Abucheo y silencio
No se me ocurre pitar a los alcaldes cuya candidatura no he votado. Mucho menos a los artistas en mala forma. Las m¨¢s de las veces el gesto es m¨¢s bien pobre y, en ocasiones, una crueldad innecesaria
Como prefiero el silencio al abucheo, no se me ocurre pitar a los alcaldes cuya candidatura no he votado. Mucho menos a los artistas en mala forma. Las m¨¢s de las veces el abucheo es m¨¢s bien pobre y, en ocasiones, una crueldad innecesaria. As¨ª, el 18 de junio de 2011, en Belgrado, la cantante br¨ªt¨¢nica Amy Winehouse, ya muy enferma, dio su ¨²ltimo concierto, casi no se ten¨ªa en pie, la pitaron de mala manera y pocas semanas despu¨¦s, el 23 de julio de aquel a?o, morir¨ªa. Hoy es un icono inolvidable y es que algunos no aciertan nunca a callar a tiempo.
Protestar en la ¨®pera las nuevas producciones aventuradas es ya casi una costumbre. Menos airoso es vocear a la soprano que quiebra la voz en un aria dif¨ªcil. Esto ¨²ltimo le ocurri¨® hace menos de dos a?os en el Liceu, en enero de 2020, a una esforzada cantante que perdi¨® la apoyatura en O patria mia de Aida, un reto prodigioso concebido por Verdi para sopranos dram¨¢ticas. La cantante se llev¨® una mano a la boca, pero se repuso. Nadie dej¨® de notarlo, pero nadie protest¨®, ni mucho menos abuche¨® el fallo, que en esa velada hasta nosotros los espectadores estuvimos bien. La gran soprano afroamericana Leontyne Price, nacida en 1927, tiene m¨¢s de una versi¨®n memorable de O patria mia, accesible en la red y ella misma se despidi¨® como cantante de ¨®pera en 1985 con una Aida inolvidable. Hoy el est¨¢ndar es la versi¨®n de 2016 dirigida por Antonio Pappano, con Anja Harteros y Jonas Kaufmann.
No son maneras, dejen hablar, por favor, ?o es que algunos solo saben dar voces sin otro sentido que el rechazo?No son maneras, dejen hablar, por favor, ?o es que algunos solo saben dar voces sin otro sentido que el rechazo?
Los veteranos del Liceu no podemos olvidar a nuestra Montserrat Caballe, ¨®iganla en la versi¨®n que dirigi¨® Riccardo Muti, en 1974, acompa?ada por Pl¨¢cido Domingo, Piero Cappucilli, Fiorenza Cosotto y Nicolai Ghiaurov. No s¨¦ de nadie realmente aficionado que osara abuchear a los m¨¢s grandes, incluso en sus horas bajas. Pero yo lo he visto y lo he o¨ªdo hacer. Mal.
Sin embargo, uno comprende las protestas, a menudo m¨¢s que justificadas, de quienes han pagado por ver algo grande, como en el caso de un concierto de Coldplay, una banda brit¨¢nica pop rock y de rock alternativo, en Barcelona y en su Estadi Ol¨ªmpic, en 2009, durante el cual la m¨²sica ni se o¨ªa. En esa ocasi¨®n el pobre Chris Martin lo pas¨® mal, pero ¨¦l mismo se hab¨ªa metido en el l¨ªo. Hay abucheos fundados.
En los deportes hay pautas escolares educadas, dirigidas a los ni?os y, por supuesto, a sus padres. As¨ª, en tenis, lo primer que le ense?an a uno es a estarse tranquilo durante cada juego y a no aplaudir hasta que se haya acabado. A?aden que hay que quedarse en el asiento hasta que los jugadores cambian de lado de la pista, que hay que tener los dispositivos electr¨®nicos en silencio y que no hay que mofarse de los fallos. En cambio, las reglas en materia de alcohol no son uniformes: en Wimbledon se puede (con moderaci¨®n), pero en el torneo de Roland Garros, no, y as¨ª sucesivamente. En el f¨²tbol escolar, hay reglas no escritas y sabias, como la que proh¨ªbe (a los padres) hacer de entrenador a gritos desde las gradas, o la que pide moderaci¨®n en el trato con los partidarios del equipo contrario al suyo, pero ninguna es tan grande en este deporte admirable como la que reza ¡°Juegue al f¨²tbol con cualquiera ¡ªcon todo el mundo¡ª, en todas partes¡±. El f¨²tbol se ha convertido en una escuela antirracista universal y admirable. En todo caso, los deportes de equipo y de competici¨®n se prestan mucho m¨¢s a la protesta disonante y coral que los individuales.
Sin embargo, uno comprende las protestas, a menudo m¨¢s que justificadas, de quienes han pagado por ver algo grandeSin embargo, uno comprende las protestas, a menudo m¨¢s que justificadas, de quienes han pagado por ver algo grande
Finalmente, queda la pol¨ªtica. He empezado este art¨ªculo con una cr¨ªtica a quienes abuchean a mi alcaldesa, por m¨¢s que yo no la haya votado nunca. No son maneras, dejen hablar, por favor, ?o es que algunos solo saben dar voces sin otro sentido que el rechazo? En el Parlamento por antonomasia, que es el brit¨¢nico, abuchear a un diputado mientras tiene la palabra no est¨¢ permitido oficialmente, aunque no es ins¨®lito protestar el discurso del primer ministro, quien tiene mucho poder, pero nunca m¨¢s que el Parlamento mismo. El abucheo tiene algo de desahogo: del pobre contra el rico, del desapoderado contra el poderoso, del peque?o contra el grande. Pero uno no puede dejar de pensar que muchas veces, si no las m¨¢s, quien abuchea lo hace porque no tiene nada que decir, ning¨²n argumento a mano. Palmas y pitos, herencia perdurable del toreo.
Pablo Salvador Coderch es catedr¨¢tico em¨¦rito de Derecho Civil en la Universitat Pompeu Fabra.
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