Que siga la fiesta
El S¨®nar ofrece im¨¢genes que no se ven en ning¨²n otro lado
Ves cosas en el S¨®nar que no ves en ninguna otra parte, Y no me refiero a esa IA del +D que te dice cu¨¢ntos a?os tienes y te crea una lista de reproducci¨®n (musical, de momento). Ni al fantasma de Fran?oise Hardy (juro que estaba por all¨ª). Ni a esa gente que parece salida de tus sue?os, o de tus pesadillas, incluido un tipo que llevaba orejas de burro y otro que vomitaba compulsivamente en una papelera (reciclando mal), sino a una escena vivida en una atracci¨®n cerca del SonarHall que es como una de esas piscinas llenas de bolas para ni?os y en la que se lanz¨® una joven visiblemente perjudicada. Se hundi¨®, no pod¨ªa salir, manoteaba y su novio y varios m¨¢s nos precipitamos alarmados (yo con una hamburgesa del food truck de El filete ruso en la mano) a rescatarla. Fue como sacar a alguien de las arenas movedizas.
Todo esto mientras fuera la m¨²sica sub¨ªa y sub¨ªa. ?Qu¨¦ goce Folamour! (y que vivan los amores locos). Hay un ambiente en el aire raro, dicen por ah¨ª, incluso para ser el S¨®nar. Te encuentras veteranos melanc¨®licos que creen ver cambios (?toma!, es lo que va de Bob Dylan a Stacey Hotwaxx Hale, que tiene nombre de favorita de los Harkkonen). Es verdad que se ve reciclaje de otras ediciones (me han dado un vaso de la 30) y hay una agridulce nostalgia en el aire, pero parafraseando a Conrad en Juventud ?aquella pasada gloria era el festival o ¨¦ramos nosotros? Mientras lo resolvemos, que siga la fiesta.
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