El Liceo pierde la partida con ¡®La dama de picas¡¯
La extraordinaria ¨®pera de Chaikovski naufraga sin pasi¨®n vocal ni fuerza dram¨¢tica
Definitivamente, La dama de picas no tiene la suerte que merece en el Liceo. Por cuarta vez en tres d¨¦cadas, ofrecen el montaje firmado por el director de escena flamenco Gilbert Deflo, estrenado en 1992, bajo la direcci¨®n del entonces muy joven y poco conocido director ruso Kirill Petrenko, hoy en la cumbre como titular de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn. Y en cada reposici¨®n ¡ªla ¨²ltima en 2010, con la sonada cancelaci¨®n de Pl¨¢cido Domingo¡ª, obtienen peores resultados. Sin pasi¨®n ni fuerza dram¨¢tica en el foso, ni grandes voces, la extraordinaria ¨®pera de Piotr Yllich Chaikovski naufraga ahora bajo la gris e irregular direcci¨®n del alem¨¢n Dmitri Jurowski en una apagada representaci¨®n que no est¨¢ a la altura de la inspiraci¨®n mel¨®dica y la fuerza dram¨¢tica del compositor ruso.
Muchas butacas vac¨ªas, ambiente fr¨ªo y aplausos de cortes¨ªa para una reposici¨®n ¡ªdiez funciones hasta el 11 de febrero¡ª del tradicional y vistoso montaje, que cuenta con el tenor de Azerbaiy¨¢n Yusif Eyvazov, marido de la superdiva rusa Anna Netrebko, en su debut esc¨¦nico en el Liceo y afrontando su primer Hermann: no pas¨® de discreto al frente de un reparto en el que destac¨® por su bella y l¨ªrica voz la soprano armenia Lianna Haroutounian, que ha asumido el papel de Lisa tras la cancelaci¨®n por motivos de duelo familiar de Sondra Radvanovsky.
Hermann, personaje de gran fuerza dram¨¢tica considerado como el Otello ruso, es el protagoniza de esta gran ¨®pera de atm¨®sfera rom¨¢ntica y agitadas emociones, estrenada en 1890 en el Teatro Mariinski de San Petersbugo, con libreto de Modest Chaikovski, hermano del compositor, basado en el cuento hom¨®nimo de Pushkin. Pikovaya Dama es la historia de una obsesi¨®n de final tr¨¢gico, el descenso a los infiernos de un lud¨®pata capaz de sacrificarlo todo, incluso su amor por la desdichada Lisa, por conocer las tres cartas que aseguran el triunfo en el juego, secreto guardado por una anciana y siniestra condesa, abuela de Lisa, que lleva consigo una funesta maldici¨®n.
Ha vuelto a perder la partida el Liceo con esta hermosa ¨®pera ba?ada por la inspiraci¨®n mel¨®dica y el hondo sentido dram¨¢tico de Chaikovski; un volc¨¢n de emociones con una orquestaci¨®n suntuosa plagada de exquisitos detalles. Pero falt¨® tensi¨®n y vida teatral en la desequilibrada direcci¨®n de Jurowski, al frente de una orquesta en horas bajas, con muchas sustituciones de m¨²sicos afectados por la ola de ¨®micron, y un coro que solo tuvo el fuste adecuado en la partida final de cartas. Cantar con mascarilla tambi¨¦n pas¨® factura a las voces del Cor Infantil Veus-Amics de la Uni¨® de Granollers.
Hermann exige carisma, voz s¨®lida y temperamento. El tenor que afronta el reto debe mostrar la ¡°locura en la mirada¡± e impresionar hasta cuando no canta ¡ªasombra, por cierto, la facilidad con que este oficial bebedor y sin dinero se cuela en los dormitorios de damas de alcurnia¡ª con una presencia determinante en todos los actos. A Eyvazov el papel le viene grande. De timbre ingrato y corta expresividad, lo f¨ªa todo al brillo intermitente de sus agudos y como actor es muy limitado. Se entrega a fondo, pero eso no basta en un papel de tal envergadura.
A gran nivel la Lisa de Lianna Haroutounian, de acentos conmovedores y gran lirismo, y muy bien cantada, sin histrionismos, la condesa de Elena Zaremba en su gran escena con el tenor, la m¨¢s lograda de la ¨®pera por su escalofriante tensi¨®n. Frente al sonoro Tomski del bajo-bar¨ªtono polaco Lukaz Golinski, el bar¨ªtono ruso Rodion Pogossov fue un flojo Pr¨ªncipe Yeletsky. A buen nivel el tenor catal¨¢n David Alegret (Chekalinski), el bajo b¨²lgaro Ivo Stanchev (Surin) y la soprano argentina Mercedes Gancedo (Prilepa). Las mezzosopranos catalanas Mireia Pint¨® y Gemma Coma-Alabert, el tenor mallorqu¨ªn Antoni Lliteres y el tenor catal¨¢n Marc Sala completaron el reparto con solvencia.
La tradicional concepci¨®n teatral recrea con acierto la atm¨®sfera rom¨¢ntica, pero la irrelevante direcci¨®n de actores deja a su aire la gestualidad de los cantantes. El lujo de los decorados y el vestuario de William Orlandi y la po¨¦tica iluminaci¨®n de Albert Faura son la mejor baza de un montaje concebido para el antiguo Liceo, con cambios de cuadros y dos largos descansos que alargan de forma tediosa la funci¨®n hasta las cuatro horas cuando la obra dura menos de tres. Vamos, que est¨¢ pidiendo a gritos la jubilaci¨®n.
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