Todas somos la CGIL
El antifascismo ha sido cada vez m¨¢s desplazado y cuestionado como valor compartido, mientras la extrema derecha neofascista se reorganizaba y crec¨ªa, ocupando espacios de muchos tipos
Las im¨¢genes de los destrozos ocasionados por el asalto de una parte de los manifestantes contrarios al pasaporte sanitario a la sede del m¨¢s importante sindicato de clase en Roma (la Confederaci¨®n General Italiana del Trabajo, CGIL) son espantosas. El ataque, perpetrado el pasado s¨¢bado en los locales hist¨®ricos situados en el Corso d¡¯Italia de la capital transalpina, ha sido guiado por dirigentes de la extrema derecha ¡ªconcretamente Roberto Fiore y Giuliano Castellino, dirigentes nacional y local de Forza Nuova (FN), detenidos junto a otros diez extremistas al d¨ªa siguiente¡ª, ha conmocionado la opini¨®n p¨²blica.
Ciertamente, hay unos elementos propios de la din¨¢mica italiana. Desde la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, la fiebre anticomunista ¡ªen el pa¨ªs con el partido comunista m¨¢s fuerte y que hab¨ªa contribuido de manera substantiva a la construcci¨®n democr¨¢tica despu¨¦s del fascismo¡ª, llev¨® a devaluar el valor del antifascismo en el debate p¨²blico.
La crisis de los partidos que fundaron la Rep¨²blica en los a?os 90 y veinte a?os de berlusconismo ¡ªque empezaron en 1993 cuando el empresario milan¨¦s dio su apoyo a Gianfranco Fini, entonces secretario del Movimento Sociale Italiano (MSI), partido matriz del neofascismo italiano, heredero de la mussoliniana Repubblica di Sal¨®, que se presentaba a la alcald¨ªa de Roma¡ª, no mejoraron las cosas, al contrario. Que aquello ser¨ªa un giro, se intu¨ªa: el 25 de abril de 1994, a los pocos d¨ªas de la victoria del Cavaliere aliado con el partido de Fini ¡ªque ahora adoptaba el nombre de Alleanza Nazionale (AN), una enorme manifestaci¨®n antifascista, bajo una fuerte lluvia¡ª, recorr¨ªa las calles de Mil¨¢n. Pero en vez de un despertar, fue en cierta manera un coletazo.
El antifascismo ha sido cada vez m¨¢s desplazado y cuestionado como valor compartido, mientras la extrema derecha neofascista ¡ªque a principio de los a?os 90 hab¨ªa recibido correctivos ejemplares por parte de la justicia¡ª, se reorganizaba y crec¨ªa, ocupando espacios de muchos tipos. Desde la colonizaci¨®n de las gradas de los campos de futbol, hasta la ocupaci¨®n y la construcci¨®n de ¡°centros sociales¡± (utilizando formas de luchas que hab¨ªan sido propias de la izquierda y del movimiento antiglobalizaci¨®n) que desembocar¨ªan en la construcci¨®n de nuevas organizaciones ¡ªcomo en el caso de Casa Pound¡ª hasta, en la segunda parte de los a?os dos mil, organizando movimientos estudiantiles. O ganando la alcald¨ªa de Roma, a manos de Giovanni Alemanno, desde siempre militante del MSI y de AN y, en su juventud condenado a penas de prisi¨®n por agresiones a militantes de la izquierda.
En esta situaci¨®n lleg¨® la crisis econ¨®mica y sus consecuencias, con una revoluci¨®n en el sistema pol¨ªtico que vio crecer, por un lado el populismo del Movimiento 5 estrellas (que ahora parece mutar en alguna forma de centroizquierda); y por el otro de unas derechas construidas en torno a dos polaridades.
Una de ellas ¡ªbajo el liderazgo de Salvini y con implantaci¨®n especialmente en el norte¡ª, reconvirti¨® el antiguo autonomismo e independentismo de la Lega en un partido nacionalista italiano, en la l¨ªnea de los nacional populismos de matriz trumpiana que se han ido extendiendo a lo largo y a lo ancho de Europa. Otra polaridad ¡ªfuerte en el centro y en el sur y especialmente en la capital¡ª quer¨ªa llegar al mismo punto, pero partiendo de la tradici¨®n neofascista. Giorgia Meloni, la determinada lideresa de Fratelli d¡¯Italia ¡ªque este fin de semana estaba en Madrid, en un gran acto de Vox¡ª, viene de ese mundo. Era l¨ªder de los j¨®venes del MSI en los a?os 90.
Las dos polaridades han potenciado su presencia en la sociedad a base de elementos corrosivos para la convivencia civil. Las dos hacen discursos racistas, hom¨®fobos e islamof¨®bos. Y utilizan intensivamente las redes sociales y las fake news. Las dos apelan a la identidad nacional y al escepticismo respecto a la Uni¨®n Europea. Y las dos han jugado a construir alianzas con las fuerzas que en pa¨ªses como Polonia o Hungr¨ªa est¨¢n transformando sus sistemas en democracias iliberales. ?ltimamente ¡ªde la misma manera en que est¨¢ acaeciendo en otras latitudes, s¨®lo hace falta pensar en Madrid¡ª, las dos han encontrado en la cr¨ªtica a las restricciones para la pandemia, y en la resistencia a la vacunaci¨®n, la v¨ªa para intentar capitalizar el malestar de una ciudadan¨ªa estresada a causa de casi dos a?os extremadamente dif¨ªciles.
Estas extremas derechas son un peligro para la democracia, no s¨®lo en Italia. Y no es una casualidad que ataquen un sindicato, en la medida en que es kriptonita para ellas. Las organizaciones que frente a las crisis, la desorientaci¨®n y el miedo, plantean salidas construidas a partir del acuerdo, de la representaci¨®n democr¨¢tica de los intereses de los trabajadores y de la extensi¨®n de los derechos, son ahora mismo un tesoro para la defensa de la democracia, y no s¨®lo para los intereses colectivos que representan. Hay que defenderlas y cuidarlas. Por todo ello, toda persona dem¨®crata hoy s¨®lo puede decir: ¡°Todas somos la CGIL¡±.
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