El mirador de los alcaldables
El emplazamiento de la tradicional fotograf¨ªa de candidatos de Barcelona de EL PA?S evoca a los cabezas de cartel imaginando su ciudad
Los candidatos a la alcald¨ªa de Barcelona llegan quince minutos tarde a la fotograf¨ªa convocada por EL PA?S. No es mucho, pero el sol despiadado que hace sudar las baldosas del Mirador del Alcalde multiplica la sensaci¨®n de espera. Llegan de otra foto, y m¨¢s de uno viene con el miedo de tener que someterse a la imaginaci¨®n de los creativos. Eva Parera lo verbaliza: ¡°No tenemos que hacer la vertical-puente, ?no?¡± Alguno habr¨¢ que recuerde fotograf¨ªas de jornada electoral con candidatos brincando, con los pies metidos en el agua de un estanque, u otro tipo de excentricidades. No, por esta vez se libran. La panor¨¢mica de la ciudad que se divisa desde este mirador de Montju?c es suficiente para que quede claro de qu¨¦ se trata. Uno se pone a contemplar Barcelona desde aqu¨ª y le dan ganas de dise?ar un trayecto de tranv¨ªa o empezar a distribuir guarder¨ªas p¨²blicas. No me extra?a el nombre que se le adjudic¨® en su momento.
Ha habido que perimetrar la zona de la fotograf¨ªa con una cinta comprada a ¨²ltima hora, una de pl¨¢stico con listas inclinadas rojas y blancas, como las que se usan en las escenas de un crimen. No le vean mensajes ocultos, tambi¨¦n sirven para aislar obras y dejar fuera a los jubilados que las observan y calibran. La explanada ha ido llen¨¢ndose de turistas a medida que pasaban los minutos y hab¨ªa que garantizar que el improvisado plat¨® quedara libre. Los fot¨®grafos han ubicado tres focos y tres paneles reflectores para iluminar el escenario: un refuerzo de calor para los sufridos candidatos. Todo sea por arrancar unos ¨²ltimos votos. O no perder ni uno m¨¢s.
Ernest Maragall es quien m¨¢s acusa la temperatura: sale del coche con la americana al hombro, y sufro por ¨¦l cuando le observo el cr¨¢neo enrojecido. Como ver¨¢n en la fotograf¨ªa, tambi¨¦n es el ¨²nico que se ha puesto corbata, una temeridad con este tiempo (el cambio clim¨¢tico va a ser la bicoca de las app de meteorolog¨ªa: cada d¨ªa habr¨¢ que consultarlas para saber si uno se calza unas chanclas o se embute en un polar). Mientras van coloc¨¢ndose en sus posiciones -todos han aceptado la propuesta de distribuci¨®n del peri¨®dico sin poner reparos-, Daniel Sirera observa la falda de monta?a que baja hacia el mar tras la valla protectora del Mirador, y empieza a quejarse de las botellas y las latas lanzadas por sucesivos inc¨ªvicos. A ver, Sirera, que es jornada de reflexi¨®n, ?no puedes aparcar la campa?a por unas horas? Anna Grau amaga con destacarse haciendo el gesto de victoria con la mano derecha, pero enseguida tiene un rapto de sentido com¨²n y baja el brazo. Despu¨¦s de una imagen de cara, m¨¢s o menos formal, con Barcelona de fondo, los fot¨®grafos sugieren a los candidatos que se den la vuelta y miren hacia la ciudad. ?Habr¨¢n pensado en trazar un tranv¨ªa o distribuir guarder¨ªas p¨²blicas? En tercer lugar, les piden que se pongan de escorzo: a alguno no le sale demasiado natural. Maragall y Ada Colau, en las posiciones centrales, quedan encarados y una voz comenta que aquella foto huele a pacto. Ellos sonr¨ªen sin traslucir nada.
Termina la sesi¨®n, y Xavier Trias grita: ¡°Talleu! ?s bona¡±, recordando la expresi¨®n que populariz¨® el programa Pol¨°nia (TV3). No hay mucho tiempo para entretenerse, a¨²n les queda dejarse retratar para un tercer medio. De camino a los coches, unos j¨®venes saludan a Jaume Collboni y le desean suerte. El candidato socialista se lo agradece, pero no le va a servir de mucho: son de Madrid. Colau se detiene a atender a varias personas que le piden hacerse unas selfies, aunque en general tampoco son votantes potenciales: han venido a los conciertos de Coldplay y a falta de una foto con Chris Martin, se llevan una con la alcaldesa actual.
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