Reducir a los irreductibles

Se habla mucho de las dificultades que Pedro S¨¢nchez deber¨¢ superar para que su partido acepte y asuma el coste de un acuerdo pol¨ªtico con los nacionalistas catalanes y vascos en la carrera para la investidura como presidente del Gobierno. Se habla menos, en cambio, del coste que el mismo acuerdo va a tener para la otra parte. En los dos partidos independentistas y entre las entidades que sostienen sus movilizaciones abundan los irreductibles que rechazan la idea de contribuir a que Espa?a tenga un gobierno. No es asunto nuestro, dicen.

Son los que consideran que ya se han independizado. Los que sostienen que Catalu?a proclam¨® su independencia en el oto?o de 2017 y la valid¨® con un refer¨¦ndum, y que lo ¨²nico que qued¨® pendiente es hacerla efectiva. La presidenta de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), Dolors Feliu, por ejemplo, exige que aquella proclamaci¨®n se haga efectiva por el Parlamento catal¨¢n al d¨ªa siguiente de la obtenci¨®n de la amnist¨ªa.

Posiciones como esta han quedado en minor¨ªa entre los independentistas, pero siguen teniendo un notable peso. Convencer a este segmento de sus seguidores de que ha llegado la hora de las cesiones, de abrir una etapa pol¨ªtica con otros objetivos, se ha convertido ahora mismo en una necesidad de las direcciones de ERC y Junts. ERC se adelant¨® al tomar este camino en la pasada legislatura espa?ola. Junts lo emprendi¨® a finales de agosto cuando Carles Puigdemont disolvi¨® la asamblea de representantes del Consell de la Rep¨²blica que ¨¦l mismo cre¨® y preside tras instalarse en Waterloo. Prueba de que esta asamblea reun¨ªa al n¨²cleo de los irreductibles es que muchos de ellos no han aceptado la disoluci¨®n y la denuncian como el inicio de la rendici¨®n.

A este primer paso le ha seguido la inclusi¨®n de Junts en la mayor¨ªa parlamentaria progresista surgida de las elecciones legislativas del 23 de julio. Se escenific¨® con la votaci¨®n para formar la mesa del Congreso de los Diputados y se ratific¨® con el rechazo a la investidura de N¨²?ez Feij¨®o, el candidato del bloque PP-Vox. Ahora se est¨¢ en la negociaci¨®n de Junts y ERC para cuajar en torno al PSOE la mayor¨ªa de Gobierno que invista a S¨¢nchez como presidente. La amnist¨ªa de los perseguidos por la revuelta catalana de 2017 se ha convertido en la piedra de toque de esta fase. El propio S¨¢nchez la ha definido como la decisi¨®n que permitir¨¢ cerrar ese desgraciado cap¨ªtulo pol¨ªtico de la historia reciente.

Pero dar por cerrado este cap¨ªtulo es justamente lo que no quiere una parte del independentismo. No debe sorprender que, tras una d¨¦cada de confrontaci¨®n, haya sectores convencidos de que el combate solo debe finalizar cuando se alcance la victoria. A las direcciones de ERC y Junts les corresponde ahora explicarles que no, que no ha habido ni habr¨¢ victoria. La amnist¨ªa, si es que llega, significa tambi¨¦n esto. Es un cl¨¢sico de los conflictos entre nacionalismos que haya sectores minoritarios de uno u otro bando, o de los dos, que rechacen los pactos o acuerdos para ponerles fin o para encauzarlos por v¨ªas pol¨ªticas y pac¨ªficas. Trabajo tendr¨¢n los negociadores para convencer cada uno a los suyos y reducir al m¨ªnimo a sus disconformes. Para que, como dice Yolanda D¨ªaz, se instale la serenidad.

Puedes seguir a EL PA?S Catalunya en Facebook y X, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal