M¨²sica de fondo
La m¨²sica es un instrumento formidable para aunar emociones, desde el ansia por comprar lo que sea hasta el sentimiento compartido y reforzado por el himno nacional pasando por los desfiles.
En Barcelona es tan dif¨ªcil encontrar un restaurante donde compartir la comida con una conversaci¨®n, sin tener que dar voces por el ruido de la m¨²sica de fondo, que hace unos meses Elvira Lindo pidi¨® en este mismo diario elaborar una gu¨ªa de restaurantes sin m¨²sica (edici¨®n del 11 de noviembre de 2021). Los hay, desde luego, como, por ejemplo, los de bastantes clubs, asociaciones o c¨ªrculos. As¨ª en el C¨ªrculo del Liceo se puede comer o cenar sin m¨²sica de fondo, no compiten con el teatro. Y lo mismo ocurre en el Ateneu Barcelon¨¦s. Pero lo usual es la ubicuidad de la m¨²sica de fondo en supermercados, franquicias de ropa, tiendas de deporte y en casi todo tipo de locales comerciales grandes o medio grandes.
La m¨²sica es un instrumento formidable para aunar emociones, desde el ansia por comprar lo que sea hasta el sentimiento compartido y reforzado por el himno nacional, o el del club local de f¨²tbol, pasando por los desfiles. Para ello se compusieron las marchas militares, aun las imaginarias, como la inmensa marcha triunfal de A¨ªda (la mejor versi¨®n reciente es la de Antonio Pappano, con la orquesta y coro de la Academia Nacional de Santa Cecilia, pero hay otras muchas extraordinarias).
La m¨²sica cl¨¢sica ha creado himnos universales. En 1985, la Uni¨®n Europea adopt¨® oficialmente el Himno a la Alegr¨ªa de Beethoven, que no es marcial y cuya genialidad nadie todav¨ªa ha osado discutir. Pero m¨¢s prosaicamente, los especialistas en m¨¢rketing aconsejan m¨²sica cl¨¢sica en las enotecas: los clientes compran vinos m¨¢s caros ¡ªsi no mejor escogidos¡ª con buena m¨²sica.
El fen¨®meno se ha generalizado: mucha gente contrata servicios de streaming musical para uso personal, como Spotify, cuya versi¨®n comercial se llama Soundtrack. Los comerciantes pueden escoger ofertas diferenciadas por el tipo de m¨²sica, desde aquella que insta a comprar deprisa o a salir corriendo sin m¨¢s contemplaciones. Luego est¨¢ el tema del volumen: el otro d¨ªa, en una buena tienda de ropa de una calle central de Barcelona, la m¨²sica estaba muy alta y ped¨ª a la dependienta que estaba tras el mostrador, que, por favor y si era posible, bajara el volumen. Cuando, pese al estruendo y a las mascarillas, ambos conseguimos entendernos, ella baj¨®, amable, el volumen y me mir¨® con la cara inconfundible del alivio inmediato.
Es cierto tambi¨¦n que unos auriculares conectados a un programa digno de streaming musical te a¨ªslan del ruido del tr¨¢fico automovil¨ªstico, un estr¨¦pito en declive, que los coches el¨¦ctricos todav¨ªa tardar¨¢n una d¨¦cada o m¨¢s en superar al n¨²mero de los movidos por motores t¨¦rmicos.
Hay un estadio superior de la serenidad humana, lo habr¨¦ contado m¨¢s de una vez: correr sobre Barcelona por la Carretera de las Aguas sin auriculares le reconcilia a uno con lo que queda de la naturaleza en esta ciudad, que no es tanto.
En la calle, una soluci¨®n extrema es aislarse del ruido exterior y correr en el silencio artificial que te ofrecen unas orejeras bien puestas.
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