La ret¨®rica y la sustancia
Veremos si Rull puede volver a ser un presidente del Parlament de una democracia aburrida, o sigue engrosando la lista de los testigos de turbulencias
En la tribuna de personalidades del Parlament quedaban ya este lunes pocos testigos del tiempo en que la pol¨ªtica catalana era previsible y aburrida. Son muchos a?os desde que Joaquim Nadal, entonces conseller del Tripartito, utiliz¨® el ejemplo del Dragon Khan, la monta?a rusa extrema, para definir los altibajos y vaivenes del Govern de Pasqual Maragall. Pero igual que la atracci¨®n de Port Aventura ha quedado superada por otras m¨¢quinas infernales que ponen a prueba el equilibrio cardiol¨®gico y cerebral de sus imprudentes usuarios, los a?os del Tripartito parecen ahora un recorrido pl¨¢cido en comparaci¨®n a las turbulencias sin fin de los tiempos m¨¢s recientes. El proc¨¦s ha acabado, sin duda, pero una parte de sus formas, su ret¨®rica, sigue viva en el Parlament.
Uno de esos estertores de procesismo es la incertidumbre hasta el ¨²ltimo segundo sobre los acuerdos entre partidos, algo llevado al m¨¢ximo en esta sesi¨®n inaugural por los comunes, que anunciaban in extremis que no apoyar¨ªan a ning¨²n candidato rival a la presidencia del Parlament y dejaban, as¨ª, el camino libre al puigdemontista Josep Rull; pero tambi¨¦n por ERC y la CUP, que marcaban territorio con papeletas en blanco en la primera ronda de votaciones, para dejar claro que su apoyo a Rull es condicionado, y regateaban los aplausos al elegido: formalismos, que no falten. Del mismo modo, es un residuo del tiempo que se resiste a desaparecer la disputa sobre el derecho de tres diputados expatriados a votar telem¨¢ticamente, la intervenci¨®n del Tribunal Constitucional en el asunto tomando partido, y el intercambio de reproches a cuenta de todo ello entre los portavoces de la derecha centralista y el presidente de la mesa de edad; influy¨® un poco en ese breve arranque agitado que este presidente inaugural fuera Agust¨ª Colominas, uno de los ide¨®logos de Carles Puigdemont, historiador y polemista, que marc¨® un tono politizado en su discurso inicial: entre una nube de citas de autoridad, de Montesquieu a Bertrand Russell pasando por Hegel o Jefferson, Colominas defendi¨® el 1-O, atac¨® el sistema judicial espa?ol y reivindic¨® el derecho a la autodeterminaci¨®n. Un plato demasiado apetecible para que PP y Vox dejaran escapar su oportunidad de hacerse los ofendidos desde el primer minuto.
Entonces, ?es que no ha cambiado nada? Por supuesto que s¨ª, esa gestualidad de la que hablamos es superficial y, como dec¨ªamos, ret¨®rica. Hay signos muy determinantes del cambio de ¨¦poca, y son m¨¢s sustanciales. Uno de ellos: por primera vez en mucho tiempo, la posici¨®n de cada grupo parlamentario en el hemiciclo ya no se gu¨ªa por la divisi¨®n entre independentistas y no independentistas sino que se ha vuelto a la cl¨¢sica ubicaci¨®n derecha-izquierda: PSC-ERC-Comunes-CUP a un lado, Junts-PP-Vox-Alian?a Catalana al otro. Y el segundo s¨ªmbolo de los aires nuevos: el presidente del Parlament es un ex preso del Proc¨¦s. Otra carpeta que se cierra, como el mismo Rull ha recordado: la sesi¨®n inaugural de la anterior legislatura la vio desde prisi¨®n. Veremos si puede volver a ser un presidente del Parlament de una democracia aburrida, o sigue engrosando la lista de los testigos de turbulencias.
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