El fin de la tienda de chucher¨ªas
La crisis, el impuesto a las bebidas azucaradas o los nuevos h¨¢bitos de vida acaban con tiendas como el Happy Juniors, que llevaba 34 a?os vendiendo golosinas
Las tiendas de chuches est¨¢n cerrando. La ¨²ltima, el Happy Juniors, un negocio familiar levantado en el barrio obrero de Vilartagas, en Sant Feliu de Gu¨ªxols (Girona), donde llevaba m¨¢s de tres d¨¦cadas. Un sobrio cartel colgado en la puerta de cristal informa de la defunci¨®n: ¡°19 de agosto de 2022. Cierre del negocio. Gracias a todos los clientes que han pasado por el Happy durante 34 a?os. Un abrazo¡±. Y as¨ª, sin apenas ruido, se pone fin a la aventura que Jos¨¦ Cervera, Pepe, y su familia iniciaron en 1988, como Bill Gates, en el garaje de su propia casa.
Cuando el Happy naci¨®, las golosinas se contaban por unidades y a peseta. ¡°Era un garaje peque?ito. Y all¨ª se mont¨® una estanter¨ªa, unas cestitas y cuatro caramelos¡±, recuerda Marina, la hija mayor del matrimonio. Pepe, a pesar de no saber leer ni escribir, se arriesg¨® a abrir la tienda despu¨¦s de que cerrase la f¨¢brica de corcho de Sant Feliu donde trabajaba. Hab¨ªa emigrado con apenas 30 a?os, desde Colomera, en Granada, junto a su mujer Marina Navarro y con Marina reci¨¦n nacida.
¡°No pensamos que luego habr¨ªa un boom, con mucha gama de caramelos, de chuches, de todo¡±, explica Marina, junto a su hermana Margarita. Ambas se han pasado toda la vida despachando dulces y atendiendo a los vecinos que sent¨ªan un poco suya aquella tienda de barrio. ¡°Ca¨ªmos en gracia a la gente, y el negocio empez¨® a subir¡±, recuerdan, sobre la paulatina conversi¨®n de un peque?o garaje en una amplia tienda de gominolas.
A cualquier hora, en cualquier momento, el Happy estaba abierto. ¡°Antes no hab¨ªa tantas tiendas, ni tantos supermercados. La gente sab¨ªa que si les hac¨ªa falta un postre, una bebida, agua o el pan, pod¨ªan venir¡±, explica Marina. No importaba si era lunes, domingo o fiesta de guardar. Si picaba el gusanillo de comer una golosina a medianoche, con un poco de suerte, era posible que alguno de los Cervera Navarro siguiese detr¨¢s del mostrador.
Los noventa fueron los a?os dorados. Ubicados en la plaza de Salvador Espriu, el centro neur¨¢lgico del barrio de migrantes, los ni?os y los adolescentes pasaban las horas sentados o jugando al lado de la tienda. Entre patinetes y carreras, cualquier excusa era buena para entrar de nuevo y comprar algo m¨¢s. La esquinita del Happy se convirti¨® en un lugar de reuni¨®n habitual, donde las j¨®venes devoraban las pipas mientras ve¨ªan pasar a sus pretendientes haciendo rugir el tubo de escape de la Derbi Variant trucada. La gracia consist¨ªa en reconocerlos solo por el ruido.
¡°Cuando pon¨ªan el cine, hasta lo pas¨¢bamos mal¡±, recuerdan las hermanas Cervera. Se refieren a las sesiones de pel¨ªculas a la fresca que se proyectaron durante esos a?os en la plaza Salvador Espriu. Se celebraba por la noche, en verano, y era una cita obligada en el barrio. Todo el mundo estaba all¨ª. ¡°Ven¨ªan a comprar todos a la vez: antes de la pel¨ªcula, en medio de la pel¨ªcula, y al final de la pel¨ªcula¡±, explican, sobre el trabaj¨ªn que supon¨ªa. Al acabar la noche, la tienda estaba despeluchada; y la plaza, como un campo de batalla. ¡°Mis padres se quedaban despu¨¦s y recog¨ªan las latas de la plazoleta¡±, rememoran.
La hermanas Cervera se han pasado la vida en el Happy. ¡°Mis hijos y los tres de mi hermana se han criado ah¨ª, era como una guarder¨ªa¡±, se r¨ªe Marina. Detr¨¢s del mostrador, estaba el parque donde los ni?os jugaban, mientras otros cr¨ªos llenaban sus cestas de caramelos. D¨ªas de fiesta, Semana Santa, Navidad, verano¡ ¡°Siempre ha sido la tienda antes que todo¡±, asegura Margarita. Pepe, fallecido en 2011 con 79 a?os, era el relaciones p¨²blicas del Happy, pero el negocio diario lo manejaban las dos hermanas, con la ayuda indispensable de su madre.
Hasta que poco a poco, las cuentas se empezaron a torcer. ¡°Llevamos a?os a la baja¡±, afirma Margarita, que identifica una suma de causas que explican el declive. Una de las primeras, que se peatonalizase parte de los accesos a la plaza, en un pueblo, donde se usa el coche para casi todo. Despu¨¦s, la proliferaci¨®n de supermercados, que tambi¨¦n venden gominolas, y est¨¢n abiertos muchas horas al d¨ªa. ¡°No podemos competir¡±, lamenta Margarita. Arrastrando a¨²n los efectos de la crisis, lleg¨® la covid, la falta de suministros, la subida de precios, el impuesto a las bebidas azucaradas, o los nuevos h¨¢bitos de una vida saludable donde el az¨²car es Belceb¨².
¡°Esto es un barrio de familias trabajadoras. No podemos vender la coca-cola a 2,30 euros, es como si estuvi¨¦ramos robando¡±, pone como ejemplo Marina. Durante un par de a?os, intentaron reducir las compras, vivi¨¦ndolo ¡°con angustia¡±. ¡°Est¨¢bamos al l¨ªmite. Si hab¨ªa dinero comprabas, y si no, no comprabas tanto¡±, explican, sobre una situaci¨®n muy complicada, despu¨¦s de haber disfrutado del esplendor de una tienda de chucher¨ªas que funcionaba como un tiro. ¡°Aguant¨¢bamos por una cuesti¨®n sentimental¡±, dicen.
La puntilla la dio un verano, el pasado, sin apenas clientela. ¡°Me duele en el alma por el esfuerzo tan grande que hicieron mi padre y mi madre¡±, lamenta Marina. Pero las dos admiten que no han tenido m¨¢s opci¨®n. Ahora todav¨ªa est¨¢n asent¨¢ndose, despu¨¦s del papeleo, el cambio radical de vida, y el cierre del negocio con m¨¢s de 30 a?os de su familia. En un futuro, se plantean alquilar el local del Happy. ¡°Pero solo pensar que en el negocio de mi padre vaya a haber otra persona¡ Lo llevo muy mal¡±, admite la hija mayor.
Puedes seguir a EL PA?S Catalunya en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.