Mal parir
El ¨²ltimo chollo capitalista es que ya no haga falta ni siquiera pasar por el paritorio para dar a luz, una pr¨¢ctica de riesgo
Los hospitales son lugares despiadados. Las salas de urgencias est¨¢n siempre abiertas, testigos de todas las caras de la vida. Desde los primerizos que acuden a las nueve de la noche con su beb¨¦ porque le han salido unas manchitas rojas en el pie, hasta los gritos de dolor que se cuelan por las puertas entreabiertas de una ambulancia. Sus sillas ¨¢speras de madera acogen los culos cansados que dan la vuelta al reloj: una, dos, tres, cuatro horas¡ ¡°?Qu¨¦ ha dicho?¡±, saltan adormilados ante cualquier mensaje que retumba por los altavoces met¨¢licos.
Solo poner un pie en el hospital es f¨¢cil que los recuerdos suban por la garganta, como el v¨®mito que acecha despu¨¦s de una noche de excesos. En el restaurante, casi sin querer, se juega a adivinar el dolor escrito en la cara de los comensales, los d¨ªas acumulados durmiendo en una silla, el nivel de desgracia seg¨²n el surco y el color de la ojera. ?Se trata de una enfermedad pasajera, de una visita anodina o de un d¨ªa m¨¢s en la borrosa espera de un paciente terminal?
A los hospitales ¨²nicamente se les presupone una cosa buena: los nacimientos. El lugar donde la vida se abre paso, en vez de marchitarse; donde los llantos son de alegr¨ªa; donde el olor fresco a Nenuco sustituye al dulz¨®n de la putrefacci¨®n de la carne. Donde los ojos de cansancio son de felicidad. Donde se regalan ramos de flores coloridos en lugar de tulipanes blancos¡ Siempre y cuando las cosas no se compliquen.
La preeclampsia afecta al 5% de las mujeres gestantes, y al 20% cuando se trata de las mujeres embarazadas con t¨¦cnicas de reproducci¨®n asistida, seg¨²n la Cl¨ªnica Universidad de Navarra. Por esa enfermedad se pueden pasar 10 d¨ªas encerrada en un cub¨ªculo de urgencias de ginecolog¨ªa, en los bajos del hospital de Sant Pau. Sin ventanas, solo con una televisi¨®n y un lavabo, sin saber cuando es de d¨ªa y cuando de noche, oyendo a parturientas gritar de dolor, a enfermeras correr por un desprendimiento de placenta, por una rotura de bolsa o por la en¨¦sima ces¨¢rea de urgencias. Con correas, toma de tensiones constantes y el miedo pegado a la piel sobada, se suman d¨ªas para que la inquilina alojada en una barriga todav¨ªa demasiado peque?a sobreviva.
El norte se pierde suavemente con el sulfato de magnesio intravenoso y los an¨¢lisis diarios (a pares) con cat¨¦ter, para hacerlo m¨¢s f¨¢cil. Con un poco de est¨²pida suerte se puede lograr un bocadillo de salchich¨®n, arrebatado a tiempo de las manos de una embarazada fam¨¦lica, sometida cada jornada al mismo men¨² de ingreso hospitalario: arroz blanco, sopa, pasta. La infecci¨®n en la sangre con el Staphylococcus aureus llega de regalo, magn¨ªficamente anunciada por un doctor bacterio: ¡°Es muy serio¡±.
Para cuando la en¨¦sima residente de agosto, triunfante, confirma su ¨²ltima sospecha ¡ª¡±?Lo sab¨ªa! Los pulmones est¨¢n encharcados. Hay que bajarla a semicr¨ªticos¡±¡ª ya no queda un ¨¢pice de buena disposici¨®n en la gestante: antes la muerte. Con tensiones de 19-9 y unas ganas de llorar muy fuertes, la vida aterriza en una flamante ces¨¢rea de epidural de doble pinchazo (no pod¨ªa funcionar a la primera) y un intenso olor a carne quemada. ?El resultado? Una beb¨¦ sana de un kilo y ochocientos gramos ingresada tres semanas en neonatos con un mont¨®n de cables por todo el diminuto cuerpo y una madre exhausta, m¨¢s destruida que alegre.
Nada de eso le pudo pasar (ni se le desea) a Ana Obreg¨®n hace unos d¨ªas. Las im¨¢genes muestran a la actriz salir triunfante en una silla de ruedas con una beb¨¦ en brazos de un hospital en Miami. Seg¨²n Telemadrid, hab¨ªa dado a luz a una ni?a a sus 68 a?os, en ¡°un embarazo que llevaba en la m¨¢s absoluta discreci¨®n¡±. Y tan discreto, sin barriga, sin controles m¨¦dicos, sin tensiones disparadas, sin miedos, sin poner jam¨¢s su vida en riesgo, sin verse en un box hospitalario con los dedos cruzados y el ¨¢nimo por los suelos. Todo eso solo lo pudo sufrir (se desea que no fuese as¨ª) la ¡°madre¡±, la mujer que ha tenido hijos, seg¨²n la Real Academia.
Traer hijos al mundo es una pr¨¢ctica de riesgo, dulcificada por todas esas f¨¦minas divinas, con embarazos de ensue?o, barrigas de cat¨¢logo, partos de tres horas y un cutis perfecto en la foto posparto colgada en Instagram. Las que no vemos seguro que prefieren ser quemadas vivas en la hoguera antes de ense?ar al mundo la pinta que ten¨ªan despu¨¦s de sacar un mel¨®n por el agujero de un lim¨®n. O de que directamente les seccionasen siete capas del cuerpo para extraerles el fruto de su vientre. ¡°Pero vale la pena¡±, o¨ªmos repetir una y otra vez.
El ¨²ltimo chollo capitalista es que ya no haga falta ni siquiera pasar por el paritorio para dar a luz. Que se pueda ser una embarazada que jam¨¢s engord¨® un gramo, que nunca estuvo contando semanas, ni temi¨® un aborto, ni una subida de tensi¨®n. Por no tener, ni se padecieron almorranas. Y que esa otra persona que horne¨® a la beb¨¦ nueve meses (si hubo suerte) sea solamente como el doble en el cine que salta de un coche en llamas que ha ca¨ªdo por un barranco despu¨¦s de dar tres vueltas de campana. Pasa sin pena ni gloria, sin que nadie valore lo m¨¢s m¨ªnimo que se ha jugado la vida.
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