El cabreo del Euromed
De nada sirven las bajadas del precio de los billetes del transporte p¨²blico, e incluso la gratuidad, si se ofrece un servicio p¨¦simo, irregular e ineficaz. ?Lo pillas?
Escribo esto unos pocos d¨ªas antes de que ustedes lo lean, desde un Euromed que lleva 58 minutos de retraso. Miro por la ventana; se supone que ah¨ª est¨¢ Torreblanca. Yo s¨®lo veo unas luces tenues e inm¨®viles, como el tren. Cansado y aturdido por una luz incomprensible y cegadora, me recoloco en mi inc¨®modo asiento. Se respira algo de resignaci¨®n y un cabreo creciente. Nos toca esperar¡ como siempre.
Este es el d¨ªa a d¨ªa de quienes usan habitualmente la conexi¨®n entre Val¨¨ncia y Barcelona, la tercera y segunda ciudad del Estado respectivamente. La arteria ferroviaria que las une est¨¢ fosilizada, anclada en un tiempo que no es, desde luego, el del siglo XXI. Cada vez que subo a un Euromed tropiezo con alguna conversaci¨®n trufada de quejas del servicio que, inevitablemente, acaba con una coda del estilo de ¡°A la pr¨®xima tendr¨¦ que venir en avi¨®n¡±. Horarios que hacen imposible tener una reuni¨®n sin pagar hotel el d¨ªa de antes o despu¨¦s, casi cuatro horas para la distancia que se cubre en menos de dos a Madrid, impuntualidad cr¨®nica y frecuencias que son un p¨¢ramo.
Tras el cambio del compromiso de puntualidad de Renfe este retraso de casi una hora, que antes merec¨ªa una compensaci¨®n econ¨®mica, ahora apenas tiene la relevancia suficiente para constituir una vaga disculpa por megafon¨ªa. No es un retraso cualquiera: implica llegar a Val¨¨ncia cuando los convoyes de metro y autobuses ya empiezan a escasear, puesto que sus incomprensibles horarios finalizan cuando la ciudad a¨²n trabaja. ?Con qu¨¦ metro o autob¨²s vuelve a casa quien termina su jornada laboral a las 22:30h? Le quedan pocas opciones, y suerte que el anterior gobierno municipal ampli¨® notablemente la red de autobuses nocturnos. Del metro s¨®lo dir¨¦, como repite un amigo m¨ªo que lo usa diariamente, que no es un suburbano homologable al de otras ciudades europeas. Como remarca, ¡°siendo generoso es apenas un cercan¨ªas subterr¨¢neo¡±. Perder un metro o un autob¨²s en Val¨¨ncia es un drama, cuando s¨®lo deber¨ªa ser un peque?o fastidio, o ni siquiera eso: nadie corre ni se agobia para coger un transporte que pasa cada tres o cuatro minutos. Cuando te tiras veinte minutos en la parada, s¨ª. Te cambia el d¨ªa y el humor.
Hablando de cercan¨ªas, la cosa se pone a¨²n peor. Los listados de trenes suprimidos o retrasados -muchas veces sin explicaci¨®n alguna- son interminables. Subirse a un tren de cercan¨ªas se convierte muchas veces en una opci¨®n il¨®gica: es m¨¢s lento y hasta m¨¢s caro que usar el veh¨ªculo privado. M¨¢s de una vez me he visto obligado a llegar en coche a alg¨²n pueblo con estaci¨®n de cercan¨ªas, porque no pod¨ªa volver a casa despu¨¦s de una charla vespertina. Y yo all¨ª, dici¨¦ndoles que lo de frenar el cambio clim¨¢tico va m¨¢s de cambiar la forma en que nos movemos que de separar el pl¨¢stico. De nada sirven las bajadas del precio de los billetes del transporte p¨²blico -e incluso la gratuidad- si se ofrece un servicio p¨¦simo, irregular e ineficaz. ?Lo pillas?
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