La pandemia, un extra?o olvido
Despu¨¦s de cada sacudida (cataclismos, revueltas), las sociedades corren a fabricarse relatos nuevos, pero estructuralmente id¨¦nticos, sobre la armon¨ªa, la seguridad y el sentido, el destino, el orden, su lugar en el mundo.
¡°Pangol¨ªn, virus¡±, en diciembre del 2019 estas palabras entraron en nuestra vida y de repente todo dio un vuelco. Al cabo de dos meses de incertidumbre, la infecci¨®n llegaba a Catalunya y se cancelaba el Mobile World Congress, prueba de que la amenaza planetaria era real. Las palabras tienen una vida secreta y una vida p¨²blica, permanecen escondidas un tiempo hasta que vuelven a ser necesarias. Cuando por fin escuchamos ¡°pandemia, confinamiento¡±, a m¨¢s de uno le dio por pensar en blanco y negro, como una especie de protecci¨®n frente a lo que parec¨ªa imposible en el siglo XXI.
Nuestra sociedad maneja un relato inmovilista en el sentido de que hemos alcanzado un nivel razonable de bienestar y seguridad, y nos decimos que todo debe ajustarse constantemente, pero a la vez no concebimos que pueda retrocederse en capacidades tecnol¨®gicas o en derechos civiles. Toda sociedad se monta relatos a medida seg¨²n los cuales se halla en sinton¨ªa con la realidad. Despu¨¦s de cada sacudida (cataclismos, revueltas), las sociedades corren a fabricarse relatos nuevos, pero estructuralmente id¨¦nticos, sobre la armon¨ªa, la seguridad y el sentido, el destino, el orden, su lugar en el mundo.
Al principio de la pandemia recuerdo algunas reacciones curiosas, fruto del desconocimiento y de la gesti¨®n ca¨®tica. Ante el alud de informaciones contradictorias y la sensaci¨®n de que nadie sab¨ªa a ciencia cierta por d¨®nde tirar, la ciudadan¨ªa reaccion¨® a su manera. Recuerdo a un hombre paseando por el paseo de Gr¨¤cia con una mascarilla acu¨¢tica de esas que tapan toda la cara, con un tubo en la cabeza, y la gente se apartaba. Recuerdo una cierta histeria colectiva contra las familias que sal¨ªan a pasear con los hijos, como si los ni?os fueran la avanzadilla del Mal. Recuerdo a los que ten¨ªan miedo de hablar con chinos, chinos que dec¨ªan a la gente que se apresurara a encerrarse en casa porque ellos tienen otra cultura de la protecci¨®n. Negacionistas pele¨¢ndose contra apocal¨ªpticos. Prudentes abucheando desenvueltos. Descomidos cachonde¨¢ndose de los miedosos. Gritos en el cielo en nombre de unos datos que nunca estaban claros.
No hab¨ªa relato y se empez¨® a hablar de un ambiente dist¨®pico. Palabra nacida en Inglaterra a mediados del siglo XIX, una distop¨ªa es una utop¨ªa negativa que presenta una realidad opuesta a un mundo ideal, justo y perdurable, y dibuja sociedades opresivas, totalitarias o terminales, a menudo futuras, todo ello bajo los auspicios de un m¨¢s que probable apocalipsis o colapso general. Las distop¨ªas literarias siempre nos avisan de que nuestro presente te¨®ricamente ideal (aunque perfectible) puede mutar en un desbarajuste de la noche a la ma?ana.
Una distop¨ªa es un espejo que deforma el presente y que, de alg¨²n modo, nos muestra su cara oscura, nos pone en guardia sobre un hecho incontrovertible: todo lo que sube, baja. Cuatro a?os despu¨¦s, y sin obviar la p¨¦rdida de tantas vidas, en el ambiente flota el olvido de la crisis sanitaria. Sin saber, adem¨¢s, si lo verdaderamente dist¨®pico es vivir de espaldas a todo aquello.
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