La palabra que me pari¨®
Seg¨²n la Academia de Lunfardo existen m¨¢s de 6.000 t¨¦rminos que solo se utilizan en Argentina
La casa de mi abuela era un aguantadero (escondite de ladrones). Lo era, al menos, para mis hermanos y para m¨ª. Y no porque fu¨¦ramos una especie de delincuentes. Nuestro delito era una travesura, quiz¨¢s hasta un acto de indisciplina para los m¨¢s intransigentes. Cuando las obligaciones se volv¨ªan inabordables, por ejemplo, tener que enfrentarse a un examen de lat¨ªn, me refugiaba cual malandra (golfo) en la casa de mi abuela. B¨¢sicamente, me hac¨ªa la rata (hac¨ªa novillos / campana). Lo curioso era que a veces hasta me encontraba con alguno de mis hermanos. Desconozco de qu¨¦ escapaban ellos. Eso nunca se pregunta. Esas ma?anas eran fant¨¢sticas, mi abuela se encargaba de borrar la culpa con un desayuno en la cama, un buen almuerzo y un silencio c¨®mplice que jam¨¢s traicion¨®.
La treta, sin embargo, la rompi¨® la fortuna. La mala, evidentemente. Una ma?ana, mientras descansaba pl¨¢cidamente, mi abuela me despert¨® al grito de: ¡°Despertate, est¨¢ subiendo tu mam¨¢ [su hija]¡±. Me escond¨ª debajo de la cama. Nunca se enter¨®, pero yo ya nunca m¨¢s volv¨ª. A partir de entonces, cada d¨ªa en el que silenciosamente decid¨ªa faltar al colegio ya no ten¨ªa cobijo. Deambulaba por Buenos Aires, aburrido, cansado de perder dinero en los fichines (las maquinitas). A veces, lo m¨¢s deprimente de la adolescencia es que sos (eres) adolescente. Hay demasiado futuro para tan poco pasado, tanto para so?ar y tan poco para recordar, una casa vac¨ªa para los melanc¨®licos. Pero encontr¨¦ paz, sobre todo un lugar en el que pod¨ªa pasar horas sin gastar un peso (un duro), en el Ateneo Grand Splendid, una librer¨ªa.
Inaugurada como teatro, casa tambi¨¦n de una radio, el Ateneo Grand Splendid se convirti¨® en la librer¨ªa m¨¢s impresionante de una ciudad en la que conviven cerca de 500. Seg¨²n National Geographic, la m¨¢s linda (bonita) del mundo. Aunque m¨¢s cercano a un centro comercial que a un espacio de lectura, para m¨ª se hab¨ªa convertido en el lugar ideal en la dif¨ªcil gesti¨®n del empleo del tiempo cuando te aturde la culpa y el aburrimiento.
Este tipo de librer¨ªas, adem¨¢s de guardar lo que tienen todas ¡ªuna cierta esperanza en el futuro de la sociedad¡ª, cuentan con un p¨²blico plural. Hay de todo y para todos los gustos. Y fue as¨ª como seguramente cay¨® en mis manos una especie de diccionario que todav¨ªa recuerdo: del espa?ol de Argentina. No hab¨ªa demasiadas sorpresas en las palabras, si la palta se dice aguacate o si el arquero es en realidad un portero.
Me pasa que hoy, despu¨¦s de casi 10 a?os en Catalu?a, siento que necesitar¨ªa aquel diccionario que encontr¨¦ en el Ateneo Grand Splendid. Aunque el gran Robert ?lvarez y mi amiga Nadia Tronchoni insisten en que escribo argentinadas ¡ªel mestre Ramon Besa no se queja, protesta si escribo ingresar al campo: dice que solo se ingresa en el hospital¡ª, yo siento que me he perdido algo tan sagrado y necesario como mis palabras. ¡°Creo que los argentinos somos los m¨¢s originales en la utilizaci¨®n de los neologismos¡±, apunta Jorge Valdano, que lleva m¨¢s de 45 a?os en Espa?a. Me pasa que a veces tengo que llamar a mi amigo el cineasta Mart¨ªn Rocca para preguntarle como se dice tal cosa en Argentina. No me da verg¨¹enza desnudar mi olvido con ¨¦l. Es argentino y sabe, como yo, que no hay amnesia m¨¢s cruel que el paso del tiempo. S¨¦, en cualquier caso, que no estoy solo en esta lucha: hay cerca de 100.000 argentinos en Espa?a. ¡°He perdido palabras, pero no el acento¡±, se consuela Valdano.
La invasi¨®n argentina en Espa?a nos da cierto respiro. Pr¨¢cticamente no hace falta explicar laburo (trabajo) ni boludo (tonto). Maradona internacionaliz¨® la palabra pibe (joven) como Messi la expresi¨®n pecho fr¨ªo (sin sangre). ¡°Los argentinismos en f¨²tbol suenan bien, como los espa?olismos en los toros. Hay una autoridad impl¨ªcita en el lenguaje, que seguramente se fundamenta en que tenemos a Di Stefano, Maradona y Messi. Es la carta m¨¢s grande¡±, sostiene Jorge Valdano.
Lo cierto es que m¨¢s all¨¢ de que nadie se inmuta si digo o escribo cancha (estadio) o hinchada (afici¨®n), tengo la sensaci¨®n de que me faltan mis palabras. Las palabras que hacen patria, esas que solo te entiende un argentino. Seg¨²n la Academia de lunfardo (jerga popular) existen m¨¢s de 6.000 t¨¦rminos que solo se utilizan en Argentina. ¡°Por ejemplo birome (bol¨ªgrafo)¡±, se suma el guionista y director de cine, Cesc Gay, que acostumbra a trabajar con actores argentinos. ¡°La primera vez que la escuch¨¦ me fascin¨¦. Me parec¨ªa una palabra de otra galaxia¡±, recuerda el director.
Como mi mujer Marta ¡ªcatalana que vivi¨® en Argentina¡ª yo extra?o (echo de menos) la palabra bancar y todas sus acepciones. Seg¨²n la RAE: respaldar a alguien; soportar a alguien o algo; y responsabilizarse de algo que se ha dicho o hacerse cargo de una situaci¨®n. La cantante Nathy Peluso, que naci¨® en Buenos Aires en 1995 y se mud¨® a Alicante en 2004, necesitar¨ªa usar en Espa?a la palabra rompequinotos para describir a una persona molesta. ¡°Angurriento (hambriento), tambi¨¦n¡±, a?ade entre risas. Pero ninguna le hace tanta gracia como fiaca (pereza). ¡°Me parece espectacular¡±, remata.
Pensar antes de hablar
¡°Coincido con Nathy, sobre todo porque tenemos fiaca al menos una vez al d¨ªa¡±, interviene Valdano. Mart¨ªn Caparr¨®s, que vive en Madrid, le da alivio que exista una palabra: dale. ¡°Es el caso afortunado de una homofon¨ªa: dale y vale suenan pr¨¢cticamente igual¡±, cuenta. ¡°Pero¡±, advierte Caparr¨®s; ¡°una expresi¨®n que me falta bastante es qu¨¦ embole. No es lo mismo que decir qu¨¦ pereza, aunque se pueda utilizar para situaciones similares¡±. Hay quienes, como Natalia Verbeke, que se mud¨® a Espa?a con nueve a?os, que encuentra una especie consuelo en casa. ¡°Aunque se la escucho a mi madre, hay una palabra me encanta y que echo de menos: gar¨²a (llovizna)¡±, concluye la actriz.
Siento que cuando te falta una palabra se te pierde un pedacito de tu historia. Y te obliga a pensar. Siempre lo tuve que hacer antes de escribir, ahora tambi¨¦n para hablar ¡ªmaldita desgracia eso de pensar antes de hablar¡ª: ?C¨®mo se dec¨ªa esto en Argentina? o ?en Espa?a existe esta palabra?, me pregunto. Muchas veces tambi¨¦n lo hago porque mi mujer no me deja insultar delante de mi hija Greta; pero, esencialmente, lo hago para disimular que poco a poco he dejado de pertenecer a Buenos Aires cuando lamentablemente s¨¦ que nunca voy a pertenecer a Espa?a. Y no me queda m¨¢s consuelo que quejarme: la palabra que me pari¨®.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.