Ada Colau, el futuro y el ruido que se apaga
Ca¨ªda la alcaldesa se acab¨® la rabia. Y aquel torrente de desprecio contra ella y su gente parece haberse desecado s¨²bitamente
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El fin del ciclo de los comunes en el Ayuntamiento ha coincidido con la apertura de la calle Consell de Cent, un cruce de caminos que ha diluido el debate. El atractivo de la calle reformada es innegable: las caras cambian cuando la pisan. Puesto que el objetivo ¨Ctumbar a la alcaldesa ya se ha conseguido- el runr¨²n contra el modelo urban¨ªstico de los comunes se ha desdibujado. Ca¨ªda la alcaldesa se acab¨® la rabia. Y aquel torrente de desprecio contra ella y su gente, alimentado por supuestas ¨¦lites econ¨®micas y medi¨¢ticas que no soportan que no gobierne Barcelona alguien de los suyos, parece haberse desecado s¨²bitamente.
Depuesta la alcaldesa, sus enemigos dan la tarea por terminada. Aunque seguramente hay algo m¨¢s: algunos acompa?antes de las candidaturas que se lanzaron contra Colau quiz¨¢s empiezan a darse cuenta de que se ha abierto una fase urban¨ªstica que puede tener m¨¢s recorrido de lo que parece. Y que una vez conseguido el objetivo pol¨ªtico ya no tiene sentido seguir alimentando las fabulaciones para desacreditar a qui¨¦n ya no dirigir¨¢ las operaciones. El propio Trias, que plante¨® abiertamente la batalla en forma de duelo, ya ha dicho que de lo que est¨¦ construido no va a tocar a nada. Y qui¨¦n sabe si el tiempo dar¨¢ razones y la estrategia de ampliaci¨®n del espacio p¨²blico y de cambio de la movilidad de la ciudad que emprendi¨® Colau y sus gobiernos acaba imponi¨¦ndose, como ya se est¨¢ viendo en otras ciudades europeas. Siempre es complicado modificar las din¨¢micas instaladas en una sociedad, pero si se acierta lo que se denunciaba como un disparate puede acabar imponi¨¦ndose como perfectamente normal. S¨®lo que anticiparse tiene costes. Y evidentes resistencias. Y tratar de poner las personas por delante ¨Cfrente intereses agresivos y muy instalados- es complicado.
Hoy nadie discute que sin el plan Cerd¨¢, Barcelona hubiese tenido dificultades para entrar en la modernidad. Y tuvo sus detractores en su momento. Y, parad¨®jicamente, si Porcioles no se hubiese subido al carro del desarrollismo quiz¨¢s hubiera sido m¨¢s dif¨ªcil remontar Barcelona cuando Pasqual Maragall la coloc¨® como referencia universal (el ¡°Modelo Barcelona¡±, proclamado por Frederic Edelmann en Le Monde). La v¨ªa abierta por Ada Colau puede que obtenga reconocimiento a la hora de concretar la Barcelona de proporciones humanas en un tiempo en que el desgarro que est¨¢n produciendo las alteraciones de los equilibrios sist¨¦micos (naturaleza y humanidad) nos obligan a luchar contra los delirios nihilistas de los que creen que no hay l¨ªmites, que todo les est¨¢ permitido y que la ciencia lo arreglara tarde o temprano.
Si las cosas van razonablemente bien, esta etapa pionera, que indign¨® a poderosos y exquisitos, se explicar¨¢ con naturalidad y sin prejuicios, es decir, todo lo contrario de lo que ha hecho la ret¨®rica obsesiva del anticolauismo. Que nos deja adem¨¢s una peque?a ense?anza: el voto conservador sigue encontrando refugio en el nacionalismo de ra¨ªz convergente, le ha bastado a Junts esconderse detr¨¢s de Trias para que funcionara.
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