El vandalismo como diversi¨®n
No se puede criminalizar a toda la juventud por las conductas inc¨ªvicas y violentas de grupos muy minoritarios que aprovechan las grandes concentraciones para cometer actos de pillaje y destrozos
Que haya excesos en el ocio juvenil no es algo nuevo. Pero lo ocurrido en las fiestas de la Merc¨¨ indica que estamos ante un fen¨®meno complejo que no sabemos c¨®mo abordar: la concentraci¨®n espont¨¢nea de miles de j¨®venes convocados a trav¨¦s de las redes sociales en lugares p¨²blicos que no est¨¢n dise?ados para grandes multitudes y que atraen a grupos descontrolados y violentos que acaban provocando actos de vandalismo y pillaje. Hay de entrada un cambio de escala: lo que no hace mucho eran reuniones de centenares, ahora pueden llegar a ser decenas de miles. 40.000 en el macrobotell¨®n de la plaza de Espa?a, 30.000 en el de Bogatell, 25.000 en el de la Universidad Complutense de Madrid. Y de procedimiento: ahora hay tel¨¦fonos m¨®viles y redes sociales que pueden convertir la convocatoria espont¨¢nea de una fiesta inexistente en una concentraci¨®n multitudinaria, como la que acab¨® arrasando el campus de la Aut¨®noma de Barcelona.
La polic¨ªa ha optado por una pol¨ªtica de reducci¨®n del riesgo, pero eso conlleva propagar la idea de impunidad
Esto es lo nuevo y lo primero que plantea es un problema de gesti¨®n del espacio p¨²blico. Semejantes aglomeraciones implican una ocupaci¨®n del espacio que resulta en s¨ª misma problem¨¢tica pero que se agrava por el hecho de que atraen a grupos de j¨®venes violentos o descontrolados que aprovechan la masa para desfogarse o para delinquir, que de todo hay. Y se ha visto que las fuerzas de seguridad no tienen bien dimensionado este nuevo fen¨®meno. Es una cuesti¨®n de magnitud. Una vez se ha formado la multitud, cuando aparece el vandalismo ya es demasiado tarde. Porque ya es muy dif¨ªcil intervenir sin provocar una din¨¢mica de acci¨®n reacci¨®n que cause m¨¢s problemas de los que se trata de evitar.
La polic¨ªa ha optado por una pol¨ªtica de apaciguamiento y reducci¨®n del riesgo, pero eso conlleva inevitablemente propagar una idea de impunidad que tiene efectos devastadores sobre la opini¨®n p¨²blica. Las im¨¢genes, profusamente reproducidas, de j¨®venes que rompen escaparates, irrumpen en comercios y restaurantes y arrasan con todo sin que nadie les pare los pies, son muy perturbadoras y alimentan los discursos que tienden a criminalizar a toda la juventud por las conductas inc¨ªvicas y violentas de grupos muy reducidos.
Pero no es solo un problema de orden p¨²blico. Es un problema complejo en el que confluyen diferentes elementos. Hay en primer lugar una comprensible ansia de socializaci¨®n gregaria tras un a?o y medio de encierro y restricciones por causa de la pandemia. Los j¨®venes quieren y necesitan estar juntos y compartir la sensaci¨®n de libertad recuperada. A ello se a?ade la intensificaci¨®n de un viejo conocido, el fen¨®meno del botell¨®n, con mucho consumo de alcohol que lleva asociado un problema de salud p¨²blica. Que cada fin de semana ingresen en los hospitales adolescentes cada vez m¨¢s j¨®venes por comas et¨ªlicos es algo a lo que no deber¨ªamos resignarnos. La moda del botell¨®n revela la ausencia de alternativas asequibles de ocio para los m¨¢s j¨®venes. Cuando se argumenta que hay que permitir la reapertura de los locales de ocio nocturno para evitar los botellones, se omite que antes de la pandemia ya exist¨ªan y que los j¨®venes que lo practican pertenecen a un perfil que, en general, o no puede pagar el coste de la entrada y la consumici¨®n, o no le interesa ese tipo de ocio.
La moda del botell¨®n revela la ausencia de alternativas asequibles de ocio para los m¨¢s j¨®venes
Y luego est¨¢ el fen¨®meno del vandalismo. En las concentraciones de la Merc¨¨ hubo 70 detenidos. La mitad ten¨ªa antecedentes por destrozos, robos o enfrentamientos con la polic¨ªa, pero la otra mitad se estrenaba. No hab¨ªa ninguna relaci¨®n entre ellos, lo cual abona la idea de espontaneidad y contagio, y proced¨ªan de distintos lugares del ¨¢rea metropolitana. Hubo robos y pillaje, pero las heridas de arma blanca de las que se habl¨® al principio eran en su mayor¨ªa cortes por los cristales de las botellas rotas que alfombraban el suelo.
Algunos soci¨®logos ven en el vandalismo y los enfrentamientos con la polic¨ªa la expresi¨®n de una rabia contenida que busca su v¨¢lvula de escape. Existe malestar en una parte de la juventud por la enorme brecha que hay entre expectativas y realidad, pero suele expresarse en otro tipo de manifestaciones. En todo caso, resulta preocupante la falta de aprecio y respeto de muchos j¨®venes por los bienes comunes. Y no toda la rabia procede del malestar social. En ciertas expresiones de violencia gratuita y pillaje no es dif¨ªcil observar la b¨²squeda de emociones fuertes y el nihilismo de una cultura individualista y consumista en la que lo ¨²nico que importa es satisfacer los propios deseos. Todo eso confluye en este nuevo tipo de expresividad que hay que abordar porque no podemos permitir que el vandalismo se convierta en un modo de diversi¨®n.
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