Dos narcisos marchitos
Con la excepci¨®n notable de la CUP, el s¨ªndrome de narciso tiene atrapado al conjunto del independentismo
El narcisismo est¨¢ de moda. Los narcisos siempre lo han estado. La moda consiste en utilizar la afectaci¨®n de la personalidad, patolog¨ªa incluso seg¨²n algunos, como explicaci¨®n para todo. Narciso Macron. Narciso S¨¢nchez. Narciso Trump. ?Qui¨¦n no es un narciso en la vida pol¨ªtica fuertemente personalizada de nuestra ¨¦poca? Y sin embargo, la generalizaci¨®n no debe conducir a la vulgarizaci¨®n de esa figura que finalmente tiene una existencia bien consistente. La moda quiz¨¢s es abuso, pero acierta en la captaci¨®n de la atm¨®sfera moral de la ¨¦poca.
El Narciso, enamorado de s¨ª mismo, exige de los dem¨¢s id¨¦ntico enamoramiento. En pol¨ªtica, y todav¨ªa m¨¢s ante unas elecciones, no tiene otra propuesta que no sea su propia imagen. Porque es ¨¦l. Por su car¨¢cter. Por su personalidad. Por el presente que es capaz de exhibir pero sobre todo por el pasado que conforma su vida excepcional.
Para la pol¨ªtica narcisista no existe el futuro. Se da por descontada la bondad del gobierno dirigido por tal personaje admirable. El buen narciso convoca a individuos narcisistas, e incluso es capaz de agruparlos en colectivos narcisistas, que no lo son por la suma de sus componentes sino por la psicolog¨ªa del grupo. La personalidad narcisista es ideal para ofrecerse en la b¨²squeda del caudillo que necesitan los narcisismos de las peque?as diferencias, tal como defini¨® Michael Ignatieff a los nacionalismos.
Sirven muy bien los vencedores de antiguos combates, sean reales o imaginados. Al contrario que en los negocios financieros, en este caso el folleto de la pol¨ªtica prefiere enga?ar a los inversores electorales y asegura que los beneficios pasados garantizan los beneficios futuros. Para una vieja causa nada mejor que un excombatiente, sobre todo si ha agotado las reservas de inteligencia y no tiene ni una sola idea nueva que ofrecer a sus conciudadanos.
El mecanismo narcisista es est¨¢tico, paraliza la mente en la fascinaci¨®n por el rostro vagamente reflejado en el agua y fija el universo de lo posible en lo que ya se demostr¨® imposible en el inmediato pasado. Es la ventaja de los sistemas de pensamiento grupal, que permiten vivir en una realidad paralela a partir de un pasado so?ado: el remoto de lo que pudo ser y no fue y el inmediato de lo que pudo salir bien y sali¨® mal. No importa, Narciso y los narcisistas persisten buscando la victoria en los caminos que condujeron a todas las derrotas, las remotas y las inmediatas.
Con la excepci¨®n notable de la CUP, donde no pueden crecer estas flores perversas de un individualismo prohibido, el s¨ªndrome de narciso tiene atrapado al conjunto del independentismo. Ni equipos, ni ideas; ni estrategias, ni programas realistas de gobierno: dos narcisos marchitos, legitimados por el sufrimiento del exilio y de la c¨¢rcel, pero ambos fracasados y dedicados a exhibir sus heridas, incapaces de someter a discusi¨®n y escrutinio sus comportamientos y actuaciones, es todo lo que tienen que ofrecer los dos grandes partidos independentistas para el futuro de Catalu?a.
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