Cartas in¨¦ditas revelan c¨®mo Espa?a recobr¨® una joya medieval sacrificando otros tesoros
Halladas las pruebas del pulso que mantuvo la Rep¨²blica con Harvard para la devoluci¨®n de la lauda de Alfonso Ans¨²rez, en cuya venta intervino el marchante de Hearst
Podr¨ªa ser el argumento de una novela de intriga, con agentes internacionales que aprovechan el r¨ªo revuelto de los momentos pol¨ªticos convulsos, en la primera mitad del siglo XX, para pescar gangas de conventos ahogados por las deudas y exportarlas sin llamar demasiado la atenci¨®n. Pero en esta historia cualquier parecido con la realidad es pura realidad. Cartas y documentos hallados por el historiador del arte Francisco Prado-Vilar desvelan, un siglo despu¨¦s, las tramas cruzadas en las que participaron acad¨¦micos y marchantes estadounidenses, en un tira y afloja con responsables pol¨ªticos espa?oles, para llevarse al Museo Fogg de la Universidad de Harvard (Cambridge, Massachusetts) distintos tesoros medievales, o para recuperarlos (en el caso de los espa?oles) en una operaci¨®n de trueque.
Una figura en la sombra planea tras estas negociaciones y se cuida mucho de no aparecer p¨²blicamente como parte implicada: es el marchante Arthur Byne, conocido cazador de joyas art¨ªsticas (artesonados, claustros, coros) que estuvo entregado en cuerpo y alma, en la segunda y tercera d¨¦cada del siglo XX, al saqueo de monasterios y otros monumentos ib¨¦ricos para decorar las mansiones del magnate William Randolph Hearst.
¡°Recalco el hecho de que mi nombre no debe mencionarse en el caso¡±, insist¨ªa Byne en una reveladora misiva que envi¨® a Paul Joseph Sachs, subdirector del Fogg entre 1915 y 1945. El marchante se refer¨ªa a la operaci¨®n para adquirir y sacar de Espa?a la lauda sepulcral de Alfonso Ans¨²rez, una pieza capital, de finales del siglo XI, originaria de Sahag¨²n (Le¨®n), que en la d¨¦cada de los veinte viaj¨® a EE UU sin que se pidiesen los correspondientes permisos y mientras se demoraba en Espa?a la publicaci¨®n del cat¨¢logo por el que quedar¨ªa registrada como Monumento Nacional. Hoy, la lauda de m¨¢rmol ricamente tallada se conserva en el Museo Arqueol¨®gico Nacional (MAN) como ¡°donaci¨®n¡±.
Quien la don¨® fue el Museo Fogg, despu¨¦s de que Espa?a la reclamase y tras una negociaci¨®n en la que el pa¨ªs (inmerso en el proceso que desemboc¨® en la proclamaci¨®n de la Segunda Rep¨²blica y la marcha de Alfonso XIII) regal¨® otras piezas como compensaci¨®n a los americanos. Alguna, tan valiosa para el arte medieval como una de las columnas que sosten¨ªan el altar fundacional del mito jacobeo, en Compostela. La leyenda narraba que los elementos romanos de este altar (al que luego la Iglesia a?adi¨® las columnas rom¨¢nicas) viajaron a Galicia con el cad¨¢ver del ap¨®stol Santiago y fueron empleados por sus disc¨ªpulos para consagrarle un ara sobre su tumba.
Con las cartas in¨¦ditas halladas en el archivo de Harvard ¡ªinstituci¨®n en la que el historiador Prado-Vilar obtuvo su doctorado¡ª y documentaci¨®n rastreada en fondos de este lado del Atl¨¢ntico como el MAN, el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas) o el convento de San Paio de Antealtares (Santiago), el Investigador Dintinguido de la Universidade de Santiago y experto en rom¨¢nico gallego ha reconstruido la estructura que tendr¨ªa toda la turbulenta historia del altar que acab¨® desmembrado, repartido y en parte perdido.
En el art¨ªculo Sortes Apostolorum: La Odisea de las columnas de Antealtares, del encuentro con el Guernica en Harvard a la reconstrucci¨®n del altar medieval (revista Codex Aquilarensis, Fundaci¨®n Santa Mar¨ªa la Real) Prado-Vilar tambi¨¦n destapa los detalles de la transacci¨®n con la que, ya en la Segunda Rep¨²blica, el Gobierno consigui¨® la devoluci¨®n de la l¨¢pida de Alfonso Ans¨²rez sacrificando otro patrimonio. Adem¨¢s, ha tenido acceso a im¨¢genes del fondo documental de Harvard en las que la columna con ap¨®stoles labrados que en tiempos hab¨ªa sostenido (junto a otras tres) el altar jacobeo comparti¨® sala con el Guernica de Picasso.
La lauda de Alfonso Ans¨²rez, la causa por la que la columna del monasterio compostelano acab¨® all¨ª como moneda de cambio, hab¨ªa sido vendida al medievalista de Harvard Arthur Kingsley Porter en 1926 por el marchante Byne. ¡°Criterios hist¨®rico-art¨ªsticos leg¨ªtimos se mezclaron con otros m¨¢s castizos para justificar los beneficios del intercambio¡±, escribe Prado-Vilar en su nuevo art¨ªculo. ¡°Se argumentaba que mientras que la lauda era un monumento ¨²nico en su tipolog¨ªa¡±, de un rom¨¢nico aut¨¦nticamente ¡°hispano¡±, las columnas de Antealtares pertenec¨ªan a un arte de influencia extranjera. Los cuatro pilares de San Paio, cada uno rodeado por las figuras de tres ap¨®stoles, ya hab¨ªan conocido presiones y malas artes de los marchantes que rastreaban los conventos espa?oles, incapaces de sostener su descomunal patrimonio, en las primeras d¨¦cadas del siglo XX.
De hecho, en teor¨ªa hab¨ªan sido comprados por el Estado para el Museo Arquel¨®gico Nacional en 1930 para salvarlos de la especulaci¨®n privada que se los disputaba. Eran ya solo tres, porque el m¨¢s importante para la ciudad gallega, el que representaba al ap¨®stol Santiago, hab¨ªa desaparecido antes de 1768. Pero solo dos a?os m¨¢s tarde de ser adquiridos uno de los tres supervivientes fue embarcado por el propio Gobierno rumbo al puerto de Boston.
Hac¨ªa al menos unos siete a?os que el conjunto de pilares de San Paio de Antealtares era objeto de deseo para los medievalistas de Harvard que, sin embargo, seg¨²n explica Prado-Vilar, ¡°admiraban intelectualmente a sus colegas espa?oles¡± y comprend¨ªan el criterio de querer conservar las obras art¨ªsticas en su lugar de origen. ¡°No eran los t¨ªpicos colonialistas de elite¡± que llegaban a un pa¨ªs m¨¢s pobre, como era Espa?a, ¡°a iluminarlos¡±, cuenta el historiador. ¡°Todo lo contrario¡±, defiende, a Espa?a ven¨ªan a ¡°aprender¡±.
En 1925, y ya con Byne encargado de rastrear las columnas de Santiago y posiblemente la lauda, Porter escrib¨ªa a Sachs desde el hotel Savoy de Madrid y le relataba el panorama del arte en Espa?a: ¡°No me atrevo a comprar algunos monumentos de primera importancia, aunque lo podr¨ªa hacer (...). Los eruditos de aqu¨ª, como sabes, est¨¢n irritados por la exportaci¨®n de su arte a Am¨¦rica. Han sido tan extraordinariamente bondadosos conmigo que no puedo usar los privilegios que me han otorgado para llevarme sus mejores cosas. Me parece que se enfadar¨ªan si compro demasiado¡±.
En la postdata, Porter se refer¨ªa a su venerado colega espa?ol Manuel G¨®mez-Moreno, autor del Cat¨¢logo Monumental de Espa?a: Provincia de Le¨®n, en aquel momento pendiente de publicaci¨®n. En el libro, G¨®mez-Moreno destacaba unas columnas de Sahag¨²n ¡°entre las mejores esculturas del siglo XIII¡±. Pero Porter sab¨ªa que ya no estaban en Espa?a, porque ¨¦l se las hab¨ªa comprado a Byne: ¡°Estoy viendo c¨®mo consigo el coraje para decirle que se encuentran en Cambridge¡±.
Al a?o siguiente, otra carta de Byne a Sachs hallada por Prado-Vilar revela su implicaci¨®n en la venta al Fogg de los capiteles de la iglesia palentina de Santa Mar¨ªa de Lebanza. Un mes despu¨¦s, Byne escribe al director del Fogg, Edward Forbes, celebrando la compra del tesoro m¨¢s anhelado: la lauda de Alfonso Ans¨²rez.
La correspondencia rescatada da cuenta de una intensa actividad de rastreo y compra. Tambi¨¦n de la impaciencia americana. ¡°Todas estas transacciones llevan un tiempo interminable en Espa?a. En muchos lugares, los cabildos de las catedrales solo se re¨²nen una vez al a?o y, entretanto, uno se queda con los pies fr¨ªos¡±, escribe Byne. ¡°En esta coyuntura se produce un hecho que har¨¢ que se desencadenen los acontecimientos: la publicaci¨®n del libro de Porter Spanish Romanesque Sculpture (1928) donde se revela la nueva ubicaci¨®n de la lauda de Alfonso Ans¨²rez¡±, relata Prado-Vilar.
¡°Tan pronto como Ricardo de Orueta, especialista en escultura medieval, adalid del patrimonio espa?ol y futuro director general de Bellas Artes, vio el libro y recibi¨® confirmaci¨®n de Sahag¨²n de que la lauda hab¨ªa sido vendida, denunci¨® el hecho ante la Real Academia de Bellas Artes¡å, sigue explicando el investigador de la USC y del CISPAC (Centro de Investigaci¨®n Interuniversitario das Paisaxes Atl¨¢nticas Culturais). Pocos d¨ªas despu¨¦s, Byne env¨ªa a Sachs una ¡°alarmante y autoincriminatoria¡± misiva. ¡°Anoche en una cena me informaron que se hab¨ªa solicitado a la Embajada de EE UU aqu¨ª [en Madrid] que transmitiera una queja a Washington en relaci¨®n con la compra de la famosa piedra sepulcral de Sahag¨²n. La informaci¨®n me lleg¨® como un soplo y, por supuesto, en la m¨¢s estricta confidencialidad¡±, comenzaba.
En el mismo escrito, el ambicioso marchante defend¨ªa la legitimidad de la compra, aunque admit¨ªa: ¡°Nunca se obtuvo el permiso oficial de exportaci¨®n, ?pero rara vez se hace!¡±. Y segu¨ªa: ¡°Me han dicho que la Comisi¨®n de Arte ha presentado esto como si fuese un robo lo cual, por supuesto, es perfectamente absurdo e injusto. Adem¨¢s, pretenden lamentar su suerte como naci¨®n pobre siempre despojada de su arte para apelar a su generosidad y pedir que se devuelva la piedra¡±.
Las negociaciones para la devoluci¨®n de la lauda se alargaron en el tiempo ¡°por varios frentes, diplom¨¢ticos y acad¨¦micos, resultando en una oferta por parte de las autoridades espa?olas de compensar al Fogg con una de las columnas de San Paio¡±, cuenta Prado-Vilar. Pero en 1931, la lauda segu¨ªa retenida en Cambridge. En una carta, Sachs habla de la coyuntura pol¨ªtica en Espa?a, que ya se encaminaba al exilio de Alfonso XIII: ¡°No hemos enviado la tumba porque hemos le¨ªdo que la situaci¨®n en su hermoso pa¨ªs est¨¢ muy alterada y pensamos que tal vez ser¨ªa imprudente hacer algo en este momento¡±.
¡°Espa?a se olvidar¨¢ por completo de la piedra¡±
Cuatro meses despu¨¦s, y ya con la Rep¨²blica instaurada, Byne sugiere a Sachs quedarse con la lauda aprovechando el panorama pol¨ªtico: ¡°Si parece que me interesa mucho este caso no es porque me sienta inc¨®modo personalmente; mi nombre nunca se ha asociado con la venta de la piedra. Pero creo que sentar¨¢ un precedente muy peligroso. El mundo en general nunca sabr¨¢ c¨®mo lleg¨® el Fogg a obtener la piedra; y si se devuelve, nunca sabr¨¢ por qu¨¦ se devolvi¨®; pero la gente naturalmente supondr¨¢ que adquiri¨® algo que no ten¨ªa derecho a adquirir, lo cual es falso. Espa?a no tiene el menor inter¨¦s en la devoluci¨®n de esta piedra; est¨¢ mucho m¨¢s preocupada por romper todas las tradiciones anteriores, religiosas, pol¨ªticas y militares¡±.
Seg¨²n Byne, en Espa?a solo hab¨ªa ¡°dos o tres hombres interesados¡± en recuperar la l¨¢pida de Alfonso Ans¨²rez y uno de ellos era ¡°el duque de Alba, que est¨¢ pr¨¢cticamente desterrado del pa¨ªs¡±. ¡°En estas circunstancias me parecer¨ªa un gran error devolver la lauda¡±, comentaba en su carta enviada desde aqu¨ª, y propon¨ªa al Fogg poner esta excusa: ¡°Hemos decidido esperar a que las cosas est¨¦n un poco m¨¢s asentadas en Espa?a antes de devolver la piedra¡±.
¡°En unos a?os se olvidar¨¢ por completo¡±, apostaba el mercader de maravillas. No contaba con que De Orueta, nombrado director general de Bellas Artes (y futuro promotor de la futura Ley del Tesoro Art¨ªstico Nacional en 1933), no se iba a olvidar de la lauda. En el verano de 1931, el Fogg recibe una carta del nuevo Gobierno que confirma el compromiso de retomar las negociaciones y ¡°proceder a la selecci¨®n de objetos que se habr¨ªan de a?adir a la columna de Antealtares¡±, describe Prado-Vilar. El Fogg sugiere entonces una segunda columna como ¡°regalo¡±, pero Espa?a no cede.
¡°Finalmente, como se recoge en la carta que env¨ªa el nuevo ministro de Instrucci¨®n P¨²blica, Fernando de los R¨ªos, al director del Fogg el 24 de marzo de 1932¡å, escribe Francisco Prado-Vilar, ¡°se concluyen las negociaciones con la selecci¨®n¡±, como presentes a?adidos, ¡°del llamado Capitel de las Quimeras¡±, del monasterio de Santa Mar¨ªa la Real de Aguilar de Campoo, ¡°y una colecci¨®n de arte ib¨¦rico formado por estatuillas de bronce y cer¨¢mica pintada¡±.
Por su parte, el Guernica arrib¨® al Fogg en 1941 y all¨ª, en la misma sala donde qued¨® expuesto, se encontr¨® con la columna del siglo XII del altar jacobeo y ¡°con otras obras de arte exiliadas de varias guerras, con las que habr¨ªa de conformar una instalaci¨®n ¨²nica que pon¨ªa de relieve la tr¨¢gica genealog¨ªa de todas¡±, escribe Prado-Vilar. El propio Paul Sachs hab¨ªa escrito un a?o antes al director del MoMA (Museo de Arte Moderno) de Nueva York pidiendo el pr¨¦stamo de la obra de Picasso y se declaraba en la carta ¡°impresionado¡± por su ¡°poder y belleza¡±. ¡°Tras la ca¨ªda de la Rep¨²blica, cuyo gobierno hab¨ªa encargado el lienzo para el pabell¨®n espa?ol de la Exposici¨®n Internacional de Par¨ªs de 1937¡å, recuerda el investigador en su art¨ªculo, ¡°el Guernica se hab¨ªa convertido en un cuadro errante obligado a deambular por ciudades y museos como testigo del drama¡± de la Guerra Civil espa?ola.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.