?Welcome to Barcelona?
La turistificaci¨®n es tal vez uno de los m¨¢s grandes problemas que atraviesa la ciudad: se enfrenta a la desaparici¨®n de todo lo que la hac¨ªa ser lo que es
Cuando era joven me gustaban los turistas. En aquella ¨¦poca ten¨ªa diecinueve a?os y trabajaba cerca de Sagrada Familia. Cada mediod¨ªa agarraba mi bocadillo y me sentaba en un banco de la plaza, y los ve¨ªa deambular, y me gustaban. Porque su existencia me recordaba que all¨ª fuera hab¨ªa otros pa¨ªses y otra gente, esper¨¢ndome; un futuro. Y aquel pensamiento me sacaba del agobio, me ayudaba a imaginar una vida mejor.
Por a?adidura, los turistas de 1993 ven¨ªan en n¨²meros razonables, y se conduc¨ªan con una cierta humildad, desde luego con respeto a los usos locales, y adem¨¢s parec¨ªan interesados en la urbe que visitaban. Me hac¨ªa sentir un cierto orgullo que, de todos los rincones del planeta, hubiesen escogido esta, mi ciudad.
Esto, naturalmente, termin¨®. El crecimiento pantagru¨¦lico del turismo ha transformado la presencia de viajeros en una pesadilla para los barceloneses. Treinta millones de turistas visitan la ciudad cada a?o. Un extra de 160.000 personas (el 10% de la poblaci¨®n urbana) ocupan diariamente el lugar donde vivimos. Seg¨²n una reciente encuesta municipal, el 61% de ciudadanos considera que Barcelona ha llegado a su l¨ªmite tur¨ªstico.
Si ustedes viven aqu¨ª, lo siguiente les ser¨¢ familiar: un piso de Airbnb, ocupado por ingleses de parranda, mantiene en vela a un patio de vecinos; alguien intenta utilizar el transporte p¨²blico a una hora no conflictiva y se lo encuentra atestado de turistas, impidi¨¦ndole montar en ¨¦l; cierra un nuevo comercio local, y el millon¨¦simo Vivari, que con tanta urgencia necesit¨¢bamos, ocupa su lugar; alguien desea visitar un servicio emblem¨¢tico de la ciudad y lo encuentra reservado para el vacacionista; la Barceloneta y el G¨°tic han sido transformados en centros tur¨ªsticos de bebe-cuanto-quieras-y-vomita-donde-se-te-antoje; aumentan el crimen y la inseguridad ciudadana, con el parejo aumento de fuerzas de seguridad (ni en Munich en 1929 se ve¨ªa a tanta gente uniformada); el sueldo m¨ªnimo de los trabajadores de servicios no cesa de disminuir; los alquileres de pisos se sit¨²an a niveles que solo un rapper famoso, tipo Kendrick Lamarr, podr¨ªa pagar; y mucho m¨¢s.
?Qui¨¦n tiene la culpa de todo ello? Es f¨¢cil se?alar a la turista que exclama ¡°?Look, it¡¯s the Ocean!¡± desde el Park G¨¹ell. Pero la responsabilidad deber¨ªa recaer exclusivamente en la administraci¨®n p¨²blica y los grandes grupos empresariales. Ellos han permitido, incluso incentivado, la situaci¨®n presente, y lo han hecho por af¨¢n de lucro, desde?ando cualquier consideraci¨®n hacia el bienestar, la tranquilidad, el espacio comunitario, incluso la identidad de los barceloneses.
Para colmo, nos dicen que soluci¨®n es seguir creciendo: ampliar el aeropuerto, inaugurar m¨¢s hoteles, aumentar la regularidad de autobuses y metros, m¨¢s, m¨¢s, M?S. Pero hay ocasiones en que el fuego no se combate con fuego, y aunque as¨ª fuese no pondr¨ªas a un pir¨®mano al mando. La pol¨ªtica de crecimiento incontrolado que ha implementado la administraci¨®n tiene visos de nihilismo, incluso de locura neroniana: sigamos entonando odas a la ¡°Botiga m¨¦s gran del m¨®n¡± mientras la urbe se reduce a cenizas.
La ausencia de menciones a la turistizaci¨®n durante las recientes elecciones demuestra que nadie, m¨¢s all¨¢ de la Assemblea de Barris pel Decreixement Tur¨ªstic y unos pocos movimientos sociales, la considera un problema. Pero lo es; tal vez uno de los m¨¢s grandes que atraviesa la ciudad. Barcelona se enfrenta a la desaparici¨®n de su tejido social, de su esp¨ªritu, de todo lo que la hac¨ªa ser lo que es. El escritor ingl¨¦s Alexander Baron dec¨ªa que ¡°una ciudad es memoria acumulada¡±, y nuestra urbe est¨¢ a punto de perderla para siempre; de convertirse en otra cosa, much¨ªsimo peor, brutal y sucia, mercantilista y antisocial. Inhabitable.
Es hora de que a los barceloneses se nos permita decidir qu¨¦ modelo de ciudad queremos. Es hora de que la administraci¨®n p¨²blica se decida, de forma inaplazable, por un decrecimiento y una limitaci¨®n radical del turismo en la Ciutat Condal.
Kiko Amat es novelista.
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