Cr¨®nica de un primerizo en Sant Jordi
Un relato personal de la primera vez del autor de ¡®D¨ªas para ser gato¡¯ y ¡®En mi casa no entra un gato¡¯
Tanto insist¨ª que al final no les qued¨® m¨¢s remedio que invitarme a venir.
Por darles contexto: he escrito dos libros sobre uno de los temas m¨¢s importantes de los menos importantes: los gatos. Mi editorial -Duomo- afincada en Barcelona, capeaba con paciencia mis insistentes peticiones para traerme a Barcelona en Sant Jordi. El argumento era convincente y emp¨¢tico: ¡°Es que a lo mejor vienes y no firmas ni un libro¡±. Este a?o, por fin, logr¨¦ ablandarlos y me consiguieron un par de firmas. Hubo, eso s¨ª, que insistirles bastante en que mi corazoncito de escritor no se ver¨ªa lastimado si los lectores me ignoraban. No saben lo que es vivir con dos gatos.
Llegu¨¦ a Barcelona el s¨¢bado. Despu¨¦s de una parada t¨¦cnica de casi una hora en Zaragoza, el tren alcanz¨® la estaci¨®n de Sants. Directo a casa de mi amiga Covadonga -siempre que viajamos, los asturianos intentamos quedarnos en casa de una Covadonga o de un Pelayo-, porque los precios de una noche de hotel estaban por las nubes y la confianza de la editorial alcanzaba hasta un Madrid-Barcelona en Ave. Ida y vuelta, eso s¨ª.
Despu¨¦s de comer, asist¨ª a un par de fiestas previas a Sant Jordi. En la de La Vanguardia me cruc¨¦ con Elvira Lindo, Rosa Montero, Ray Loriga, H¨¦ctor Abad, Jordi Amat o Juan Jos¨¦ Mill¨¢s. Al saber que era mi primer Sant Jordi, todo el mundo con el que hablaba me insist¨ªa en lo especial que es esta fiesta. ¡°Vas a flipar¡±, era el principal argumento -muy literario, por cierto-. Yo, que en esto de las expectativas soy bastante descre¨ªdo -trabajo en el mundo de la comunicaci¨®n- pensaba que bueno, que s¨ª, que estar¨ªa bien la cosa, pero que igual era mejor que rebajaran un poco el tono, por si acaso. Use Lahoz me insisti¨® -¡±vas a flipar¡±- y, cuando le dije que mi editorial me hab¨ªa puesto en alerta sobre la posibilidad de no firmar ni cheques, me dijo: ¡°?qu¨¦ va, hombre! Con los libros de gatos firmas seguro!¡±. Todav¨ªa no he logrado descifrar el sentido real de la frase.
Lahoz hizo de cicerone de las cosas que realmente importan y me recomend¨® que, antes de volver a casa, me pasara por El Giardinetto, un restaurante y bar de copas dise?ado a principios de los 70 por Alfonso Mil¨¢ y Federico Correa y que surgi¨® de la mente del fot¨®grafo Leopoldo Pom¨¦s. Lahoz Insisti¨® tanto que no sab¨ªa si me estaba gastando una broma o es que el asunto de la gesti¨®n de expectativas era una tarea pendiente de la sociedad catalana. Pero no, resulta que aquello es como entrar en un cuento. Un cuento elegante, con un toque surrealista, acogedor y de color verde. Cuando Poldo, que dirige el local desde 2012, lleg¨®, decidi¨® que era el momento de poner m¨²sica. Se agach¨® tras la barra y encendi¨® el reproductor. Fue como si la noche emprendiera un rumbo nuevo. Hacia lo desconocido -para los debutantes- y hacia la tradici¨®n -para los veteranos de Sant Jordi-.
Ah¨ª me arrepent¨ª un poco de haberme comprometido a acudir a la foto de autores que se hac¨ªa el domingo por la ma?ana en la Rambla. Pero hab¨ªa dado tanto la tabarra para venir a Barcelona este 23 de abril que decid¨ª retirarme a tiempo e intentar aparentar cierta profesionalidad.
A las 8 de la ma?ana del domingo estaba en pie. Baj¨¦ caminando por Gr¨¤cia. Con mi camisa de gatos y mi americana azul marino. Hecho un pincel.
A¨²n no hab¨ªa mucha gente pero era impresionante la cantidad de puestos, stands y escenarios que se hab¨ªan montado durante la noche anterior. Por el camino, dos se?ores bajaban hablando:
-¡±Hay que ver¡ con lo que nos gusta la lectura y los l¨ªos que montamos a veces¡±, dijo uno.
-¡±Es que no es tanto cuesti¨®n de leer mucho, sino de leer los libros correctos¡±, le replic¨® su amigo.
De camino al Palau de la Virreina -el lugar donde se har¨ªa la foto- me cruc¨¦ en plaza Catalunya con una cola largu¨ªsima de personas con libros en la mano. No eran ni las 9:30 de la ma?ana.
Al llegar al palacio, desayuno de caf¨¦, chocolate y croissants. Y tambi¨¦n bullicio y algarab¨ªa. La alcaldesa Colau ofreci¨® un discurso emocionado y emocionante. Habl¨® de celebrar la vida, la cultura y el amor a las flores. Asegur¨® que esta es ¡°la fiesta m¨¢s bonita del mundo¡±. Lo hizo todo en catal¨¢n, y un asturiano que no parla ni mica lo entendi¨® perfectamente. Sobre todo la emoci¨®n.
Nos hicimos una foto en la que es bastante improbable que se me vea y salimos para Gr¨¤cia. Laia, mi editora, empez¨® a contarme una an¨¦cdota sobre una firma con Eduardo Mendoza en la que hab¨ªa tanta gente que hubo que recurrir a la polic¨ªa. Cuando se dio cuenta de que aquello pod¨ªa jugar en contra de mi confianza, a?adi¨®: ¡°pero bueno, he visto muchos s¨²per ventas que no firmaban nada, ?eh?¡±. Gracias por la mentira piadosa, Laia.
A las 10.30 horas ya era consciente de que de mala gesti¨®n de las expectativas, nada. La cantidad de gente que hab¨ªa en la calle era tal que parec¨ªa que toda la ciudad hab¨ªa salido a la calle. Repito: a las 10:30. En lo alto de la Rambla las manos alzaban los m¨®viles para intentar captar la multitud.
En el inicio de la subida de Gr¨¤cia empezaba otra cola. Podr¨ªa intentar alargar este p¨¢rrafo para explicarles lo larga que era, pero sospecho que me extender¨ªa m¨¢s all¨¢ de lo recomendado por los gur¨²s de las lecturas en internet. Y a¨²n as¨ª me quedar¨ªa corto.
¡°Disculpe, ?para qu¨¦ es esta cola?¡±, le pregunt¨¦ a un se?or que acompa?aba a su hija.
?l se gir¨® hacia su hija y le pregunt¨®: ¡°?para qu¨¦ es esta cola?¡±.
Eso es amor de padre. De padre lector.
La cola, por cierto, era para la firma de Alice Kellen.
La ma?ana avanzaba y avanzar por la calle se convert¨ªa en una peque?a heroicidad. Nunca hab¨ªa visto a tanta gente junta celebrando la lectura en particular y la vida en general. Hab¨ªa en el ambiente una carga de alegr¨ªa y de ilusi¨®n bastante importante.
A las 12 en punto llegu¨¦ a mi primera firma. En la carpa de Libelistas, en el entronque de Gran V¨ªa y Gr¨¤cia. Para mi alivio, ten¨ªa dos lectoras esperando -ch¨²pate esa, editorial-. En 45 minutos, pasaron unas 30 personas por all¨ª. Emma, una joven lectora barcelonesa, me entreg¨® un retrato de mi gata y otro m¨ªo. Tambi¨¦n me dieron rosas para M¨ªa, mi gata, que unos d¨ªas antes las hab¨ªa pedido en su perfil de Instagram que le llevaran rosas.
Terminada la primera sesi¨®n de firmas, tocaba la segunda y ¨²ltima. Aqu¨ª debo se?alar que los escritores de verdad tienen una agenda de firmas que parece un sudoku.
Llegar a la librer¨ªa Maite por cualquier medio de locomoci¨®n que fuera por encima del suelo era f¨ªsicamente imposible. Tal era la canditad de gente. Tom¨¦ el metro junto a ?ngels, editora de Duomo, y llegamos a nuestro nuevo destino.
Era ya la ¨²ltima hora de la ma?ana y, como es l¨®gico, se iban acumulando retrasos. De tal manera que me tuvieron que abrir un hueco entre Susana Rubio y Manuel Loureiro, que estaban firmando all¨ª a much¨ªsima gente. Fue un poco como cuando organizas una cena y se te va de las manos la convocatoria, que tienes que api?ar un poco a los comensales.
Lo de abrir el hueco era literal. A m¨ª me toc¨® pata. Tambi¨¦n pasarme 20 minutos viendo c¨®mo mis compa?eros de mesa firmaban sin parar y a un servidor no le hac¨ªa caso nadie. Es m¨¢s, como estaba rodeado por los dos, sus lectores se pon¨ªan frente a m¨ª para verlos a ellos. Y yo me iba empeque?eciendo cada vez m¨¢s y m¨¢s detr¨¢s de los dos cartones pluma de mis gatos.
Eso s¨ª, me dio para escuchar una maravillosa conversaci¨®n de Loureiro con un lector. Le abri¨® un ejemplar de La ladrona de huesos, le marc¨® con rotulador la p¨¢gina 37 y le dijo que, si llegaba ah¨ª y era capaz de abandonar la lectura, en el pr¨®ximo Sant Jordi se com¨ªa las tapas del ejemplar. Pens¨¦ en utilizar la misma t¨¢ctica, pero en primer lugar no ten¨ªa con qui¨¦n y, m¨¢s importante, miraba las tapas de mis libros y no me parec¨ªan muy apetecibles.
Una vez se fue aligerando la carpa de la librer¨ªa, me ubicaron en un espacio bastante mejor. Es m¨¢s, parec¨ªa el due?o de todo aquello. Estaba a punto de darle la raz¨®n a mi editorial -a ver, ahora nos re¨ªmos, pero veinte minutos mirando al infinito sin firmar, rodeado de gente que no para de vender libros, se hacen bastante largos-, cuando empezaron a aparecer lectores.
Antes, eso s¨ª, vino una ni?a a hojear el libro. Cuando le pregunt¨¦ si ten¨ªa gato, me contest¨® que no y huy¨® despavorida. Quiz¨¢ pens¨® que iba a evolucionar la estrategia de venta de Loureiro y llevarla hacia la tem¨¢tica de mi libro, de tal manera que me tendr¨ªa que comer un gato. Pero no, les juro que ni tan siquiera quer¨ªa hacer una venta. Solo quer¨ªa saber si ten¨ªa gato.
Lo que yo s¨ª ten¨ªa eran tantas ganas de firmar algo que a los primeros lectores que aparecieron en esta segunda parada les escrib¨ª pr¨¢cticamente un cap¨ªtulo nuevo en la dedicatoria.
A las 14 en punto nos pusimos a recoger el tenderete.
Hab¨ªa firmado, en total, unos 40 libros.
Bea, mi novia, vino a buscarme. Le regal¨¦ una rosa y ella me regal¨® Los a?os, de Annie Ernaux.
¡°Te lo compr¨¦ para ti, pero es que quiero leerlo yo¡±.
Entendido.
Comprender¨¢n que, entre los ¨¢nimos de la editorial, los minutos sin firmar y esta pareja, era imposible venirse arriba.
Eso s¨ª, tengo que dar la raz¨®n a todos los que me hablaban de Sant Jordi: es una fiesta realmente impresionante. Y eso que s¨®lo estuve medio d¨ªa.
Puedes seguir a EL PA?S Catalunya en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.