Natalia Lafourcade llena los jardines de Pedralbes de emociones y alegr¨ªa danzante
La artista mexicana arranca los conciertos de gran formato del nuevo festival Les Nits de Barcelona
Que si llueve, que si no llueve, es el leitmotiv de estos d¨ªas en Barcelona. Natalia Lafourcade y las 2.400 personas que abarrotaban las gradas ante el Palau Reial no se merec¨ªan que lloviera. Y no solo despej¨®, qued¨® una noche de lo m¨¢s agradable que, incluso, invitaba a ponerse una chaqueta.
El nuevo festival Les Nits de Barcelona, tras un pr¨®logo de varios conciertos de peque?o formato, iniciaba su andadura principal en los jardines de Pedralbes, lugar que otrora ocupara el festival que ahora se ha trasladado al Poble Espanyol. A la entrada pocos cambios, ahora la alfombra que te recibe en la Diagonal es azul, unos actores te dan la bienvenida ante el peque?o estanque que por culpa de la sequ¨ªa est¨¢ totalmente seco. Es una primera impresi¨®n triste que desaparece inmediatamente al adentrarte en el village situado a ambos lados del camino que lleva hacia el escenario. Aqu¨ª poco ha cambiado del festival anterior, probablemente los nombres de los restauradores, pero el ambiente sigue siendo el mismo, festivo y dicharachero. El p¨²blico ha acudido a los jardines con bastante tiempo para poder gozar de este agradable espacio bajo las estrellas.
En uno de los extremos del village un peque?o escenario acoge la actuaci¨®n de la cantaora barcelonesa Anna Colom acompa?ada por dos m¨²sicos. Esencias jondas que consiguieron captar la atenci¨®n de buena parte de los asistentes que, en realidad, estaban all¨ª cenando. Un entrem¨¦s potente y atractivo.
Las nuevas disposiciones institucionales han acotado incomprensiblemente las zonas del parque por las que se puede deambular. A pesar de ello el paseo sigue siendo sumamente agradable.
El escenario y las gradas est¨¢n en la misma posici¨®n que en a?os anteriores aunque ahora la concha negra que cubre el entarimado impide la visi¨®n frontal del Palacio que, dado su escaso inter¨¦s, es toda una mejora.
Primer concierto grande del nuevo festival y primer sold out. Las Nits comenzaban con buen pie y Natalia Lafourcade se encarg¨® de convertir ese inicio en todo un acontecimiento.
Con solo cinco minutos de retraso la veracruzana apareci¨® descalza y enfundada en un espectacular traje de cola que precis¨® de dos ayudantes para para recolocarlo. Con su larga melena al viento y situada en el centro de esa enorme falda que por momentos era negra y por momentos verde o azul, seg¨²n las iluminaciones, parec¨ªa realmente el pistilo de una bella flor, atractiva pero inquietante. Una peque?a mesa con su lamparita encendida y una silla eran el ¨²nico decorado y realmente no se necesitaba m¨¢s porque la importancia no estaba en el atrezo sino en las emociones y en c¨®mo las comunicaba la cantautora mexicana.
Las palabras de la chamana Mar¨ªa Sabina abrieron el espect¨¢culo dejando ya claro que, como m¨ªnimo en ese primer trayecto, las palabras, en realidad los sentimientos, iban a ser muy importantes. Lafourcade, siempre sentada y guitarra en mano, recorri¨® gran parte de su ¨²ltimo disco en un orden casi similar al grabado pero en versiones m¨¢s simples, m¨¢s directas. Se fue desnudando po¨¦ticamente ante un p¨²blico entregado desde el primer momento. Vine solita inici¨® la velada mostrando ya esa voz tan carism¨¢tica cargada de innegables inflexiones mexicanas. Una voz que o sea ama o se odia sin t¨¦rminos medios, en Pedralbes, por supuesto, todo el mundo la amaba.
Lafourcade transmiti¨® con mucha fuerza sus sentimientos m¨¢s ¨ªntimos, del amor al desamor, de la vida a la muerte, intent¨® que el p¨²blico cantase un par de veces sin conseguirlo (ser¨ªa necesario esperar a la segunda parte, a temas como Hasta la ra¨ªz, para o¨ªr al p¨²blico secundar a la cantante). Muerte cerr¨® de una forma un tanto dram¨¢tica el primer tramo. Lafourcade se desprendi¨® de su enorme falda y pareci¨® como liberarse de ese mundo interior, no siempre agradable, que nos hab¨ªa presentado.
La segunda parte del concierto fue totalmente diferente. Ya de entrada la cantante apareci¨® con un vestido mucho m¨¢s ¨¦tnico en tonalidades naranja y botas blancas de tac¨®n alto. De pie, no par¨® quieta ni un momento como clara contraposici¨®n al estatismo anterior. Ahora se trataba de buscar las ra¨ªces m¨¢s r¨ªtmicas de la m¨²sica de su tierra. Algunos est¨¢ndares pusieron de relieve la fuerte personalidad de Lafourcade como mera int¨¦rprete: Cien a?os, La tonada de la luna llena, T¨² me acostumbraste y por supuesto la ineludible La llorona, todas en versiones muy personales en las que la voz de Lafourcade hac¨ªa malabarismos sobre el colch¨®n sonoro creado por siete m¨²sicos perfectamente adaptados a sus necesidades. A la parte m¨¢s tradicional sigui¨® un peque?o grandes ¨¦xitos. Hasta la ra¨ªz levant¨® al personal de sus asientos, incluso en alg¨²n lateral empez¨® a bailarse. La recta final, avasalladora, mostr¨® una Lafourcade festiva, desinhibida y con una contagiosa expresividad.
M¨¢s de dos horas intensas y llenas de destellos de colores para demostrar que la m¨²sica de ra¨ªz mexicana no solo son corridos tumbados, se puede seguir creando algo novedoso a partir de la tradici¨®n. Un gran ¨¦xito que no se continu¨® con la habitual copa de madrugada en el village a la luz de la luna, ya que este a?o las nuevas disposiciones han prohibido su utilizaci¨®n tras el concierto.
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