Semana tr¨¢gica en la residencia
La pandemia se ceba con los centros de mayores de la regi¨®n. En el de Monte Hermoso han fallecido al menos 25 ancianos
Las c¨¢maras frigor¨ªficas de las residencias de ancianos ocupan el s¨®tano. Los auxiliares introducen ah¨ª los cad¨¢veres a la espera de la comitiva funeraria. Horas despu¨¦s aparece un furg¨®n negro sin lunas traseras. En los costados lleva estampado el nombre de la empresa. Suele ser una sutil referencia al m¨¢s all¨¢ o a un pasaje de la Biblia. El coche accede a los bajos del edificio por una rampa. Por la puerta trasera sacan el cuerpo embutido en una bolsa forense, sin hacer mucho ruido. En ese trance, los funerarios entran y salen del recinto sin ser vistos por los dem¨¢s internos, ocupados en jugar al bingo o escuchar a los ni?os del coro que les amenizan la tarde.
Sin embargo, la muerte no ha podido disimularse estos d¨ªas con un velo de pudor. La residencia Monte Hermoso se convirti¨® en un moridero el domingo pasado. Los cad¨¢veres de 10 ancianos esperaban en los bajos del edificio a que alguien los recogiera. La funeraria no daba abasto. El personal llamaba a la ambulancia, pero no acud¨ªa. Los cuerpos estaban envueltos en bolsas de color crema de No+Zinc, el material que se utiliza para trasladar a las v¨ªctimas de enfermedades contagiosas. El virus se hab¨ªa colado en este inmueble para perpetrar una matanza silenciosa e implacable. La residencia ha visto morir al menos a 25 residentes desde que se desat¨® la pandemia.
Se trata del mayor foco mort¨ªfero conocido en toda Espa?a. El nombre de Monte Hermoso, un centro privado-concertado con 130 plazas, hace referencia a una colina id¨ªlica desde la que contemplar el mundo durante los ¨²ltimos a?os de vida. En realidad, se trata de un bloque de hormig¨®n junto a una gasolinera y a la autov¨ªa de Extremadura, con cuatro carriles. Aunque eso no deber¨ªa llevar a enga?o. Las instalaciones, al menos desde fuera, parecen lujosas. Los internos pueden caminar hasta los jardines de la Casa de Campo. Tras la entrada que ciega el interior, surge un corredor de piedra que desemboca en una fuente, rodeada de palmeras y ¨¢rboles frutales. El edificio, acristalado, se erige de frente, con las habitaciones a la vista. Durante las horas muertas, los ancianos contemplan el trasiego de las ambulancias y los proveedores de bombonas de ox¨ªgeno.
Los s¨¢bados eran los d¨ªas con m¨¢s actividades. Adem¨¢s de utilizar la sala de la televisi¨®n para ver viejas pel¨ªculas del Oeste, los residentes jugaban a las cartas, al domin¨® o cantaban con entusiasmo las bolas del bingo. Orquestas juveniles invitadas ofrec¨ªan recitales. El s¨¢bado 7 de marzo las actividades se hab¨ªan suspendido. Faltaba un d¨ªa para que la Comunidad pusiera en cuarentena todas las residencias de la regi¨®n. Aqu¨ª el ambiente ya era entonces l¨²gubre, seg¨²n Tom¨¢s Bernardo, hijo de Casimiro Bernardo, el antiguo regente de una tienda de ultramarinos. El hombre llevaba interno un a?o. Su familia viv¨ªa muy cerca y lo visitaba a menudo. Ese d¨ªa ol¨ªa a cerrado. La amenaza del virus llamaba a las puertas. Cuatro auxiliares veintea?eros caminaban aterrados por los pasillos. Tom¨¢s empuj¨® la silla de ruedas de su padre hasta el comedor, pero una enferma le advirti¨® por el camino que no habr¨ªa comida grupal, cada uno almorzar¨ªa en su habitaci¨®n. El hijo se despidi¨®:
¡ªPap¨¢, ¨¢nimo. Ya te ver¨¦.
No pas¨®. Durante la siguiente semana los responsables del centro aseguraban que el hombre no presentaba s¨ªntomas compatibles con el coronavirus. Eso tranquiliz¨® a la familia. Pero de repente, a la 1.30 del lunes, les avisaron de que su padre hab¨ªa muerto. En la siguiente escena, Tom¨¢s y su hermano visten de luto en el cementerio sur de Madrid. Por primera vez tienen ante s¨ª el cuerpo muerto de su padre, metido en una caja. Los velatorios ya est¨¢n prohibidos. Entre cuatro enterradores la meten en un nicho y colocan un n¨²mero de identificaci¨®n. Hay m¨¢s operarios que familiares en el entierro de un hombre bueno. ¡°Me imagino que era su cad¨¢ver, aunque con este descontrol uno ya no est¨¢ seguro de nada¡±, dice.
En circunstancias normales, las autoridades se desviven por parecer preocupadas y resolutivas cuando ocurre una tragedia. Pero ahora, las autoridades no se ponen al tel¨¦fono, pese a los signos de alarma. La urgencia del pa¨ªs ha dejado en un segundo plano la desgracia que viven las residencias, donde el virus es m¨¢s mortal que en cualquier otro lado.
El martes las autoridades se enteraron por la prensa de que el brote hab¨ªa causado al menos 19 muertes en el centro. El consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, anunci¨® una intervenci¨®n urgente. Estimaron que hab¨ªa 75 personas contagiadas por el virus. Algunos enfermos fueron evacuados al hospital Cl¨ªnico y los bomberos desinfectaron las instalaciones. Pero el centro sigue desbordado. Ese problema se ha sumado al de otros muchos m¨¢s brotes en otras residencias de Madrid. Los hospitales est¨¢n cerca del colapso y la contenci¨®n de da?os es un esfuerzo a la desesperada.
La directora, Fe Castrillo, sali¨® el viernes a la puerta para atender a un familiar que se acerc¨® a llevar pa?ales para su padre. Agotada, lo recibi¨®, pero le pidi¨® que se fuera. A los 10 minutos lo llam¨® por tel¨¦fono. Le dijo que ten¨ªan la ayuda de cuatro m¨¦dicos voluntarios, pero las ambulancias segu¨ªan sin acudir. Tampoco recib¨ªan mascarillas y guantes para los trabajadores, muchos de ellos enfermos. ¡°Por favor, si hablas con los medios de comunicaci¨®n, diles que necesitamos ayuda¡±, le dijo Castrillo.
La residencia tiene una sola l¨ªnea de tel¨¦fono que no deja de recibir llamadas de angustia de los familiares. Una trabajadora respond¨ªa al tel¨¦fono este s¨¢bado por la tarde. Dec¨ªa que estaban haciendo lo que pod¨ªan: ¡°Seguimos luchando¡±. Su ¨²nico deseo es que el furg¨®n no asome por all¨ª durante una temporada.
?Conoces alg¨²n otro caso de brote de coronavirus en una residencia de la Comunidad de Madrid? Contacta con los reporteros de esta informaci¨®n a fpeinado@elpais.es o jdquesada@elpais.es o m¨¢ndales un mensaje por Twitter a @FernandoPeinado o @jdquesada
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