?Cu¨¢nto dura la covid esta vez?
Esta cr¨®nica, golpeada en su producci¨®n por el coronavirus, se centra en las pasiones que despierta un piano colocado en la estaci¨®n de Gr¨¤cia de Barcelona
Vuelve el terror. Los miedos. La angustia del contagio. Dispuesta a escribir la cr¨®nica antes de empezar las vacaciones, me veo de nuevo, como hace un a?o, encerrada en una habitaci¨®n, implorando que alguien me deje en la puerta un par de galletas Pr¨ªncipe con un vaso de leche. Ni caso. Mientras grito, moqueo y toso, me duelen todos los m¨²sculos, especialmente la pierna derecha. Y una novedad respecto al a?o pasado: un insoportable y agudo dolor de muelas. Esta semana en Catalu?a los ambulatorios han atendido a m¨¢s de 6.100 personas por covid y ya hay 930 ingresados. La Generalitat mantendr¨¢ al menos hasta el 31 de enero las bajas autom¨¢ticas por coronavirus, pese a la oposici¨®n de las patronales.
Es la segunda vez que cojo covid, siempre en ¨¦poca navide?a, ?faltar¨ªa m¨¢s! Dicen que ahora es un constipado corriente. Discrepo. Y que se puede hacer vida normal. Discrepo de nuevo. Varias se?ales me han indicado en los d¨ªas previos que me estaba acercando al maldito virus. Los recuerdos de la Navidad pasada encerrada con toda la familia numerosa contagiada, un contacto reciente con un positivo, muy contacto y, claro, el taxista. El d¨ªa antes de que la raya asomara a mi prueba de forma fulminante, un conductor de Barcelona me cont¨® que en junio se cas¨® y se infect¨® ¨¦l, la novia y su hijo beb¨¦, adem¨¢s de 50 de los 90 invitados. Sal¨ª del coche impactada. Y luego lleg¨® la confirmaci¨®n. Llamo al 061 y me dicen que si no hay problemas respiratorios mejor quedarse en casa. Las urgencias de los hospitales est¨¢n de nuevo hasta los topes y los m¨¦dicos hasta las narices. Llamo a mi ¨²ltimo contacto, agobiada ante la idea de haber contagiado nada menos que a una prima. Encima, vivir en una familia de cinco te lleva a t¨®xicas comparaciones: ?qui¨¦n est¨¢ sufriendo m¨¢s con el virus? ?a qui¨¦n le duele m¨¢s? Incluso he tenido que escuchar c¨®mo se me acusaba de sacarme de la manga un falso negativo para echar de la cama a uno de los enfermos y colocarme yo. Es cierto que hice r¨¢pidamente la foto a la prueba, antes de que cualquier raya pudiera asomar. ?Cu¨¢nto dura este nuevo covid? Espero que cuatro d¨ªas.
Pero esta cr¨®nica tiene otra meta. Y a eso vamos. Contar la historia del piano de Gr¨¤cia. El instrumento se instal¨® durante el concurso de m¨²sica Maria Canals, en el vest¨ªbulo de la estaci¨®n de Gr¨¤cia de Ferrocarrils de la Generalitat, por donde pasan a diario 14.000 pasajeros. La organizaci¨®n decidi¨® al acabar el concurso dejar all¨ª el piano por el ¨¦xito cosechado. Y de momento, se queda de forma fija. Cualquiera puede tocarlo. Y as¨ª sucede. Jeroni Oliva, responsable de producci¨®n y proyectos de Maria Canals, toca maravillosamente el piano y se ocupa del de Gr¨¤cia. Habla con pasi¨®n. ¡°Es una buena manera de promocionar la m¨²sica y adem¨¢s desmitificar aquella cosa elitista que tiene el piano. Cualquiera puede tocarlo, aunque sea probarlo. Y elitista hasta cierto punto. Tenemos un proyecto llamado Em toca, con ni?os de barrios de exclusi¨®n social, y otros proyectos como los pianos en el patio. Por ejemplo, en Nou Barris colocamos el instrumento fuera de la estaci¨®n para acercarlo mucho m¨¢s a la gente con la ayuda del dinamizador. Claro que vale dinero comprar un piano, pero ahora hay muchas soluciones¡±. El piano de Gr¨¤cia es tocado por much¨ªsima gente durante el d¨ªa. Y si lo aporrean, pues no pasa nada, dice Jeroni: ¡°Queremos que rompan, no el piano, sino la barrera¡±. El afinador viene a menudo para ponerlo a punto. Han decidido atar con una cadena la banqueta al piano. Para evitar sorpresas desagradables.
Son las 23 horas. Laura vuelve a casa. Cuando pasa por el vest¨ªbulo de la estaci¨®n ve a un chico tocando. Manda una foto. Ella es una pasajera de Ferrocarrils. Muchas veces ha tenido la tentaci¨®n de tocar una nota tonta, pero no lo hace. Prefiere observar. La primera vez que vio el piano de Gr¨¤cia pens¨® que era ¡°un postureo innecesario. Pon¨ªan un piano en una estaci¨®n con mucha gente que va de paso, con prisas, un espacio que no invita a pararse y menos a tocar el piano¡±, reconoce Laura, directora de comunicaci¨®n de una entidad barcelonesa. ¡°Esa era mi idea que se vio desmentida con lo que pas¨® realmente: cada vez que pasaba hab¨ªa gente y a todas las horas pr¨¢cticamente¡±. Laura detect¨® patrones. Por las ma?anas siempre el mismo hombre con cascos que se pon¨ªa a practicar, es decir, que picaba su billete para entrar en la estaci¨®n y tocar. Con el tiempo, adem¨¢s, la gente ha seguido. Casi siempre est¨¢ ocupado: ¡°Esto me ha llevado a pensar en el poder del dise?o del espacio p¨²blico. Si pens¨¢ramos el urbanismo de otra forma, podr¨ªa influir en c¨®mo nos relacionamos y c¨®mo evitamos el espacio p¨²blico, que solo usamos para ir de casa al trabajo¡±.
PD. Si tienes un covid, una recomendaci¨®n de una amiga: Netflix te ayuda a decorar tu encierro con Fireplace for your home, un v¨ªdeo en calidad 4k Ultra HD que muestra una chimenea real que chisporrotea.
Si no tienes covid, ves a ver el Circ Raluy, en el Moll de la Fusta de Barcelona. Para seguir creyendo en la magia del circo. Y p¨¢sate por Gr¨¤cia¡ para tocar el piano.
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