Firmado: un joven valenciano de la generaci¨®n de cristal
Me pregunto si alg¨²n d¨ªa tendr¨¦ un trabajo fijo ¡°de lo m¨ªo¡±. Si podr¨¦ formar un proyecto de vida con quien yo quiera
Habr¨¢ quien haya tenido a los abuelos m¨¢s ricos, los m¨¢s cultos o los m¨¢s formados. Aurelia y Manolo doblaron el lomo toda su vida en una f¨¢brica textil de mi pueblo, Enguera, antes de que este se desindustrializase y fuese condenado al olvido. De las pocas certezas que un joven de mi edad puede tener en un momento tan precario e inestable como el que vivimos es que a mis abuelos no los hubiese cambiado por otros en la vida. Porque ellos me ense?aron que lo importante, como cantaba aquella ranchera, no es llegar primero, sino saber llegar. Y que, si para cumplir mis sue?os tengo que pisar al de al lado, no hay camino que valga. De Aurelia y Manolo aprend¨ª, en definitiva, a ser humilde, a estar orgulloso de lo que soy y a no bajar nunca la cara.
La generaci¨®n de mis abuelos se dej¨® la vida para garantizar un futuro mejor para sus hijos. Mis abuelos pasaron toda su vida trabajando y ahorrando, como hormiguitas. Con lo que ahorraron, ayudaron a mi padre a pagar sus estudios de Derecho, y se compraron unos terrenos en el campo para plantar naranjos, olivos y aquellas rosas que tanto le gustaban a mi abuela y que mi abuelo siempre le recog¨ªa despu¨¦s de trabajar en el campo. A la casita del campo que construyeron con su sudor la llamaron El Capricho: el sue?o que dos buenas personas construyeron con no poco esfuerzo. Hace algo m¨¢s de un a?o nos dejaba mi abuelo Manolo. Hace apenas dos semanas estaba en casa de mi abuela para leerle mi columna en EL PA?S sobre las elecciones. Y no puedo olvidarme de la imagen, una semana despu¨¦s, de aquella corona tan bonita de rosas. ¡°De tu nieto¡±, dec¨ªa la inscripci¨®n. Y yo no pod¨ªa dejar de llorar mientras sub¨ªamos aquella cuesta tan empinada hacia el cementerio.
La generaci¨®n de mis padres tampoco lo tuvo f¨¢cil. Mi madre se pas¨® mis primeros a?os de vida trabajando como maestra interina, cada a?o en un lugar diferente. Mi padre tambi¨¦n sufri¨® lo suyo para sacar su plaza de funcionario en un Ayuntamiento. Pero pudieron crear sus proyectos de vida, viajar en verano, comprar una segunda residencia e incluso pagarme clases particulares de ingl¨¦s con George y Don, una pareja de estadounidenses encantadores que, por venturas de la vida, acabaron comprando una casita en mi pueblo. Como mis padres, yo fui a la universidad, y por suerte hasta he podido estudiar un par de m¨¢steres. No obstante, a diferencia de mis padres, veo que el futuro laboral de quienes nacimos en los 90 no se presenta demasiado optimista.
Con una tasa de paro juvenil (hasta los 25 a?os) de un 31%, me pregunto si alg¨²n d¨ªa podr¨¦ hacer ya no como mis padres, sino como mis abuelos. Me pregunto si alg¨²n d¨ªa tendr¨¦ un trabajo fijo ¡°de lo m¨ªo¡±. Si podr¨¦ formar un proyecto de vida con quien yo quiera. C¨®mo har¨¦ para pagar el alquiler si sigue subiendo a este paso, y todo a lo que tendr¨¦ que renunciar si los precios del s¨²per siguen subiendo. Me pregunto qu¨¦ har¨¦ para pagar la cuota de aut¨®nomo cuando acabe mi primer a?o y tenga que pagar m¨¢s del doble. Y veo a un torero de conseller de Cultura, acuerdos de gobierno escritos en una servilleta, discusiones de siglas en unos partidos pol¨ªticos y aut¨¦nticas guerras civiles en otros. Y no s¨¦ qu¨¦ pensar. Igual, como cantaba Michael Jackson, los j¨®venes y el futuro no les importamos a nuestros pol¨ªticos cuando pasan las elecciones. Igual ¡°they don¡¯t really care about us¡±.
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