¡°Curricular¡±, ese enigma
La ley del catal¨¢n en la escuela quiebra de los bloques que han condicionado desde 2015 la dial¨¦ctica pol¨ªtica catalana
F¨ªjense ustedes qu¨¦ ocurri¨® este mi¨¦rcoles en el Parlament. En el debate sobre la proposici¨®n de ley del catal¨¢n -y el castellano- en la escuela, la diputada de la CUP Dolors Sabat¨¦, afirm¨®: ¡°Lo que est¨¢ haciendo hoy el Parlament es convertir el castellano en lengua vehicular por primera vez en 40 a?os de historia¡±. Exactamente tres minutos m¨¢s tarde, segundo por segundo, el portavoz de Ciudadanos, Carlos Carrizosa, dec¨ªa, con similar contundencia: ¡°Esta ley tan urgente tiene solo al catal¨¢n como lengua vehicular y al castellano, no.¡± Una y otro han le¨ªdo el mismo texto, y uno y otra han utilizado argumentos literalmente contrapuestos para votar en contra.
Est¨¢ claro que la proposici¨®n de ley es deliberadamente ambigua, como un final de serie de televisi¨®n que deja tramas abiertas para que se desarrollen en una temporada posterior. Por eso ha logrado que cada partido la interprete a su modo, tanto para votarla a favor como para rechazarla. El punto central de este guion enigm¨¢tico es la palabra ¡°curricular¡± para referirse al tratamiento del castellano en las aulas. Como el monolito de 2001: Una Odisea en el Espacio, cada espectador tiene una teor¨ªa particular sobre ello.
Por eso, no es f¨¢cil saber hasta qu¨¦ punto Sabat¨¦ puede tener raz¨®n cuando dice que estamos viviendo un momento hist¨®rico para la educaci¨®n en Catalu?a. Pero lo que s¨ª marca como un tatuaje la piel del Parlament es la quiebra de los bloques que han condicionado desde 2015 la dial¨¦ctica pol¨ªtica catalana. Esa fractura no ha llegado de un d¨ªa para otro, pero una votaci¨®n con 106 s¨ªes no se recordaba desde hace a?os. Al menos, en un asunto de calado ideol¨®gico. La centralidad se ha ensanchado para incluir desde un exministro espa?ol como Salvador Illa hasta el azote diario de los pactos ERC-PSOE, Albert Batet, o desde un empresario ultraliberal como Joan Canadell, hasta el exl¨ªder del sindicato CC OO, Joan Carles Gallego.
Esta amplitud, forzosamente, empuja hacia los extremos a los que se han quedado fuera del consenso. A la izquierda, la CUP, alejada -moment¨¢neamente, al menos- de los ¨¢mbitos de influencia que antes frecuentaba a causa de su sempiterna preferencia por gestionar el No antes que el S¨ª, y de su recuperada vocaci¨®n purista.
A la derecha, un tr¨ªo mucho menos homog¨¦neo de lo que aparenta. Por ejemplo, solo uno de ellos defiende hoy por hoy la Constituci¨®n tal como est¨¢: el PP. A los otros dos, por razones distintas, les incomoda. Ciudadanos, necesitado de un clavo ardiente para salvar su supervivencia pol¨ªtica, acaba de recuperar el viejo debate sobre las ¡°nacionalidades y regiones¡±, el mismo que usaron algunos exministros franquistas de Alianza Popular para no votar la Carta Magna (a pesar de ello, Carrizosa ha seguido esgrimiendo la Constituci¨®n en sus intervenciones como si tal cosa). A Vox, su ideolog¨ªa intr¨ªnsecamente centralista le impide transigir con el T¨ªtulo VIII y sus 15 art¨ªculos dedicados a definir las autonom¨ªas; entre otras cosas que liquidar¨ªa, por supuesto.
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