que sus amigos para charlar con la camarera y con un joven italiano que la acompa?¨® un trecho a la salida del local. Despu¨¦s se qued¨® sola.
Al llegar a la nave, la chica vio a media docena de hombres que discut¨ªan entre s¨ª en ¨¢rabe. ¡°Yo estaba temblando y llorando¡±. El que la asalt¨® en el mercado ¡ªque no ha podido ser identificado y, por tanto, no se sienta en el banquillo¡ª la llev¨® a una habitaci¨®n contigua, sin puertas, donde la viol¨®. ¡°Me tir¨® contra el sof¨¢ y se puso encima de m¨ª, agarr¨¢ndome e inmoviliz¨¢ndome. Me penetr¨® vaginalmente y luego me oblig¨® a practicarle una felaci¨®n¡±, cuenta la chica entre preguntas del fiscal sobre si llevaba puesta la sudadera, sobre si la habitaci¨®n ten¨ªa puertas o no, sobre si el chico us¨® preservativos y eyacul¨®, sobre cu¨¢ntos segundos pasaron hasta que lleg¨® un segundo hombre y repiti¨® m¨¢s o menos la misma agresi¨®n.
Cuando entr¨® el tercero de los agresores, A. ya no pod¨ªa m¨¢s. Este ¨²ltimo le quit¨® la poca ropa que llevaba encima y la penetr¨® tambi¨¦n analmente. Al terminar, la cogi¨® con fuerza y le conmin¨® a vestirse r¨¢pidamente y marcharse. ¡°Me me¨¦ encima del miedo. No sab¨ªa si me iban a matar¡±, cuenta la testigo, que tuvo tiempo de fijarse en un grafiti de la pared de la nave y, al recoger sus cosas, se llev¨® tambi¨¦n prendas de algunos de los hombres ¡°para intentar que sirvieran como pruebas¡±. En la calle, este tercer agresor quiso saber d¨®nde viv¨ªa ella. Eran alrededor de las 7.30. Fue entonces cuando A. vio un coche que sal¨ªa de un aparcamiento, se zaf¨® del chico y se subi¨® al veh¨ªculo sin pensarlo.
En el coche viajaba un matrimonio con su hija, a la que llevaban a una competici¨®n deportiva. Ambos han declarado como testigos. ¡°La chica se acerc¨® a la ventanilla pidiendo ayuda. Le pregunt¨¦ qu¨¦ le pasaba, y me dijo: ¡®Cinco moros me han violado¡±, ha contado la mujer. La pareja trat¨® de seguir al chico, que se dio a la fuga, y condujo a A. hasta la comisar¨ªa. Los agentes le pidieron que intentara recordar el trayecto. Al d¨ªa siguiente, fue con ellos hasta la nave y vio a uno de los que estaban all¨ª la noche de los hechos. La chica afrontaba sin saberlo la primera revictimizaci¨®n: ¡°Me asust¨¦ much¨ªsimo al verlo. No entend¨ªa c¨®mo al d¨ªa siguiente me estaban haciendo pasar por eso¡±.
La investigaci¨®n de los Mossos d¡¯Esquara condujo hasta la detenci¨®n de siete individuos, aunque finalmente solo cuatro se sientan en el banquillo por agresi¨®n sexual: uno como autor y los otros tres como c¨®mplices o cooperadores. Otro presunto agresor se dio a la fuga cuando fue puesto en libertad, antes de que se conocieran los informes toxicol¨®gicos que le incriminaban. Tras escuchar este martes a la mayor¨ªa de testigos, est¨¢ previsto que el mi¨¦rcoles declaren los acusados.
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